12 años después. Se dice pronto. ¿12, de verdad? ¿Do-ce?
Ese es el tiempo que ha pasado desde que leí la primera parte de esta trilogía, no sé cómo ha pasado tanto tiempo ni cómo he dejado estar la obra más reconocida de Marías y precisamente por eso este año lo anoté en mi lista de leer en 2025.
Volvemos al punto de partida, con Deza, nuestro protagonista y narrador. En esta ocasión nos encontramos en un club nocturno en Londres, donde Deza se encuentra como traductor de un importante jerifalte italiano, mientras es obligado a ser el entretenimiento de su sugerente esposa. Esta es la situación, cuando, ya podemos temer, su curioso compatriota de la Garza hace aparición para añadir una situación esperpéntica a la ya de por sí incómoda.
Ten en cuenta que en el conjunto de una vida lo cronológico va perdiendo importancia no se distingue tanto lo que vino antes de lo que vino luego, ni los actos de las consecuencias, ni las decisiones de lo que las desencadenan.
Página 534
Lo anterior es la excusa de la que partir para volver y recordar, para mencionar diálogos, mujeres que se mojan con un perro que humedece el suelo, pasajes de Shakespeare, piernas que no se olvidan o una conversación que se materializa en un instante: detalles que nos llevan desde donde estamos a un pasado en el que éramos otros.
Parece raro que se trate de la misma vida, pensé. Parece raro que yo sea el mismo, aquel niño con sus tres hermanos y este hombre en la penumbra, con hijos propios (…) ¿Cómo puedo yo ser el mismo?
Página 600
Javier Marías utiliza ese punto de partida para ir y volver, para rememorar y recrearse en su estilo habitual: plúmbeo para muchos, de largas frases y sin diálogos, de idas y venidas. Un estilo que puede no gustar a muchos pero que resulta muy interesante, envolvente, sugerente.
Durante gran parte de la lectura me he sentido algo descolocada con la historia, lejos de aquella lectora a la que le encandiló la primera parte. No podría decir si este libro es peor que el primero o he sido yo la que ha cambiado y ahora Marías no me parece tan interesante. ¿Quizá un poco de ambas?
Sin embargo, hacia el final todos los hilos se unen sutilmente, dando un efecto de unidad que no tenía mientras leía el resto de la historia, algo que me ha reconciliado un poco con la historia.
No es el que más me ha gustado del madrileño pero me sirve para recordarme que tengo que terminar la trilogía, antes de otros doce años a ser posible.
Reviso cuándo fue la última vez que os mostré los libros que he comprado y para mi grata sorpresa, han pasado ya 2 meses. 2 meses de lecturas pero con pocas compras. Quiero pensar que algo va bien en cuanto a mi consumismo lector.
Estas son las últimas adquisiciones:
Me casé por alegría y Valentino, Natalia Ginzburg (Acantilado, 2018 y 2024, respectivamente). De un tiempo a esta parte busco por necesidad lecturas con capítulos cortos, libros ligeros que sostener en momentos en los que tengo una de las dos manos ocupadas. La solución ha sido volver a autores fiables que además tienen títulos en píldoras pequeñas, como estos de la italiana Ginzburg, de quien he leído Léxico familiar y Las pequeñas virtudes.
Un médico rural, La condena y El fogonero, Franz Kafka (Acantilado, 2024 y 2018) . Uno de mis autores predilectos de quien me faltaban estos títulos, perfectos para intercalar entre lecturas más largas.
Aguamala, Nicola Pugliese (Acantilado, 2022). Un planteamiento muy interesante de un autor que no he leído nunca.
El desván de las musas dormidas, Fulgencio Argüelles (Acantilado, 2025). El autor de aquella maravillosa historia, El palacio azul de los ingenieros belgas publica su última novela este año. Me dejó con ganas de más.
El nadador en el mar secreto, William Kotzwinkle (Navona, 2025). Recomendado por activa y por pasiva (quizá mucho tiene que ver con el podcast El café de Mendel) finalmente me he hecho con él.
Kentukis, Samanta Schweblin (Seix Barral, 2025). Llego tardísimo a la argentina, pero tras Distancia de rescate he hecho propósito de enmienda y por eso he comprado esta historia, espero leerla en breve.
Y vosotros, ¿habéis comprado mucho estas últimas semanas?
¡Nos vemos en el último recopilatorio de lecturas de este año!
En la lista de autores a los que me habría gustado regresar antes se encontraba en los primeros puestos el japonés Kenzaburo Oé, a la postre autor de ese Cuadernos de Hiroshima que es capaz de dejar la carne de gallina a cualquiera. No tenía claro con qué título regresar a su lectura, y una vez consultado por Instagram, la opinión unánime era este que os traigo hoy.
Una cuestión personal (Compactos de Anagrama,1999, aunque se menciona que la edición es de 2025 queda claro por los fallos y las notas al pie que se trata de una reimpresión) es una novela corta que tiene como protagonista a Bird, un joven que espera el nacimiento de su primogénito.
Su hijo nace pero no es para nada lo que esperaba. Afectado por un problema médico, se enfrenta a su particular odisea entre aceptar su nueva situación mientras anhela abandonar el país rumbo a África.
