Actualidad, Literaria

Libro electrónico: ¿el futuro?

Aprovecho un ratito que tengo libre para actualizar.

 

Últimamente escucho sin cesar las ventajas del libro digital. Que si es el futuro, que si tiene mucha capacidad, que si no se cansa la vista… y de repente me encuentro con un artículo en el periódico que lo pone como la gran revolución, la que hará que el libro en papel sea minoritario.

 

Así las cosas, yo me pregunto a mí misma: ¿renunciaría al papel para pasarme al formato digital? ¿cambiaría el placer de ir a una librería por el de descargarme los libros? ¿y el de una biblioteca por otro sistema? Y lo que es más importante: ¿qué tipo de marcapáginas se usa en un libro digital?

 

Os dejo un enlace: el del Kindle 2 de Amazon. No tiene mala pinta… y es más barato de lo que yo pensaba.

 

A continuación os traslado la pregunta en una encuesta.

 

Namaste and good luck….

Arte

Amedeo Modigliani: vida y obra

Hoy cambio radicalmente de tema, y es por una buena razón: porque me da una pena encontrarme con artículos de este estilo

¿Por qué? Porque parece que a los que han tenido mala suerte en vida les persigue también la mala suerte en la muerte.

Os haré un breve resumen de su vida. Amedeo Modigliani nace en Livorno, Italia, en 1884. Se cría en el seno de una familia pobre, en la que el padre era un prestamista judío que no supo negociar bien, y la madre una francesa apasionada por el arte. Además, Amedeo estuvo marcado desde muy joven por la enfermedad. De hecho, en un ataque de fiebre a los 14 años, fue cuando se le “reveló” que iba a ser artista.

Al contrario que les sucedió a otros artistas de otras familias, (a las que el hecho de que el hijo se convirtiera era visto con rechazo), la madre le apoyó en todo momento. Enseguida Amedeo comenzó a tomar clases de pintura . En esta época, se dedicó, en su mayoría, a estudiar la historia del arte italiana.

Escultura en forma de cariátide
Escultura en forma de cariátide

En 1906, Modigliani se traslada a París, la capital de la pintura vanguardista europea. Allí se congregaban pintores, que aunque entonces eran desconocidos: Matisse, Derrain, Picasso y Juan Gris, (entre otros) iban a ser muy famosos después.

Amedeo se muda al barrio de Montmartre, donde comienza a fraguarse su fama de pintor bohemio: la vida dedicada a la belleza, el abuso de drogas y la fama de mujeriego.

Sin embargo, en cuanto a su arte, pasó más bien desapercibido. En un momento en el que Picasso acababa de crear el cubismo, la atención estaba centrada en otra parte, aunque si bien hay que admitir que Modigliani consiguió un mecenas que le sufragaba los gastos.

En 1909 cambia la pintura por la escultura. La realizaba en piedra; la leyenda dice que obtenía la piedra de las obras de la ampliación del metro. Sea o no cierto, Modigliani se dedicó a un tipo de escultura en el que abundan las cariátides estilizadas (cuellos largos, narices agudas, ojos representados como contornos…) que recuerdan a las esculturas africanas.

"La amazona": la expresión de la mujer es claramente altiva
"La amazona": la expresión de la mujer es claramente altiva

Las cosas cambiaron con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Modigliani no tuvo que combatir, por razones de salud, y este hecho le convirtió en una persona solitaria. Ya entonces se dedicó a los retratos, que suponen la mayoría de la obra: personas amigas, y como no, las amantes. Lo más característico de sus cuadros es que Modigliani consigue plasmar el carácter del personaje.

Desde 1916 se dedica por entero a los desnudos. En 1917 se organiza la primera exposición individual del artista, y la única mientras vivió. Quiso la mala suerte que el local donde estaban colgados todos los desnudos se situara enfrente de una comisaría de policía. Los visitantes eran muchos, precisamente por tratarse de desnudos… y el comisario, alegando que el vello púbico de los cuadros iba en contra de la moral pública, mandó cerrar la exposición.

