Solenoide más que una lectura es todo un reto.
En primer lugar, por el tamaño: es un reto de 800 páginas, lo cual se convierte en un reto largo, al que necesitamos invertir varias semanas (en mi caso meses).
También por la ausencia de trama, o porque en la trama cabe todo. Se trata de la historia de un profesor de rumano, así en general: la historia incluye su pasado y sus recuerdos, su día a día en su escuela y sus pensamientos, las lecturas que le han marcado como persona y por supuesto, además de su importante anecdotario de situaciones extrañas, que incluye la visita de extraños seres por la noche, la levitación o la búsqueda de los solenoides por la ciudad de Bucarest.
Como muchos de los personajes de Cărtărescu, nuestro protagonista, del que no conocemos ni el nombre, es una persona compleja, que surfea entre la realidad y los sueños, que reflexiona y vuelve siempre atrás: en sus recuerdos, como en la perenne cajita con sus dientes de leche. Personajes que si no están atormentados al menos adolecen de principios depresivos, que están incómodos con la piel que habitan pero se muestran al mismo tiempo pasivos en el cambio de su situación.
Quizá solo leamos para regresar a la edad en la que aún éramos capaces de llorar con un libro en las manos; aquella época, entre la infancia y la adolescencia, que constituye el dulce prólogo de nuestra vida.
Página 205
Los que hayan leído a Cărtărescu sabrán perfectamente cómo es su estilo: en ocasiones gana velocidad, como cuando nos cuenta el paso por un hospital de tuberculosos del protagonista. En otros, se detiene en un detalle y lo estruja hasta que continúa, alargando los capítulos.
Es complicado clasificar este libro. También es muy difícil valorarlo. Quizá todo lo bueno que tiene corre de la mano de todo aquello que sugiere, aunque en ocasiones podemos caer en un estado de aburrimiento al ver que no avanzamos.
¿Por qué sé que existo si también sé que no existiré? ¿Por qué se me ha concedido acceder al espacio lógico y a la estructura matemática del mundo? ¿Solo para perderlos cuando se destruya mi cuerpo? ¿Por qué me despierto por las noches ante la idea de que soy mortal y me incorporo, bañado en sudor, y grito, y me agito, e intento sofocar este pensamiento intolerable de que voy a desaparecer por toda la eternidad, de que no existiré hasta el final de los tiempos? ¿Por qué acabará el mundo conmigo?
Página 399
Ya sabéis que el rumano es uno de mis autores fetiches, a los que siempre regreso, y que siempre me sugiere mucho en sus lecturas, pero precisamente por eso esta lectura se la recomendaría solo a los incondicionales, a los que ya conocen el estilo y se han obnubilado con Nostalgia o con Lulu. No a los que por primera vez se acercan, ya que el reto puede resultar arduo.
Lo que sí que recomendaría, como en todos los libros de este calibre, es simultanear su lectura con otras más cortas, más ligeras o como queráis llamarlo. Creo que si hubiera optado por leerlo concienzudamente no habría podido continuar el ritmo sin desanimarme.
Con esto no quiero que penséis que no lo recomiendo, simplemente analizo lo obvio: no es una lectura para todos ni para cualquier momento. Es una lectura para estar atentos, de las grandes lecturas que es difícil asir, que parece que siempre nos ganan ventaja a los lectores. Eso es precisamente lo bueno y lo malo, la sensación de caída en su lectura, y la magnificencia de crear una obra volátil, onírica, totalmente extraña, pero que es capaz de sugerir y proponer tantas cosas.
Para mí leer a Cărtărescu es siempre una experiencia. Pocos autores me sugieren tanto como él, pocos me marcan como lectora tanto como él. Recuerdo el preciso momento en el que terminé Lulu, igual que recuerdo el momento cuando leía Nostalgia. Lo recuerdo a fuego, como los libros que no pasan en balde. Y de Solenoide recordaré a la vez, leer páginas y páginas pensando en por qué me cuenta esto ahora, pero también terminar un capítulo con la boca abierta y mirar a la pared. O simplemente, pasar una página y encontrar un fragmento como este:
Sí, esto es solo que soy, esto he sido desde que estoy en este mundo: un hombre solo, esperando detrás de una ventana. He volcado aquí, en la caja de cartón de mi manuscrito, un montón de piezas de puzle. Incomprensibles en sí mismas, caen sobre las demás del derecho o del revés, se diseminan por el amplio espacio de juego. A partir de ellas, los largos dedos de la lógica del sueño podrían llegar, gracias a minuciosas maniobras de combinación, giro, posicionamiento, aumento y disminución, centralización y lateralización, acentuación y difuminado, a un cuadro siquiera parcialmente coherente, al menos coherente para mí aunque siguiera siendo absurdo para todos los demás, porque existen coherencias inteligibles e ininteligibles, al igual que existen el absurdo comprensible y el incomprensible. Puedes entender lo inteligible, eso es la serenidad. Puedes entender lo ininteligible, eso es el poder. Puedes no entender lo inteligible, eso es el terror. Puedes no entender lo ininiteligible, eso es la iluminación. Así como, en la oscuridad más profunda, no sabes si tienes los ojos abiertos o cerrados, a veces siento que, en el espanto y el estremecimiento de mi vida, ya no sé en qué parte de mi cráneo me encuentro.
Páginas 507-508
Los libros que son un reto hablan por sí solos, ¿no creéis?
FICHA:
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Contras
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- Hay momentos en los que uno duda de adónde quiere llegar el autor, que llegan a aburrir.
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Namaste.
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