IMM, Literatura

IMM (51)

Os enseño las últimas incorporaciones a mis estanterías tras los envíos editoriales de estas semanas veraniegas:

IMM-51

  • Kanada, Juan Gómez Bárcena. Un novelón que os recomiendo encarecidamente. Es desgarrador, tiene mucha fuerza y te deja con ganas de releerlo. Os dejo por aquí la reseña de Cristina Monteoliva, con la que coincido en su valoración.
  • La uruguaya, Pedro Mairal. La pequeña historia de un hombre que cruza la frontera para cobrar una cantidad y que nos cuenta un poco de su vida y de la crisis de los 40 que atraviesa. La reseña, aquí.
  • Moravia, Marcelo Luján. A Luján lo tenía apuntado con Subsuelo, no con ésta. Los responsables fueron, por orden cronólogico, Atram de Leer sin prisa y Jesús de Generación Reader. Así que cuando me ofrecieron la posibilidad de leer esta historia no dudé en quitarme la curiosidad aunque no la tuviera anotada en mi libreta. Estoy deseando contaros qué me ha parecido.
  • El meteorólogo, Olivier Rolin. Desde que Libros del Asteroide anunció que publicaría este libro tenía curiosidad por leerlo, por conocer la vida de un meteorólogo estudioso del tiempo soviético.
  • El cuento de la criada, Margaret Atwood. La novela de la que todo el mundo está hablando desde que HBO lanzara su versión televisiva. Una de esas historias que empiezas y acabas de corrido.

Gracias a las editoriales Sexto Piso, Libros del Asteroide, Salto de Página y Salamandra.

Y vosotros, ¿habéis leído alguno de estos títulos? ¿Qué os parecieron?

Namaste.

Autor, Cabrera Infante, Literatura

Tres tristes tigres, Guillermo Cabrera Infante

Anoté este título hace tanto tiempo que me da vergüenza reconocer cuánto. Después lo compré. Lo dejé en el estante y hace unos tres o cuatros intenté leerlo. Llegué a leer unas cien páginas, hasta que me estanqué y decidí devolverlo a su sitio.

Coincidiendo este año con la conmemoración de los 50 años de su publicación, lo incluí en mi propósito de lecturas.

Hasta aquí lo fácil. El resto no lo es tanto.

La trama, si es que se puede considerar como tal, trata de la vida de La Habana: la que conforman los distintos personajes que coinciden en sus noches y en sus garitos, los que tienen relaciones entre sí por negocios, por música, por ocio o por amor. El hilo es más complicado de seguir, más bien recuerda a uno de esos poliedros en los que mirabas por un ojo y veías un conjunto de luces, colores y destellos, donde detrás había una imagen, un conjunto multicolor de luces, líneas y movimientos circulares, todo ello en un ojo que parecía torpe y lento a la hora de captar los matices.

¡Los matices, digo! El ojo de esta lectora se ha sentido prácticamente ciego ante la propuesta caleidoscópica del autor, ante los colores, los brillos y los personajes, todo adornado con saltos circunstanciales, adjetivos sin límites y muchos otros recursos estilísticos; en definitiva, un derroche de estilo que deja a cualquiera picueto.

– ¿Qué te parece Bach a sesenta? -me dice.

– ¿Cómo?- le digo.

– Bach, Juan Sebastián, el barroco marido fornicante de la reveladora Ana Magdalena, el padre contrapuntísticoo de su armonioso hijo Carl Friedrich Emmanuel, el ciego de Bonn, el sordo de Lepanto, el manco maravilloso, el autor de ese manual de todo preso espiritual, El Arte de la Fuga -me dice-. ¿Qué diría el viejo Bacho si supiera que su música viaja por el Malecón de La Habana, en el trópico, a sesenta y cinco kilómetros por hora? ¿El tempo a que viaja sonando el bajo continuo? ¿O el espacio, la distancia hasta donde llegaron sus ondas sonoras organizadas?

– No sé. No había pensado- y de veras que nunca lo pensé, ni antes ni ahora.

– Yo sí-me dice-. He pensado que esa música, que ese sutil concierto grueso- y deja un espacio vacío de sus frases dramáticas pedantes para que lo llene la música- fue creado para oírse en Weimar, en el siglo XVIII, en un palacio alemán, en la sala de música, barroca, a la luz de candelabros, en una quietud no sólo física sino también histórica: una música para la eternidad, es decir, para la corte ducal.

Página 320

La demostración de estilo de Cabrera Infante es una de esas que te sobrecogen por lo absolutamente sobrenatural del uso de cada una de las palabras, líneas, espacios y recovecos de la página. Como si el cubano hubiera apostado a revolver las entrañas del lector con cada uno de los aspectos que le ofrecían la página en blanco. Y cuando digo cada uno, es cada uno. Tomemos, por ejemplo, la página 65, que tras varios párrafos conteniendo el aliento, llegamos a ésto:

Tres-tristes-tigres

Lo que queda claro es que está todo inventado: si te sorprende la edición de La casa de hojas y las originales ideas de Danielewski, con Tres tristes tigres te das cuenta de que Cabrera Infante ya había hecho eso mismo cincuenta años antes.