En 1918, Modigliani abandona París como consecuencia del avance de las tropas alemanas hacia la capital francesa. Sus pasos lo llevaron hasta la Costa Azul, donde pintó retratos de campesinos, marineros y tenderos y donde comenzó con los paisajes.

Por aquél entonces, Modigliani convivía con Jeanne Hébuterne, la persona a la que más veces pintó y la madre de su hija.

Finalmente, en 1920, Modigliani muere a consecuencia de la tuberculosis. Jeanne Hébuterne se suicidó al día siguiente, embarazada de nueve meses, arrojándose de un quinto piso.

Al menos el arte nunca muere.

Namaste.

P.S. Por cierto, le han hecho una entrevista al presidente de la S.G.A.E. que no tiene desperdicio… si tenéis curiosidad, pinchad aquí.

Clásicos, Literatura

El Conde de Montecristo

Seré sincera: cuando leí el libro jamás pensé que lo recomendaría. Sin embargo, con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que es un libro que marca, que te deja una huella imborrable. Y qué queréis que os diga, teniendo en cuenta el tipo de libros que, en general, circulan por ahí, sólo eso ya es admirable (¿no os ha pasado éso de “no recuerdo muy bien de qué iba, creo que me gustó, o quizá no mucho, vamos, que no debió de ser para tanto”?). A mí sí.

 

Versión manga del libro
Versión manga del libro

Este libro lo leí en 2003, así que ha llovido un poco. Recuerdo que era un verano, y que vi mi mirada se posaba en aquel libro de tapas rojas, antiguo, pequeño y con la letra apretada, que a la izquierda (siempre) de Anna Karenina me lanzaba improperios cuando pasaba. Lo escogí precisamente por la estación, porque es en verano cuando me animo a coger historias más densas que probablemente daría de lado en otra época del año.

 

La historia la sabéis, seguro que incluso muchos habréis visto la película: Edmundo Dantés acaba en la prisión de If, y después de ello… pues eso, que tras un tiempo, consigue salir de allí. No os voy a contar más.

 

 

Lo que sí que os puedo contar es que trata de la continua regeneración del hombre, de la facilidad de adaptarse a los ambientes para sobrevivir, de la fortaleza incluso en los malos momentos. Como muestra, os dejo un fragmento, uno de mis favoritos:

 

¡Morir! ¡No!- exclamó- No he vivido bastante tiempo ni he sufrido tanto para morir ahora. Quiero vivir, quiero luchar con mi destino hasta el fin, quiero volver a adquirir esa felicidad que me han arrebatado. Olvidaba que tengo que castigar a mis verdugos y también quien sabe si tendré que recompensar a mis amigos. Pero ahora me van a olvidar aquí, y no saldré de este calabozo sino como ese desdichado.

 

Al mismo tiempo, el libro trata del odio, de la redención y del perdón. La prosa está cuidada, es descriptiva pero reflexiva, una mezcla variada.

 

Y el conde, temiendo ceder a los ruegos de la que tanto había amado, llamaba en socorro a todos los recuerdos de su odio.

 

Hasta aquí lo bonito. Como toda novela larga tiene altibajos, en ocasiones se hace pesada, quizá demasiado descriptiva (sobre todo en el caso del tema político), lenta y densa por capítulos aunque si bien da sorpresas cuando menos te lo esperas.

 

FICHA:

 

Te gustará si te gustó
  • Rojo y negro, de Stendhal.
Pros
  • La profundidad de los personajes.
  • La variación de temas que trata.
Contras
  • Largo y con altibajos.
  • Denso y pesado por momentos.

 

Namaste.

Actualidad

Con la SGAE hemos topado

¿Que yo me indigno a menudo? Podría ser. Pero no es por gusto, es porque me obligan las circunstancias.

Leyendo el periódico me encuentro con esto. Os haré un breve resumen, por si no queréis leer el artículo entero.

