No sin un punto de vergüenza reconozco que nunca había leído a Vila-Matas. Darme cuenta de que, aunque mi memoria me juegue una mala pasada y no lo recuerde del todo, tengo firmado el ejemplar desde 2014, me hace enrojecer todavía más.
Fue tras una conversación con Ana cuando decidí que eso se iba a acabar y que había llegado el día en el que leería El viaje vertical.
La trama ya la adelanta el propio autor en el título: acompañamos al protagonista en su viaje. Un viaje vertical que comienza en Barcelona y acaba en las islas Madeira.
Al contrario que otras muchas historias que tratan sobre viajes (me viene a la mente Canadá de Richard Ford), no se trata de un viaje de iniciación, en el que el protagonista ha de enfrentarse al inicio de su etapa como adulto. En este sentido, Vila-Matas utiliza el viaje como hilo conductor y también como origen del aprendizaje. Y como contrapunto añade el elemento discordante: el aprendizaje de un personaje jubilado. Mayol, antiguo empresario, político retirado y nacionalista catalán convencido, que tiene que asumir las consecuencias de la separación de su mujer en un momento en el que no sabe a lo que aferrarse.
Para ello huirá de su Barcelona natal e iniciará un viaje, mientras que paralelamente rememorará su vida, repasando los grandes hitos de su infancia, anterior a la Guerra Civil, y ahondando en sus miedos e incertidumbres.
Y qué raros son los recuerdos cuando son, además, inventados. La memoria verdadera de la torre veraniega de sus pobres padres la enlazó, a través de un enigmático túnel de su cerebro, con un recuerdo falso, tan improbable como inventado, pero que sintió necesitaba tener en aquel momento.
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Uno de los elementos que más me ha gustado ha sido el uso del narrador. Un narrador omnisciente que no se mantiene al margen y se va dejando ver según avanzamos:
Ya sólo le faltaba decir que Lisboa era airosa en su serpentear y era una inquietante ciudad en la que uno nunca sabía si acababa de llegar al fin del viaje o al punto de partida. Ya sólo le faltaba decir que Lisboa era una ciudad que a veces parecía surgir como una serpiente surge de su piel. Pero esto será mejor que lo diga yo de mí mismo, que a veces tengo la impresión de que surjo de lo que he escrito como una serpiente surge de su piel, aquí en esta isla de palmeras y eternidad donde todos lo días hundo en tinta mi pluma y donde el tiempo, en su teatro armado sobre la calma y el poco viento, también para mí pasa lento y pasa fácil, porque la vida aquí es fácil, y mi reloj muy lento y, además, para qué negarlo, yo sólo soy un principiante, el principiante más lento.
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Autor de culto, aclamado por crítica y con fieles seguidores, Vila-Matas demuestra su buen hacer tejiendo una historia aparentemente simple pero con muchas lecturas y referencias. Apenas unos pocos personajes son los necesarios para dar forma a El viaje vertical. Tampoco necesita más.
Lo importante de este libro de Vila-Matas, probablemente también de otros del autor me atrevería decir, es cómo cuenta lo que sucede. A fin de cuentas la trama no tiene mucho artificio, pero cómo va añadiendo diversos temas y el modo que tiene de utilizar el estilo es significativo. Son muchos los fragmentos destacables, decenas de reflexiones y píldoras que va dejando el autor aquí y allá.
En definitiva, me ha gustado mucho. No sé por qué he tardado tanto en leer a Vila-Matas. ¿Cuál creéis que debería ser el siguiente?
FICHA:
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Pros |
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Contras |
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Namaste.