Sheila Levine está muerta y vive en Nueva York es uno de esos libros que entran por los ojos: de un lado, el poderoso título. De otro la imagen que ilustra su portada rosa.
En mi caso, apareció de golpe en mi vida viéndola por todas partes, y de repente, al abrir el buzón ahí estaba, esperándome y prometiendo una divertida e hilarante historia.
Tengo que confesaros que suelo desconfiar de las novelas que nos venden como humorísticas, porque en muchos casos no me han parecido graciosas, y sin embargo, en otras ocasiones, historias que aparentemente no lo eran sí me lo han parecido, así que no sabía si me iba a parecer tan humorística como decían.
La desconfianza venía acrecentada por la comparación con Bridget Jones. Leí su Diario hace muchos años y me pareció una lectura simplona, absurda, que rallaba lo desagradable y que no aportaba demasiado. El humor era contado, más bien abundaba la vergüenza ajena y la superficialidad de la historia.
Así que… ¿realmente me iba a gustar esta novela?
En cuanto al argumento, sí que es cierto que parte de la base de una joven que busca marido, igual que la inglesa. Con la diferencia que, mientras que Jones ya pasa de los treinta, Sheila es presionada por su madre para, en general, triunfar: encontrar la vida perfecta.
Conforme trascurre la novela acompañamos a Sheila a la universidad, sus mudanzas y primeros trabajos y cómo no, sus pretendientes, las diferentes historias que consiguen que se plante en los treinta sin marido y que decida el suicidio como última opción.
Además, conocemos a sus amigas, siendo Linda la más destacada, que nos deja diálogos como el que sigue:
(Linda ha roto con su novio y se lo cuenta a Sheila)
– ¿Por qué, Linda? No me digas que también votó a Nixon.
– No, votó a Kennedy. Se lo pregunté el primer día.
– Entonces, ¿qué pasa?
– No le encantó El guardián entre el centeno.
– ¿Ese es el único motivo?
– ¿Es que no lo entiendes, Sheila? Es mi libro favorito. Lo he leído diecisiete veces. No podría casarme con alguien a quien no le guste Salinger. No querría que ese tipo de hombre fuera el padre de mis hijos.
Página 91
Son muchos los fragmentos en los que aparece el humor, disfrazado de críticas a la sociedad, de ironías en actos y conversaciones, una constante que también es capaz de aparecer camuflada de tristeza o de rabia.
Doctor, cada vez que pienso en la boda de mi hermana, me dan ganas de vomitar. Empiezo a tener náuseas y no sé por qué. Estoy feliz por mi maldita hermana, que se va a casar antes que yo. Estoy muy feliz por la muy zorra.
Página 162
Así, capítulo a capítulo, nos encontramos devorando un libro muy inteligente, que nos muestra la realidad tal y como es: los sueños que imaginamos de niños y la cruda realidad que nos espera en el futuro; las presiones de los familiares para conseguir el mejor trabajo, el mejor marido y la mejor casa; y la desesperanza al ver los sueños incumplidos, al darse cuenta que no todo es como pensábamos.
Por eso no entiendo la comparación con Bridget Jones, ya que flaco favor le hace. Si aquélla novela destilaba literatura facilona, de piscina en agosto, ésta es una historia más mordaz, más detallista, que se fija no sólo en el histrionismo de su protagonista como en la vida de sus conocidos, que incluye otros aspectos más reales, que no se conforma con la superficialidad.
Si el libro de Fielding destilaba literatura fácil, aquí lo que destila es inteligencia por los cuatro costados, la sensación de que no se queda en la superficialidad de la situación en sí, sino que ahonda en la sociedad, la cultura y la realidad compleja en la que influyen muchos factores.
Una historia que he disfrutado mucho, de esas que lees un capítulo y te encuentras habiendo leído cinco de golpe, irónica e inteligente. Perfecta para regalar estas Navidades.
FICHA:
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