Un pueblo cordobés. Fuente Obejuna,  pretende representar Fuenteovejuna, de Lope de Vega.  Todos los vecinos participan: unos cosen, otros montan los escenarios, y otros actúan. Hasta ahí bien. Pero, la Sociedad General de Autores y Editores les exige 32.000 euros. «¿Por qué?», os preguntaréis.  Se supone que tras 70 años de la muerte del autor, los derechos de propiedad intelectual son públicos, vamos, que los herederos de Lope no cobran ni un duro. ¡Pero los de la SGAE sí! Argumentan que se trata de una adaptación. Casualmente, el autor de la adaptación, Fernando Rojas, dice que él no es de la SGAE y que no les ha pasado su adaptación a los de la SGAE.

 

Como contraargumento, la SGAE dice que exigen el dinero de las representaciones de 2004 y de 2006, cuyos autores sí que forman parte de la SGAE. Y esos son los 32.000 euros del ala.

 

Con la SGAE hemos topado. Con ese grupo de chupópteros que tratan de beneficiarse de trabajos ajenos. Con esos personajillos, encabezados por el Rey del Pollo Frito, que se cuelan en tu boda para comprobar que les has pagado el canon. Con esas personas que se dedican a demandar a cualquier Ayuntamiento de más o menos tamaño para que les paguen 32.000 euros. Con esos impresentables que, ante un concierto benéfico de David Bisbal, pretenden cobrar. Qué paradójico.

 

¿Qué pinta la SGAE en esto? Que se mete a «proteger» cosas improtegibles. ¿Por qué si compro un CD virgen NECESARIAMENTE presuponen que voy a hacer copias ilegales? ¿Por qué encargar una conexión adsl significa descargarse el e-mule? Tantas son las preguntas… sin embargo, la respuesta es sólo una: por dinero. Porque esta gente no trabaja ni quiere trabajar, porque se inventa cualquier causa para cobrar.

 

Tratan de proteger al autor… ¿y la cultura? ¿quién la protege? En un mundo en el que los jóvenes cada vez leen menos, en el que abunda la telebasura, donde los adolescentes se ven altamente influenciados por el consumismo… ¡Se penaliza a un pueblo que trata de acercar la cultura al pueblo!

 

Lanzo una pregunta al aire: ¿Por qué ahora? ¿Por qué cuando la industria discográfica (sí, recordad, cuando nos vendían 20 canciones cuando realmente queríamos una, aquélla que por llenarse los bolsillos cambiaba cada 6 años de soporte musical) ganaba mucho dinero los de la SGAE no aparecían por ningún lado? ¿Es que entonces no había derechos que proteger? ¿Tiene algo que ver una cosa con la otra? Y aún más: ¿por qué desde el Gobierno se les da manga ancha?

 

Otro día podemos hablar del canon de bibliotecas, que también da para mucho…

 

Y luego que si me indigno.

 

Namaste… and good luck.

Literatura, No conviene olvidar

Libros de la adolescencia

El otro día estuve buscando un libro de Madeleine L´Engle, y como sabía que en el pasado leí algo de ella, me puse a pensar en los libros que leí en esa época (más o menos cuando tenía 14 años).

 

Gran Angular es la editorial del libro
Gran Angular es la editorial del libro

El primero que me vino a la mente fue Los escarabajos vuelan al atardecer, de Maria Gripe, que recuerdo que me lo recomendó Niebla Espesa. Haciendo memoria sé que era un libro de misterio, donde un grupo de chavales trataban de conocer lo que se escondía tras una planta rara y una caja de recuerdos. Me gustó bastante pero no recuerdo mucho más.

 

De la misma autora leí Agnes Cecilia, y me encantó. Era un libro que trataba sobre un misterio de fantasmas, algo así como si se pudiera franquear la barrera entre el presente y un pasado de hacía décadas, debido al fantasma de una niña que se quedaba atrapada por una muerte violenta. Ahora estoy buscándolo para releerlo.

 

 

Después seguí pensando… y llegué a uno que recuerdo que me emocionó hasta la médula. Se trata de  Invierno en tiempo de guerra, de Jan Terlouw. Era una historia ambientada en la época de la Segunda Guerra Mundial, donde un soldado yace herido en una cueva. Creo recordar que se enamora de una joven que le ayuda a sobrevivir.

