Autor, Literatura, Murdoch

El mar, el mar, Iris Murdoch

Las formas que tiene un libro de llegar a nosotros son variadas, pero siempre, siempre, parece que nos buscan. Un título, el nombre de un autor, es recomendado, aparece en las noticias, lo vemos en la librería, de repente nos persigue.

El-mar-el-marEl mar, el mar (Lumen, 2019), es uno de esos casos. Primero varios lectores lo proclamaron una de sus mejores lecturas de 2019. Más tarde no paraba de encontrarme loas a la prosa de la autora, nueva para mí, además de reediciones de sus novelas.

A principios de este año decidí comprarlo, a pesar de la espantosa portada (¿o no?), enseguida lo colé en mi orden de lecturas, animada por las buenas opiniones.

Lo que me encontré no era para nada lo que esperaba. Como es habitual, no leí la sinopsis ni el tema del que trataba, además de leer las reseñas en diagonal, sólo interesada en el motivo por el que tenía que leerlo y no la temática ni la trama para evitar excesiva información.

La novela no empezó nada mal. Un antiguo director de teatro decide mudarse a la costa inglesa, alejarse de los focos y de su antigua vida londinense y comienza a rememorar su vida. Enseguida me encontré con pruebas de la pluma de Murdoch:

Siempre sentí que estábamos en el mismo barco, compartiendo la misma aventura. (…) Disfrutábamos de nuestra recíproca compañía y estábamos ávidos de ella. Esta sí que es una prueba: más que la devoción, la admiración, la pasión.

Página 59

El problema es que mientras incluye reflexiones interesantes y potentes descripciones también va añadiendo párrafos de este tipo:

He almorzado ya, y ahora voy a describir la casa. Pero antes diré que he comido con sumo placer lo siguiente: tostadas calientes con mantequilla y pasta de anchoas, judías estofadas con apio picado, tomates, zumo de limón y aceite de oliva. (Un aceite de oliva bueno, de veras de los sabrosos, es esencial; me he traído una provisión de Londres.) Unos pimientos verdes habrían sido un feliz complemento, solo que en la tienda de la aldea (a unos tres kilómetros de agradable camino) no pude encontrarlos. (No hay quien reparta provisiones a un lugar tan remoto como Shruff End, de manera que lo traigo todo, incluso la leche, de la aldea.) Después, plátanos y crema, con azúcar blando. (Los plátanos se han de cortar, jamás hacerlos puré, y la crema ha de ser ligera.)

Página 28

No sé qué me disgusta más: la descripción exagerada de la comida como si esto se tratara de una receta de cocina, la reiteración exagerada de los paréntesis o el punto ANTES del signo ).

El caso es que ya estaba con la mosca detrás de la oreja, pensando que esperaba que la cosa no fuera así durante las 700 páginas de la historia, porque, siendo sincera, me aporta bastante poco la descripción reiterada de la dieta de una persona. Y la verdad es que pasadas las primeras decenas de páginas nuestro protagonista comienza a hacer un recorrido caótico por las personas que han pasado por su vida: desde la relación con su familia hasta amantes y compañeros de trabajo. La propia autora se encarga de describirlo mejor que yo:

En fin, me parece que estoy escribiendo un poco de todo al mismo tiempo, en una especie de revoltijo. Tal vez debiera considerar este diario como unas notas preliminares. Me resistiré, al menos de momento, a la tentación de contar los recuerdos de mis producciones. Se me conoce por mi interés en Shakespeare, pero, como es de suponer, he hecho de todo. Pero basta de jactancias. El objeto de estas divagaciones era la presentación de Clement Makin. Pero la pobre Clement puede esperar; la verdad es que no tiene otra alternativa. Esa gran pugna de voluntades se ha terminado para siempre. Y ahora estoy aquí sentado, admirándome de mí mismo. ¿Es que he abjurado de esa magia y ahogado mi libro? ¿Habré perdonado a mis enemigos? ¿La entrega del poder, la mutación final de la magia en espíritu? El tiempo lo dirá.

Página 75

Me parece bastante representativo este fragmento, porque incluye cada uno de los aspectos que Murdoch irá reiterando en el resto de la novela: divagaciones, menciones de personajes que no se desarrollan, reflexiones y más divagaciones. (Las descripciones del agua, el mar y la costa inglesa también son frecuentes, claro).

Desconocía si el tono del libro iba a seguir así durante el resto de páginas que me quedaban. Llegada a la página 250 ya podía decir, sin ninguna duda, que este libro no es para mí. El exceso de descripciones, la divagación constante, y después, cuando de verdad narra las situaciones que ha vivido con todos los personajes que lleva mencionando 300 páginas, darse cuenta de que lo que está narrando es una historia de amor y obsesión, que recuerda incluso a los culebrones, por las idas y venidas, los comportamientos exagerados de amor y odio, los misterios y desapariciones.

Lo siento pero nada de lo narra Murdoch me interesa: lo del fondo es una historia mil veces vista y la forma me parece excesivamente pormenorizada sin llegar a encandilarme.