Y el dueño se achicó, si es que podía hacerlo todavía y

fue el hombre increíblemente encogido, pulgarcito

o meñique, el genio de la botella al revés y

se fue haciendo más y más chico,

pequeño, pequeñito, chirriquitico

hasta que desapareció por

un agujero de ratones al

fondo-fondo-fondo,

un hoyo que

empezaba

con

o

Página 227

Además, desde el punto de vista de la trama, uno se da cuenta de que Breve historia de siete asesinatos, de Marlon James, no es tan original como pretendía, porque bebe de la influencia de esta novela, del uso de un lenguaje de la calle y de la noche, de los personajes que se ganan la vida como buenamente pueden, de esa urdimbre de personajes de callejón y mugre.

Para mí ha sido una lectura que he disfrutado pero que también he sufrido, un libro al que recurrir dentro de un tiempo, uno de esos títulos que son difíciles de recomendar porque la lectura es exigente. Al mismo tiempo me reafirmo al pensar que, como ya le dije a alguna amiga bloguera, hay que leer más gente muerta.

FICHA:

Te gustará si te gustó
Pros
  • El derroche estilístico en cada página.
  • La maraña de personajes y subtramas.
Contras
  • Novela exigente con la que es fácil perder el hilo.
  • Requiere concentración y tiempo. No es para todo el mundo.

Namaste.

Autor, Gómez Bárcena, Literatura

Kanada, Juan Gómez Bárcena

Dicen que uno ha de escribir sobre lo que sabe. Es lógico, aunque también peligroso. Por un lado, de lo que sabemos tenemos más información, encarar la historia puede resultar más fácil, y además controlamos el tema, lo cual nos puede ayudar a organizar la trama. Sin embargo, es cierto que los que también conocen esa temática nos pillarán antes en falta cuando lean algo raro, algún detalle de la historia que no se corresponda o cuando chirríe algo.

KanadaLuego hay otra gente que la regla general se la salta. Y eso está muy bien. Nos ofrecen temáticas y perspectivas distintas. Personas que deciden arriesgarse, contar un tema que les resulta ajeno, quizá por las posibilidades que les ofrece para la trama, o quizá porque les va surgiendo mayor rango de temática con los que avanzar.

Una tiene sus prejuicios. Por eso, cuando vi la fecha de nacimiento de este autor, pensé que la temática me sería común. Evidentemente sigo con mi regla de no leer la sinopsis, si no me habría dado cuenta de mi error.

Probablemente Gómez Bárcena sea un suicida. Un pirado. Un saltador sin paracaídas. De otra forma no se entiende que se dedique a situar una historia tan lejos tanto en tiempo como en espacio de lo que (aparentemente) más conoce. Tan lejos del hoy, de la problemática actual.

Pero lo más inaudito no es esto. Es la cara de gilipollas sorprendido que se le queda al lector, ante tamaña obra de despliegue, de demostración de fuerza y estilo, que consigue desde la primera página que dejemos de parpadear, que abramos la boca, que cabeceemos como un pez fuera del agua.

Kanada es una de esas historias que le dan la vuelta a muchas cosas, que comienza donde otras acaban: al finalizar la Segunda Guerra Mundial. El protagonista decide volver a su casa, la que recordaba como hogar, pero que ahora se ha trasformado en una ruina un poco distinta. Exactamente igual que él: superviviente de una guerra letal, que le ha quitado la familia y los recuerdos. Allí tratará de recomponerse.

Si se piensa con detenimiento es tan asombroso el milagro de la lectura. Contemplar un dibujo que no es diferente de los desconchados de una pared o de una procesión de hormigas y vislumbrar en un solo relámpago de lucidez un significado, una idea. Encadenar una reata de signos y armar con ellos un sentido que puede entretenernos o aburrirnos, conmovernos o hacernos desgraciados.

Página 25

Kanada es una novela difícil de definir, difícil de clasificar. Dura. Una lectura de las que te golpean en el corazón y en la boca del estómago, del extraño tipo que quieres releer en cuanto la terminas. Una historia relativamente corta que sorprende por el estilo del autor, por la temática y por la sangrante desesperanza contenida en cada línea.

Kanada es una de esas historias que te reconcilian con la buena literatura, con el perjuicio de que mejor voy a lo seguro y leo algún clásico, con el buen hacer y con el talento que poseen autores contemporáneos que no conocemos, en este caso, Gómez Bárcena que escribe con una fuerza y crudeza desorbitada.

También el planeta en que vives es insignificante, apenas una mota de polvo en el universo, y qué fácil es contener en él la humanidad entera. Tu despacho es en relación a la Tierra más grande que la Tierra en relación al resto del cosmos. Por qué no habrían de caber entonces tus aspiraciones en este cuarto, tan grande o tan pequeño como cualquier otro mundo.

Página 88

Kanada es un libro para recomendar, un libro de esos con los que es una alegría toparse. Así que, amigos de Sexto Piso, gracias por publicarlo, gracias por descubrírmelo y gracias por enviármelo a casa. Va directo a las mejores lecturas de este año. Los buenos libros se merecen muchos lectores, y éste es uno de ellos.

FICHA:

Te gustará si te gustó
Pros
  • El estilo del autor: pulcro y duro.
  • Los temas que van surgiendo y las reflexiones del protagonista.
Contras
  • Tardé algunas páginas hasta entrar del todo en la historia.

Namaste.