 

 

Necesariamente he de citar la colección del Barco de Vapor. Hay muchos interesantes, de los cuales destaco Siete chicos australianos, de Ethel Turner y Eclipse de sol de Albert Lijánov. Ambos historias donde la amistad juega un papel importante, con aventuras en la primera, y problemas amorosos en la segunda.

 

Portada de uno de los libros de la saga
Portada de uno de los libros de la saga

 

De aquel momento recuerdo la saga de Flanagan, de Andreu Martín y Jaume Ribera. Un detective adolescente que además de enamorarse en cada episodio de la saga resolvía un montón de casos. Entretenía, enganchaba, hacía reír y además te enseñaba muchas cosas.

 

 

Un poco después empecé a aficionarme a las novelas de Agatha Christie; después pasé por Arthur Conan Doyle y más tarde me aficioné a la novela negra. Aunque todo esto se merece una entrada propia.

 

 

En resumen, la literatura llamada “adolescente” (puesto que en muchos casos es más profunda que algún tipo de novela adulta) tanto antes como ahora, goza de una excelente salud: su calidad es muy buena (en la actualidad no sólo J.K. Rowling, también Laura Gallego son los máximos exponentes de unos autores llenos de imaginación, fantasía y calidad) y se trata de una forma sencilla y entretenida de aficionar a los chavales a la literatura.

 

Y vosotros, ¿qué libro recordáis de vuestra adolescencia?

 

Namaste.

Actualidad, Literaria

Indignada

Vuelvo de nuevo con una breve actualización. Y no por falta de ganas, sino de tiempo. Así que seré breve e iré al grano.

 

“¿A qué viene el título?” Os estaréis preguntando. Recientemente, y por motivos profesionales, me encuentro inmersa en una batalla campal contra determinadas personas que piensan que la ortografía es una cuestión que debió de quedarse en la escuela (¿desde cuándo “inchable” lleva h?)

 

Quiero puntualizar que todos  metemos la pata de vez en cuando (casualmente en el sistema QWERTY la b y la v están muy cerca), pero no me refiero a fallos de ese estilo. Por las prisas y por no releer se nos pueden pasar faltas que no cometeríamos de ser un poco más cuidadosos.

 

Soy consciente de que en muchas ocasiones lo hacemos intencionadamente: por ejemplo, en los sms soy la primera que trata de sintetizar lo máximo posible, ya sea a costa de h, ll o ch.

 

¿Quién dijo  miedo?
¿Quién dijo miedo?

Me refiero más bien a personas (y existen más de lo que pensamos) que ignoran, y lo que es peor, les es indiferente escribir bien una palabra. ¿Ejemplos? Todos los que queráis: no saber distinguir entre “a ver” y “haber”, usar “ha” en lugar de “a”, omitir h, eliminar sistemáticamente las tildes… etc.

 

Por desgracia, la gente cada vez lee menos. A ésto se suma la influencia de Internet (eso sí que no lo entiendo, ¿nos cobran más por poner más letras?).

 

Así que esta entrada pretende ser un llamamiento a las personas que se esfuerzan por usar el castellano correctamente. Encontrar un blog que se preocupe por la ortografía parece imposible. Pues no lo es: Azote ortográfico analiza prensa y televisión para demostrar que no somos tan pocos como pensamos.

 

Aprovechad las vacaciones los que las tengáis, que ya queda menos para septiembre.

 

Namaste.

 

P.D. A los estudiantes que buscan un resumen de Don Juan Tenorio o de El retrato de Dorian Gray: ¿no os convendría leer el libro en lugar hacerme una visita diaria? 🙂

Libros de Lost, Literatura

Alicia en el país de las Maravillas, Lewis Carroll

Vuelvo hoy con un libro que leí hace un tiempo pero que me gustó mucho. Se trata de un clásico de la literatura escrito en 1865. La historia ya sabéis de qué trata: Alicia es una niña normal y corriente que acaba en un mundo extraño, lleno de paradojas y aventuras.

Alicia tomando el té
Alicia tomando el té

El autor es Lewis Carroll, un matemático vivamente interesado por la lógica simbólica, sobre la que había escrito varios libros divulgativos que pretendían acercar dicha materia al público.