Los personajes son histriónicos, exagerados, increíbles. Toman decisiones surrealistas, aceptan motivos peregrinos, abandonan su voluntad según lo que necesita el pedante de Charles Arrowby.  La relación con Hartley toma unos derroteros entre absurdos e increíbles.

En definitiva: mi primer libro de Iris Murdoch ha sido un fracaso.  Soy consciente de que mi opinión va contracorriente tanto de público como de crítica (no en vano este libro ganó el Premio Booker), pero simplemente, esta lectura no es para mí.

FICHA:

Te gustará si te gustó
Pros
  • Destellos de buena literatura que salpican el texto.
Contras
  • Exceso de descripciones y divagaciones.
  • Desconexión con la lectura por falta de interés.
  • Página 337: en lugar de poner el famoso DIY plantan un HUM y se quedan tan panchos. Traducción de 2004.

Namaste.

 

Autor, Eugenides, Literatura

Las vírgenes suicidas, Jeffrey Eugenides

Lo reconozco: soy una lectora atípica. Empiezo por el final. En el caso de Eugenides, leí primero Middlesex y después La trama nupcial, para acabar leyendo (al fin) su novela más conocida, la más corta y la única con versión cinematográfica.

Las-virgenes-suicidasMientras que otros lectores empiezan por los libros cortos, yo lo dejé para el final.

El problema de decantarme siempre por los libros largos es que en ocasiones no tengo demasiadas opciones cuando quiero alternar un libro corto entre otros tochazos. De ahí que colara esta lectura, uno de esos libros que esperan paciente su turno.

Sin embargo, Las vírgenes suicidas no funciona como libro de transición porque desde el inicio el autor te deja claro que no te va a soltar hasta que lo termines. El inicio es contundente al respecto:

La mañana en que a la última hija de los Lisbon le tocó el turno de suicidarse -esta vez fue Mary y con somníferos, como Therese-, los dos sanitarios llegaron a su casa sabiendo exactamente dónde estaba el cajón de los cuchillos y el horno de gas y dónde la viga del sótano en la que podía atarse una cuerda.

Página 9

Mi sorpresa inicial fue encontrarme con lo que adelanta el título. Quién sabe por qué pensé que se trataría de una alegoría del texto y no, pura y llanamente cinco chicas suicidas. Ya sabéis: no leo la sinopsis.

Sorprende además el uso del narrador del autor. Esta vez escoge como narrador a un vecino indeterminado de las chicas, que además se explica en representación del grupo de chavales que fueron viviendo la evolución de la casa de los Lisbon. Lo hace además, desde un momento posterior a los sucesos, cuando rememoran lo que pasó 20 años antes.

Con la misma anormal persistencia, los conocimientos que teníamos de Cecilia también crecieron después de su muerte.

Página 41

Una evolución que comienza con una aparente normalidad, a pesar de los extremismos morales de la madre, pero que va cerrándose poco a poco, agobiando a las chicas que intentan sobrevivir en la casa. Un ambiente opresivo para ellas que se enrarece por momentos, pero también atractivo para sus vecinos, que ven a las muchachas como misteriosas y herméticas.

Un año y medio después todo ha terminado. Las cinco hijas de los Lisbon han muerto y esos vecinos siguen sin haber conocido qué sucedía realmente en esa casa, qué se les pasaba por la cabeza a las chicas. Una incógnita que forma parte del misterio.

Era un olor tan denso que parecía líquido y, si te introducías en él, era como si te salpicase.

Página 155

Las vírgenes suicidas es una historia que arrolla. Es curioso comprobar cómo tiene tanta fuerza sin caer en describir violencia, acción o tan siquiera, algún tipo de discusión. El misterio y la incertidumbre pesa sobre la trama, a fin de cuentas nadie sabe demasiado sobre los motivos de un suicida. Imaginemos si además son jóvenes apartadas, que funcionan como un cuerpo autónomo y que sólo se relacionan entre sí y con su familia.

Poco tiene que ver con otras obras del autor, ni en temática ni en el tono de la historia. Pero la calidad, el modo en el que Eugenides organiza la trama, cómo va incluyendo el resto de los elementos, el uso conveniente de los saltos temporales… todo lo que hace lo hace bien. Es cierto que no me ha parecido una novela tan redonda como Middlesex (seguramente influye que sea muchísimo más corta), pero la verdad es que me ha gustado.

Si buscáis una novela que os sacuda de un bloqueo lector, algún libro que os dé un buen empujón, esta es una buena opción. Ahora me falta ver la película.

FICHA:

Te gustará si te gustó
Pros
  • Inicio potente y arrollador.
  • El uso sorprende del narrador para contar, manteniendo el misterio, la historia de Therese, Mary, Bonnie, Lux y Cecilia.
Contras
  • Me ha costado bastante conocer quién es quién de las hermanas. No sé si ha sido torpeza mía o algo buscado por el autor. (¿Cuántas veces habré podido revisar la página 13? Lo menos doscientas).

Namaste.