Este es uno de los libros de mi vida. De esos que leí en un momento, allá en 2002 o quizá antes, en el que los libros que te marcaban lo hacían mucho más. Menos experiencia o más capacidad de sorprenderme o el momento perfecto para el libro perfecto. O todo lo anterior a la vez.
Lo leí en una de esas ediciones espantosas que conseguías abonando una pequeña cantidad adicional con el periódico de turno. Espantosas pero baratas y accesibles. Seguro que tenéis varias en casa.
Teniendo en cuenta lo anterior, llevaba un tiempo pensando que debía llegar a la relectura. Pero para ello necesitaba una nueva edición ya que lo de leerla con la que tenía en casa quedaba descartado. Así que cuando vi que Seix Barral sacaba en enero de 2024 una nueva edición, pensé que era ya el momento.
La cosa no salió como esperaba, porque hacia la mitad del libro mi ejemplar tenía un fallo y aunque los números de las páginas estaban bien, realmente el orden de los párrafos de las páginas no se correspondían con el orden correcto, lo cual me obligó a regresar a mi libro viejo (¡y yo hablando mal de él al inicio de esta entrada!) para continuar la lectura antes de conseguir sustituir mi ejemplar.
Tiempo de silencio narra la historia de Pedro, un investigador de cáncer que hace pruebas con ratones para tratar de llegar a una cura. La trama comienza cuando necesitan más ratones para seguir con el estudio. Al ser remitidos desde Estados Unidos, Pedro recurre a su ayudante, Amador, para llegar al barrio chavolista donde se encuentra un tercer trabajador que consiguió afanar algunos de los ratones los cuales mantiene en su casa.
Pedro y Amador, como si de Dante y Virgilio se trataran, abandonan su laboratorio para acceder a las partes más bajas de un Madrid de posguerra donde la pobreza y la miseria forman parte del día a día.
Pero incluso el peor momento nunca es más que eso: un momento. ¡Hasta tal punto es limitada la naturaleza humana!
Página 103
Martín-Santos utiliza en gran parte de la novela el monólogo interior, si bien es cierto que también utiliza al narrador omnisciente según pretenda describir la acción o quedarse en la reflexión del personaje.
Mientras les acompañamos durante esa bajada a los infiernos, el autor aprovecha para darle voz a personas que se encuentran al margen de la sociedad, desde la madame de un burdel hasta ladrones de poca monta. Pero además es capaz de hilar el texto intercalando descripciones con reflexiones de carácter artístico, desde Goya a Cervantes, pasando por exhaustivas descripciones de procedimientos médicos.
Por todo lo anterior, Tiempo de silencio se quedaría corto si limitáramos su contenido a la parte de la acción, que supone un porcentaje limitado con el resto de las temáticas que nos presenta el autor.
Lo hace con un estilo directo y frío, sin detenerse demasiado, pero que consigue conectar con un lector que no es sino Pedro, alguien de buenas intenciones que se ve enredado en una historia que no es la suya pero que no puede evitar sentirse más y más atrapado, por la historia y por la ciudad en sí, por un Madrid triste y gris.
Releer supone siempre poner a prueba el juicio propio y pasado de la primera lectura, y siempre viene de la mano de dudas: ¿me gustará tanto como la primera vez? ¿Perjudicaré el recuerdo de la historia al leerla una segunda vez? ¿O me reafirmaré sobre lo que pensé hace tanto tiempo y seguirá siendo un libro clave para mi vida lectora?
Todas esas preguntas planeaban por mi mente antes de empezarlo y aún mientras lo empecé. Hasta que, poco a poco, según iba leyendo, desaparecían las dudas de una historia que te va calando de a poco, a la que llegas y te hunde, como si de un fango espeso del que no puede escapar se tratase. He vuelto a ser la lectora que se sorprendía, la lectora con poca experiencia que tiene que coger aire ante la brutal propuesta de Martín-Santos, esa que a veces se pierde por falta de concentración, la que busca un punto que no existe. He vuelto a compartir la angustia de Pedro.
Pero ahora no, estamos en el tiempo de la anestesia, estamos en el tiempo en que las cosas hacen poco ruido. (…) Es un tiempo de silencio. La mejor máquina eficaz es la que no hace ruido (…) Por aquí abajo nos arrastramos y nos vamos yendo hacia el sitio donde tenemos que ponernos silenciosamente a esperar que los años vayan pasando y que silenciosamente nos vayamos hacia donde se van todas las florecillas del mundo.
Página 295
Muchos describen esta novela como un Ulises de poca monta, una especie de copia a la española de la más famosa obra de Joyce que además se hace abigarrada y dura de leer. Y evidentemente Tiempo de silencio comparte partes de la narración y estructura con la novela de Joyce, pero tanto en el tono como en el desarrollo poco tienen que ver ambas.
No voy a hacer un alegato sobre el argumento de ser difícil, porque sí, lo es: no tiene diálogos, apenas hay puntos y aparte y el autor no pierde el tiempo explicando quién es el narrador ni dónde se sitúa la acción, lo cual implica que cuando sí hay un punto y aparte no tengamos ayuda en saber a quién da voz el autor. Todo eso corre de parte del lector, que ha de estar atento para no perderse y conocer quién es quién.
¿Que es fácil de leer? No. ¿Se la recomendaría a todo el mundo? Tampoco. ¿Que sigue siendo uno de los libros de mi vida? Rotundamente sí.
FICHA:
Te gustará si te gustó | – Las novelas con monólogo interiores que no sólo se limitan a los pensamientos del protagonista. |
Pros | – El viaje de Pedro y Amador por el Madrid de la posguerra. – Los temas que va enlazando y analizando. |
Contras | – Requiere toda la concentración y tiempo para llegar al punto puesto que el texto no tiene puntos y aparte. |
Namaste.