 A pesar de lo que Disney ha pretendido con su película de dibujos animados, no se trata de una historia para niños. Son abundantes las situaciones hilarantes e ilógicas, los entramados de metamorfosis insólitas de seres y ambientes, los juegos con el lenguaje y con la lógica y las asociaciones oníricas. Todo esto, además del uso del absurdo y de la sátira hacen de él un libro inolvidable.

 Quizá pueda parecer que ese mundo extraño es ilusorio, pero en realidad tiene mucho que ver con las cosas que nos rodean. Sin ir más lejos, este libro tiene montones de referencias a la economía: en concreto a las estrategias que buscan las empresas para conseguir el beneficio empresarial.

Recordemos un fragmento de la conversación que mantiene Alicia con el gato de Cheshire.

  • ¿Me podrías indicar, por favor, hacia donde tengo que ir desde aquí?

  • Eso depende de adonde quieras llegar- contestó el gato.

  • A mí no me importa demasiado adónde… -empezó a explicar Alicia.

  • En ese caso, da igual hacia donde vayas… – interrumpió el gato.

  • Siempre que llegue a alguna parte- terminó Alicia.

  • ¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte si caminas lo suficiente.

 A Alicia le pareció que esto era innegable.

O también un párrafo de los pensamientos de Alicia:

 “Lo primero que tengo que hacer”, se dijo Alicia, “es recobrar mi tamaño normal; y lo segundo, encontrar el modo de llegar a mi maravilloso jardín. Creo que ése es el mejor plan”.

Parecía un buen plan, en efecto, y muy cuidadosa y sencillamente trazado: la única dificultad estaba en que no tenía la menor idea de cómo ponerlo en práctica (…)”

 

Por último os adjunto el vídeo del trailer de la película de Tim Burton que se estrenará en 2010.

  

Ya para terminar, y porque soy una fan de la serie Lost, he añadido una fila al cuadro que habitualmente incluyo al final de las entradas. Son muchos los libros que figuran y se mencionan en la serie y no quería dejar pasar la oportunidad de mencionarlos.

 FICHA:

Te gustará si te gustó
  • Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll.
  • Las historias imaginativas y absurdas a la vez.
Pros
  • El mundo del absurdo que inventa Carroll.
  • Las conversaciones de los personajes.
Contras
  • El final.
Referencias de Lost
  • White Rabbit es el nombre del quinto episodio de la primera temporada.
  • Throught the Looking Glass es como se llama el final de la tercera temporada.

 Esto es todo. Namaste.

Literatura, Reseñas

Tomates verdes fritos

Hoy cambio radicalmente de estilo de libro y os voy a comentar éste.

Se trata de Tomates verdes fritos en el café de Whistle Stop. No he visto la película, y por ello no tenía ninguna impresión antes de coger el libro.

Portada del libro
Portada del libro

La novela trata, paralelamente, de dos situaciones: la de Whistle Stop, una cafetería ubicada en la más profunda Alabama de la época de 1930 y siguientes.
Por otro lado, en la época de 1986, en concreto la situación de una anciana que conoció a todos los personajes de la cafetería y le narra lo que vio a una cincuentona que se topa con ella al visitar a su suegra.

En la cafetería antes mencionada se agolpan muchas personas: temporeros negros, las dueñas de la cafetería, huérfanos… las descripciones no son demasiadas, pero a pesar de que los personajes no son muy profundos, no se hacen simples ni planos. Además se nos narran las penalidades que se sufrieron durante la Gran Depresión, el racismo de la época y la pobreza.

