Safranski

Leyendo a Safranski

¿Por qué leo a Safranski?

Porque de repente uno ve que Tusquets publica un libro sobre Goethe y Schiller. Porque uno espera encontrarse con una historia lineal sin gracia de la vida de los genios alemanes y de repente llega y se encuentra con esto:

Goethe rechaza la Revolución porque la politización ligada a ella implica a los hombres en relaciones y actividades que les sobrepasan notoriamente. Éstas favorecen una confusión general de los patrones y son una expresión de la misma. Lo cercano y lo lejano ya no se distinguen adecuadamente. El círculo vital donde cada uno se maneja y del que cada cual puede responsabilizarse se ve inundado con estímulos a cooperar y opinar, en suma, se produce un cambio de mentalidad para el que, mucho más tarde, una filosofía encontró la siguiente formulación: nadie es él mismo y cada uno es como los otros. Las consecuencias son la confusión en lo grande y el desamparo en lo pequeño.

Después, dejo el marcapáginas en su lugar y miro al vacío.

Más o menos dos minutos después me doy cuenta de que este señor escribe con una pulcritud que asusta.

Aproximadamente tres minutos después miro el nombre del traductor. Raúl Gabás, has hecho un buen trabajo.

Namaste.

Autor, Higgins, Literatura

Los amigos de Eddie Coyle, George V. Higgins.

En ocasiones los inicios de las novelas se pueden hacer lentos. Bien porque sean introductorios, bien porque abunden las descripciones, en ambos casos se da la circunstancia de que las primeras páginas son más pausadas con el objeto de encuadrar lo que vendrá después.

Portada de los amigos de Eddie Coyle, de George V. Higgins
Portada de los amigos de Eddie Coyle, de George V. Higgins

Pues bien, esta regla se rompe en mil pedazos cuando tenemos en nuestras manos Los amigos de Eddie Coyle. Desde el primer momento se nos sitúa en la acción, asistimos casi sin darnos cuenta al germen de lo que posteriormente será la trama. Pero es que además Higgins lo hace en los primeros capítulos, sin siquiera adelantarnos el nombre de los protagonistas, sino sólo un adjetivo para distinguirlos.

Posteriormente el autor sí que nos aporta el nombre de cada uno de los personajes. Pero sólo eso, porque las descripciones son escasas, más bien todo juega en nuestra imaginación. Para contrarrestar esta posible laguna, además de que los diálogos son constantes, se conciben como diálogos reales, sin farsas, sin exageraciones, como si se estuviera copiando lo que dos personas dicen por la calle. Porque eso es lo que precisamente es esta novela: de la calle, en la que se narra los bajos fondos del tráfico de armas, el ir y venir de las negociaciones, además de los intentos de la policía por frustrar cada uno de los intentos.

Los diálogos rápidos y asimismo, el hecho de que los capítulos (sin excepción) sean cortos, hace que la novela tenga mucho dinamismo. Que el lector quiera saber qué ocurre a continuación, qué le pasa a Eddie Coyle y a sus amigos.

Hay que reconocer que la historia es compleja hasta que se le coge el tranquillo: hay una gran variedad de personajes, acciones distintas y cosas que desconocemos. Sin embargo, conforme se va avanzando, al final el lector consigue sacar la visión global que buscaba el escritor. La sensación es que, miremos donde miremos están ocurriendo situaciones importantes que de algún modo influirán en el devenir de los acontecimientos. Por este motivo hay que estar atento y no perder de vista ningún detalle. Aquí nada es lo que parece.

FICHA:

Te gustará si te gustó
  • Atraco perfecto, Lionel White.
Pros
  • Los diálogos brutalmente reales.
  • Dinamismo desde la primera página.
Contras
  • El inicio, que es algo inconexo.
  • Como siempre, evitad leer el prólogo al inicio del libro.

Namaste.

