Tras leer Crónicas de Jerusalén, no pude evitar escoger otro de los cómics de Delisle en una de visitas a la biblioteca.
Otro país, otra experiencia, Pyongyang mantiene los trazos sencillos y el limpio dibujo del resto de sus obras. Sin embargo, cambia tanto el país como el momento en el que lo visita.
Corea del Norte, el extraño país que vive sumido en una dictadura desde hace ya mucho tiempo, un lugar en el que hay que rendir pleitesía a un líder extraño y ajeno para cualquiera que no se haya criado en aquélla sociedad. Cómo no acercarse a curiosear la opinión del dibujante ante tamaño reto.
Quizá porque ya venía con la experiencia de Jerusalén, donde el autor puede reflejar tanto lo grande como lo pequeño, esperaba otra cosa. Aquí simplemente se queda en lo que le sucede a un ciudadano de a pie ante las distintas situaciones que se le plantean, esto es, una muestra anecdótica del día a día de un occidental en en el país. Esperaba que hubiera una reflexión, de cómo se llegó a dicha situación, algo de contexto histórico o visos de ponerse en el lugar de los norcoreanos. Sin embargo, nada de esto aparece. Lo único que he llegado a ver, muy a mi pesar, es una serie de tufillo generalista que no me gusta nada de nada. Una especie de prejuicio velado o de comentarios simplificadores que, en el mejor de los casos rozan el estereotipo y en el peor llegan al racismo más chabacano.
FICHA:
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Namaste.