En la época de 1986 (la actual en la época que se escribió), la anciana echa de menos aquel tiempo, en el que a pesar de que no tenían nada, las personas se preocupaban las unas de las otras, como si una gran familia se tratase, aún existiendo diferencias en el color de la piel, la religión y en el carácter. La cincuentona que la escucha es todo un personaje: alguien que vivió según le dictaban las normas sociales y que se da cuenta que su vida ha pasado sin que se enterara: que está casada con un holgazán al que apenas quiere y que no ha hecho jamás nada por su propia voluntad. Aquí os dejo una descripción para que os hagáis una idea:

“De jovencita se había mantenido virgen para que no la llamasen putón; se había casado para que no la llamasen solterona; había fingido orgasmos para que no la llamasen frígida; había tenido hijos para que no la llamasen estéril; no se había hecho feminista para que no dijesen que odiaba a los hombres ni la llamasen tortillera; y nunca se había sulfurado ni levantado la voz para que no la llamasen arpía…”

 

En resumen, un buen libro para leer en verano, para alternar con otros más densos y largos, que se lee con facilidad y casi de corrido, que te hace sonreír de vez en cuando.

 

FICHA:

 

Te gustará si te gustó
  • La casa gris, de Josefina Aldecoa.
  • Las normas de la casa de la sidra, de John Irving.
Pros
  • Historia entretenida.
  • Personajes interesantes.
Contras
  • Escasas descripciones.
  • Poca profundidad.

 

Esto es todo por hoy. Namaste.

 

 

Literatura

La espera

Cambiando de tercio, os traigo un relato recibido del otro lado del Atlántico.

Su autora, una amiga mía: Daniela García. Hablando con ella por el messenger, le dije que tenía un blog. Enseguida pensé en publicar uno de sus relatos. Aceptó.

Sin más dilación, os dejo el primer relato que leí: La espera.  Espero que os guste. Namaste.

 La espera

Hay una premisa que es indiscutible: Cuando uno llega a una cola es, siempre e indefectiblemente, el último. También dicen que si uno se para el suficiente tiempo en un lugar, la gente empezará a formar detrás suyo, y creo que éste ha de haber sido el caso en un pueblo en donde la gente es perezosa porque no hay nada que hacer.

Cuando llegué, la fila se perdía indefinidamente en una niebla espesa sobre el horizonte.

Qué había al principio o cuántas personas estaban ahí era incierto. Eran tantos como arena hay en la playa que cobija la espuma salada y el rango de visión alcanzaba a contar unos cientos nada más.

Es curioso que en estas situaciones y en un lugar en donde hay aproximadamente 5000 habitantes uno no conozca, nunca, a absolutamente nadie; quizás por eso son tan enojosas las esperas.

Únicamente niebla y gente, ni sol ni estrellas, ni árboles ni casas, sólo la bruma que cubría las ansiedades.

Los más previsores habían llevado consigo botellas de jugo y abanicos para mitigar la opresión de la atmósfera pues nunca se sabe cuánto pueden demorar estas cosas; pero antes de que el péndulo marcara otra hora, ya habían surgido de los confines de la tierra, los vendedores ambulantes que circulaban entre la fila y el gris inquebrantable. Algunos, más equipados, incluso ofrecían bolsas de dormir, pero aún era temprano y pocos se aventuraron a la compra. 

Para la hora del té ya había tanta gente atrás mío como adelante y los extremos de la cadena de eslabones humanos se perdían en ambos horizontes.

Adelante, una señora mayor de ojos saltones buscaba con quien entablar conversación, y el que adivino era su marido no parecía en absoluto interesado. Cuando anticipé su intención de voltear 90 grados la cabeza enrulada en busca de aprobación, giré sobre mi eje y observé al tipejo de atrás.

No sé por qué los ancianos, o más específicamente las mujeres ancianas, no pueden controlar el impulso de divagar sobre sus vidas y pesares con completos extraños.

Cuando la última claridad que se filtraba por el áspero manto de niebla se difuminó, me había enorgullecido por descubrir que, cada exactamente 32 segundos, avanzábamos un paso, y me jactaba del descubrimiento con todo el que estuviera alrededor.

El marido de la charlatana de ojos saltones – me las arreglé para evadirla solamente 17 minutos – se mostró complacido con la precisión del comentario y nos entretuvimos largo rato comprobando la veracidad de mi afirmación.

  • Efectivamente, 32 segundos, un paso. Dijo.

