Quería leer a Eugenides pero temía lo que me iba a encontrar. Mi percepción auguraba una flamante decepción, tras haber leído Middlesex, de la que poco más puedo añadir más que enlazaros la reseña y recomendárosla encarecidamente.
Así, aunque lo compré y lo mantenía a la vista para cuando lo necesitara, La trama nupcial se iba quedando en un segundo plano, hasta que a raíz de un viaje en la que no podía llevar los enormes libros que estoy leyendo, decidí empezar éste. Vale, no es muy corto pero al menos es una edición mucho más manejable.
En La trama nupcial tenemos tres personajes: Madeleine, la bella joven interesada por la literatura, Leonard, el galán con el que Madeleine empezará una relación, y Mitchell, el tercero en discordia.
Eugenides utiliza un narrador en tercera persona que no conoce todo de cada uno de ellos, sino que se mantiene al lado de cada personaje como testigo de lo que les va ocurriendo. Además, utiliza los cambios de capítulo para saltar de uno a otro, y los saltos temporales para mantener el interés del lector.
El personaje no deja de ser más que el motivo perfecto para ahondar en el tema que representan. Para Madeleine: el amor, los momentos de iniciación en la adolescencia y los novios que tuvo hasta llegar a la universidad. A partir de aquí, sus estudios y su interés por la novela victoriana. Sin embargo, llegados a un determinado momento, cuando el autor considera necesario, nos presenta a otro personaje, creado hilos entremezclados con objeto de ganar complejidad poco a poco. Así, en el momento en el que Madeleine conoce a Mitchell comenzaremos a ponernos en la piel de este peculiar chico, su relación con nuestra protagonista y sus pasos en la búsqueda espiritual. Al que conocemos más como presencia pero menos internamente (exactamente como todos los que le rodean, que tienen una imagen de él distorsionada de lo que es en realidad) es a Leonard, envidiado por Mitchell, amado por Madeleine, personaje muy bien creado y complejo, que gana en aristas según vamos leyendo.
A Madeleine no le había servido de gran cosa. (…) Como lectora no estaba interesada en la figura del lector (…), era absolutamente feliz con la idea del genio. Quería que un libro la llevara a lugares donde ella no podría llegar por sí misma. Pensaba que un escritor tenía que trabajar más para escribirlo que ella para leerlo. Cuando se trataba de letras y de literatura, Madeleine defendía una virtud que había caído en desgracia: la claridad.
Página 65
(INCISO QUE CONTIENE SPOILERS DE LA TRAMA: Por poner un ejemplo, al contarnos la ruptura entre Madeleine y Leonard, primero conocemos el punto de vista de ella, fragmentado y poco descriptivo, y nos quedamos exactamente como ella: sin comprender lo que realmente ha ocurrido. No es sino unos capítulos más tarde cuando, desde el punto de vista de Leonard conoceremos la otra parte de la historia, comprendiendo por fin qué ha sucedido).
Mi prejuicio se vio confrontado cuando empecé a leer la novela. Ayudó que tuviera bastante tiempo para leer y así puede avanzar rápido, conocer la vida de Maddie y encontrarme muchos brillos que encontré en la anterior novela que leí del autor. Pero después, empecé a pensar que a fin de cuentas estaba en lo cierto y que la novela se iba a empantanar cuando vi que hacia la mitad del libro los temas religiosos eran mayoría, y es que la búsqueda espiritual de respuestas por parte de Mitchell y parte de su viaje a la India se me hizo más pesada y aburrida. No sé si es porque este tipo de temas me aburren o bien que el autor se detiene demasiado en ellos.
Sonaba a algo que Santa Teresa -que lo escribió quinientos años atrás – había experimentado, algo tan real como el jardín que podía verse desde la ventana de su convento de Ávila. Uno puede distinguir la diferencia entre alguien que describe algo inventado y alguien que utiliza un lenguaje metafórico para describir una experiencia inefable, pero real.
(…)
Había libros que se abrían paso a través del ruido de la vida y te agarraban del cuello de la chaqueta y te hablaban sólo de las cosas que encerraban más verdad. Una confesión era un libro de ésos.
Página 270
Sin embargo, una vez que Mitchell regresa y cuando Eugenides vuelve a interesarse por Maddie y Leonard, la historia continua de forma potente, retrotrayéndose al pasado para acercarnos a los recuerdos de Leonard ahora que ya conocemos los de Madeleine.
Para cuando se perfilaba el final me temía que la historia acabara de una forma demasiado arquetípica, cayendo en los tópicos habituales de las historias de amor, en un buenismo justiciero en el que todo fuera de color de rosa. Por suerte, el reencuentro final de los tres personajes pone un broche perfecto a la historia, donde por fin se cerrará un círculo que comenzó en el campus universitario.
Eugenides es un escritor inteligente, que sabe medir lo que nos cuenta para conseguir golpes de efecto, que utiliza los saltos temporales en los momentos exactos para obtener tensión, misterio o resolución según prefiera crear una u otra en el lector. Lo hizo en Middlesex
Así que una vez superado mi prejuicio, sí, a por Las vírgenes suicidas.
FICHA:
Te gustará si te gustaron |
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Pros |
- La narración repartida entre los tres personajes.
- El personaje de Leonard. Fragmentos y fragmentos marcados. Moli, me he acordado de ti.
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Contras |
- El viaje de Mitchell se me ha hecho aburrido.
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Namaste.
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