IMM

IMM (15)

Vuelvo para mostraros las nuevas adquisiciones, que aunque ya llevan un tiempo en la estantería, pero por temas de tiempo no os había enseñado. Son los siguientes:

Portada de "Mrs. Hemingway en París", de Paula McLain

  • Mrs. Hemingway en París, de Paula McLain. Cortesía de la editorial, que se puso en contacto conmigo por si me interesaba la novela. ¡Gracias!
Libros de Solmssen, Cabrera Infante y Beevor
Libros de Solmssen, Cabrera Infante y Beevor
  • Una princesa en Berlín, de Arthur Solmssen. Recomendación de Pedro. Llevaba ya un tiempo en mi lista del Plan Infinito, hasta que me topé con esta edición que además de tener buena pinta, resultó económica.

  • Tres tristes tigres, Guillermo Cabrera Infante. Un clásico que quería leer desde hace mucho tiempo (no exagero si digo que más de un lustro). Las veces que lo busqué en la biblioteca no hubo manera, y también probé con anterioridad en otras librerías pero sin suerte. Me vi obligada a comprarlo en cuanto comprobé que era el último que les quedaba. Es extraño, porque me parece un libro bastante famoso, pero por lo que sea ha sido más complicado de encontrar de lo que yo pensaba.
  • Stalingrado, Antoni Beevor. Cortesía de Domingo. Este autor estaba en mi lista gracias a una de las recomendaciones de Molinos sobre libros de la Segunda Guerra Mundial (aunque con El día D.). Mi propósito lector de 2012 es leer una mayor cantidad de libros de no ficción. Lo cierto es que tengo muchos de distintas temáticas en mi biblioteca personal pero siempre acabo leyendo novelas de ficción. Este es una buena opción para comenzar. 🙂

En breve más reseñas.

Namaste.

Autor, Balzac, Literatura

Eugenia Grandet, Honoré de Balzac.

Es necesario acercarse a los clásicos. Imprescindible, diría yo. Y lo es precisamente para comprender por qué ahora la literatura es como es, para darnos cuenta de que, con contadas excepciones, no está nada inventado.

Por este motivo Honoré de Balzac acabó en mi lista de 50 libros para leer antes de los 30.

Portada de la edición conjunta de "Eugenia Grandet" y "Papá Goriot"
Portada de la edición conjunta de "Eugenia Grandet" y "Papá Goriot"

El hecho de empezarlo a leer fue otra historia. De repente, un día por la mañana me giro y miro a la estantería. Veo el lomo de tono morado que incluye dos obras de Balzac y me digo a mí misma que he de leerlo ya. Así fue cómo esta lectura se coló en la lista que tenía prevista a corto plazo.

Un lector es capaz de reconocer distintos tipos de novelas: algunas se centran en la acción, otras en un particular estilo del autor y otras en la caracterización de los personajes. Esta novela es del último caso.

El autor comienza a narrarnos la historia de una forma tímida, muy poco a poco, para que nos vayamos habituando a los personajes y a los acontecimientos que se van desarrollando.

Con un lenguaje muy rico y preciso, Balzac pasa por distintas fases a la hora de narrarnos la trama. Si al principio se trata de un observador imparcial situado al margen de valorar los asuntos que se tratan, después pasa a ser un narrador apasionado de las historias que nos cuenta. Y esta historia no es sino la de Eugenia, una joven casadera hija de un rico tonelero con el que varias familias se quieren emparentar.

Pero si algo destaca de esta novela es el personaje del avaro padre de Eugenia, que ejemplifica en una sola persona todas las características de dicho adjetivo. Novela barroca, rica en matices, conjuras y palabras veladas, Eugenia Grandet no es sino una novela que consigue que el lector se quede con la sensación de la marca indeleble del personaje del padre. Es tan vívido que desespera, que rellena todos los huecos que pudieran tener las palabras ruindad y avaricia.

Os dejo aquí un pequeño ejemplo de uno de los diálogos:

  • ¡Qué gusto tener unos parientes así!

  • Sí, sí, aunque no lo parezca -respondió Grandet- soy un buen pa… pariente. Amaba a mi hermano y lo demostraré si no me cuesta dinero…

  • Vamos a dejarlo, Grandet- le dijo el banquero interrumpiéndolo dichosamente antes de que terminara su frase – Si adelanto mi partida, es preciso que ponga en orden algunos asuntos.