  • Una coordinación maravillosa, qué burocracia tan esplendorosamente ordenada. Nunca vi algo así, si me preguntan a mí. Acotó ella.

Claro está, nadie se lo había preguntado. El hombre gruñó y desplegó un periódico de importantes dimensiones que había adquirido del vendedor que correspondía a nuestro tramo porque, a las 8 de la noche, todo estaba rigurosamente dispuesto.

  • No podés leer sin luz. Dijo la señora porque parecía físicamente incapaz de contener la fastidiosa verborrea emanante de sus labios finos.

  Ni ellos, el grupo de adelante, ni nosotros, los del medio, sabíamos con certeza lo que había más allá, donde la fila empezaba, pero corrían rumores de que la hilera llegaba hasta la capital del país – a unos 200 Km. – y que había algo esplendoroso, y regalos. La mujer, que aprendí a fuerza de repetición se llamaba Marta, juraba que no podía haber tanta gente sin regalos. 

  

La espera exige paciencia...
La espera exige paciencia...

Cenamos sándwiches de pollo y luego nos turnamos para dormir en tienditas improvisadas al lado del camino humano. Grupos de a cuatro, tres horas, calculando a cuánta distancia encontrarían a los compañeros. Era una suerte que Juan, 5 lugares atrás, fuera profesor de matemáticas. Los noctámbulos, incluyéndome, nos ocupamos de cazar comentarios errático para convidarlos al resto.

 

Al llegar el día, idéntico a su predecesor, María, tres lugares adelante, tuvo un ataque de pánico por la espera y aunque encontramos un médico a varias decenas de pasos, la chica dijo que la situación era insostenible y se dio a la fuga. Una parte de todos se marchó con ella.

Había quienes aseguraban que habían estado allí una semana, uno incluso dijo que un hombre, que no se veía desde donde estábamos, había muerto de inanición en la espera porque se había olvidado la billetera.

Con el avance del día, los ánimos decayeron y varios proponían marcharnos, pero luego de tanto tiempo, pocos se atrevían a ceder el lugar.

Fue entonces que noté que adelante, había como mucho, 20 personas y cientos atrás, constantes.

Hay una escalera” resonó sordo el ruido de las palabras que Marta traía luego de haberse ausentado por una hora – probablemente por socializar con cuanta cosa con boca y ojos hubiera incurrido en el error de mirarla.

  • Es mecánica. Agregó; y al dato le siguieron 15 minutos de halagos al gobierno, al dios de las escaleras mecánicas y a reflexiones sobre la falta de escalones en época de guerra.

640 segundos después, y claro, 20 pasos, me permitieron ver a lo lejos la escalera de plata irguiéndose colosal y perdiéndose en las nubes.

En el lugar que tanto esperábamos, el principio de todo, no había nadie: sólo los escalones y un cartel que cada 32 segundos exactos se iluminaba con la intimidante orden “suba”.

Marta le rogó al marido ir primero con insistencia innecesaria porque él dijo que sí y sin oponerse ni un instante, suponiendo tal vez y erradamente que de esa forma se ahorraría los 5 minutos de súplicas ininterrumpidas…

Subió él y yo aguardé con más desesperación que paciencia a que se encendiera el cartel que supondría el fin de la espera.

Puse el pie izquierdo primero – por costumbre- y comencé a ascender.

96 segundos después, la escalera seguía su marcha y el esposo de Marta (nunca supe su nombre) se veía más arriba o adelante, porque la escalera no era tan empinada como las regulares ni lo era tan poco como una rampa.

Tieso giró con los ojos que se adivinaban húmedos y con la voz tan fuerte como trémula gritó:

  • No hay nada arriba.

32 segundos más tarde lo comprendí. Llegó al tope de una escalera titánica que no iba a ningún lado; intentó retroceder pero a medida que se avanzaba el escalón se movía furiosamente al fin.

Me miró, se sacó el sombrero con un guiño y luego cayó a la nada; y el gris, la niebla y el tiempo lo devoraron.

Espantada intenté descender pero no pude: 32 segundos se escaparon entre los dedos hasta ver el último escalón a una muerte segura. «Pobre Marta», pensé.