  • Bien, bien. Yo mismo, en re… relación a lo que usted sabe, voy voy a rerereretirarme a mi cuar…to de dedededeliberaciones.

Es complejo atravesar el tiempo y la distancia y conseguir que un lector del Siglo XXI se ofusque ante las conversaciones del padre, o que tenga ganas de sacudir por los hombros a la ingenua de Eugenia, que se lamente por la red de araña que crea para conseguir sus planes… y sin embargo, lo ha conseguido.

FICHA:

Te gustará si te gustó

Pros

  • El personaje de Grandet, que crece en dimensiones según vamos leyendo más.

Contras

  • El inicio se hace algo lento.

  • La traducción es argentina y algunas palabras resultan extrañas.

Reto 50 libros

  • 4 de 50.

Namaste.

Bazar, Literatura

Yo confieso

Este post nació (cómo no) de una conversación en twitter a raíz del la visión distinta que tenemos de El palacio de la Luna de Paul Auster.

Comentaba Karo que se sentía tonta, que a todo el mundo le gustaba menos a ella (a mí con reparos, como ya pudisteis leer entonces).

A partir de ahí estuve dándole al magín. Porque lo que sentía Karo es común. ¿Quién no se ha sentido estúpido al aburrirse con un libro de un autor aclamado? ¿Quién no ha pensado que se ha perdido mucho en la lectura porque no hemos llegado a entender lo que vieron los demás? ¿Quién no ha dudado de su propio parecer? ¿Quién se ha callado alguna vez su opinión por miedo a quedar como un ignorante? Pues hoy es un buen día para salir del armario. Para confesarse a uno mismo y a los demás qué es lo que pasa realmente por la cabeza cuando terminamos un libro, sea el que sea.

¡Tampoco es para poner esa cara, padre!
¡Tampoco es para poner esa cara, padre!

Yo confieso que Pío Baroja me pareció un aburrimiento. Que terminé El árbol de la ciencia por terminarlo, que no vi la magia por ningún lado. Que ese señor me pareció un pesado.

Yo confieso que El guardián entre el centeno no me pareció merecedor de ningún elogio. Simplemente era una historia más. Sosa y llana. Y ya que estamos, confieso también que le dediqué una entrada en la que le ponía bastante bien. Pero confieso que tuvieron que ver dos cosas: la primera, que el autor acababa de morir. La segunda, que estaba convencida de que me había perdido algo que los demás sí vieron. Ahora eso ya no lo tengo tan claro. (Carne de relectura, lo sé).

Yo confieso que no llegué ni a la mitad del Ulises de Joyce. Y que muchas cosas no las entendí.

Yo confieso que me aburrí leyendo El conde de Montecristo. Pero que, cuando iba llegando al final maduró todo lo que había leído antes y vi la magnificencia de la obra.

Yo confieso que nunca me había planteado leer El Quijote hasta que me lo regalaron por mi cumpleaños. Ahora me lo planteo pero yo misma sé que no me apetece nada de nada.

Yo confieso que un día cogí En busca del tiempo perdido de Proust y no pasé de la primera página. Tuve miedo.

Yo confieso que me lo he pasado muy bien con las Crónicas Vampíricas de Anne Rice. Eso sí, hasta que a la mujer se le fue la olla y empezó a desvariar con Dios, los ángeles y los arcángeles.

Yo confieso que compré un libro de Paul Valéry pensando que El cementerio marino era una novela de miedo. Me sorprendió ya no sólo que no fuera de miedo, sino que además no era ni una novela.

Yo confieso que Punto omega, de Don Delillo y Ventajas de viajar en tren, de Antonio Orejudo me parecieron unas novelas raras de narices. Que cerré los libros y no sabía cómo narices iba a escribir una reseña de algo que seguramente no había entendido.

Yo confieso que La peste de Albert Camus me aburrió como una ostra. Aún no sé qué vieron los demás que yo no vi.

Y vosotros, ¿tenéis algo que confesar?

Namaste.