Como Apollinaire, mi hijo fue herido en un campo de batalla oscuro y silencioso que no conozco, y ha llegado con la cabeza vendada. Tendré que enterrarlo como a un soldado muerto en combate.
Página 37
Corta y directa, es una lectura dura, muy cruel, incómoda en demasía, que quizá habría pospuesto de haber conocido la sinopsis. Es dura y cruel por el destino de ese niño que de nada tiene culpa, es incómoda por ese adulto que prefiere huir de sus responsabilidades en los brazos de una amante. Es repulsivo también. Y por eso es muy bueno, claro.
A él lo alcanzaron en una batalla solitaria, dentro de un agujero oscuro y sellado que nunca he visto…
Página 103
Una cuestión personal ha sido un título que para nada esperaba que fuera así, ya que tampoco conocía este tono del japonés que bien podría firmar Houellebecq en su versión más cruda. Una lectura corta, de esas que impactan y que no se van de nuestra memoria lectora.
No diría que me ha gustado, no diría que en el futuro lo vaya a recomendar, pero es uno de esos títulos que se quedan marcados a fuego como lo hace la buena literatura.
No sé qué tiene la literatura que incomoda, si es eso de mirarse al espejo y ver los defectos del ser humano en contraste a muchas novelas buenistas pero siempre son interesantes sus propuestas.
El lugar sin límites (Alfaguara, 2024) es una novela breve si la comparamos con la anterior, de apenas 200 páginas, donde sin embargo, Donoso despliega su saber hacer literario, ese que brillante, que nos sorprende y nos embriaga.
La protagonista de esta historia es la Manuela, que trabaja en un prostíbulo de un pueblo venido a menos, un personaje que si tuviera que apostar tiene bastante que ver con la Loca del Frente, siendo su antecedente más claro.
Ella y el pueblo entero se quedaron en tinieblas. Qué le importaba que todo se viniera abajo, daba lo mismo con tal que ella no tuviera necesidad de moverse ni de cambiar.
Página 73
El pueblo, uno de esos que existe pero tiene sus días contadas. El resto de los personajes, un cacique, el protector de la Manuela, otro el violento, por el que esta se ve amenazada.
La Manuela, con los escombros de su cara ordenados, sonrería.
Página 77
Como en Los recuerdos del porvenir de Elena Garro, es este un pueblo con entidad propia, como si de un personaje adicional se tratase. Un lugar donde las reglas son otras que en el resto del mundo, un sitio aislado, diferente, al margen.
No quiero volver. Quiero ir hacia otras cosas, hacia delante. (…) Me gustaría tener donde volver no para volver sino para tenerlo, nada más, y ahora no voy a tener.
Página 113
Y allí se despliega algo similar a lo acontecido en Ixtepec: la incertidumbre de la violencia, el grupo de hombres que viene a acabar con la tranquilidad.
Las cosas que terminan dan paz y las cosas que no cambian comienza a concluirse, están siempre concluyéndose. Lo terrible es la esperanza.
Página 148
El lugar sin límites es una novela perfecta para entrar en José Donoso, antes de acometer la lectura de su novela más famosa, ya que en su breve historia condensa todo el estilo del chileno, su modo barroco con el que juega con el lenguaje. Una historia aparentemente sencilla que condensa su estilo por completo.
Un placer leer a Donoso y una pena que sea menos leído de lo que debiera.
Pocas son las veces en las que anoto dos veces un título en mi libreta de pendientes, algo que denota mi interés en momentos distintos de un libro en concreto, generalmente auspiciado por lectores entusiastas: uno de ellos el amigo Jesús, con quien suelo compartir gustos e intereses.
Justo eso es lo que me ha ocurrido con el austríaco Bernhard, y no veía la hora de completar la laguna que llevaba demasiado tiempo pendiente, lo he hecho con su obra más conocida, Corrección (Austral, 1983).
Algo sucede con en la buhardilla de los Höller. Y es que el narrador de esta historia llega a ella tras el suicidio del amigo común, Roithamer.
Nos componemos sólo de ideas que han surgido en nosotros y que queremos realizar, que tenemos que realizar, porque si no, estamos muertos, así Roithamer.
Página 210
El protagonista se ha propuesto ordenar y clasificar los documentos de Roithamer, los de la construcción de un Cono en mitad del bosque. Los montones de datos e información que guardó su amigo en, ya sabemos, la buhardilla de los Höller.
Altensam, el Cono, la buhardilla de los Höller. La narración es una espiral que gira en torno a esos tres elementos, de una forma repetitiva y machacona.
Renunció a todo lo que los otros no habían renunciado, de forma que sólo tuvo que pensar en renunciar, en dejar atrás aquello a los que los otros no renunciaban y que no dejaban atrás, sólo necesitaba observar lo que los otros hacían o no hacían para hacer él o no hacerlo, las omisiones de los otros eran sus acciones y sus acciones las omisiones de los otros.
Página 45
Las repeticiones las consigue con una cantidad absurdamente exagerada de frases subordinadas, omitiendo diálogos y puntos y apartes y convirtiendo el texto en un párrafo infinito que jamás termina y del que es difícil escapar, en el que además nos sentimos oprimidos de un aire escaso. El mareo del agobio, el aburrimiento de la opresión. Una idea, desgranada, analizada, repetida, una y otra vez.
El resultado es avanzar apenas, el pum pum de un bajo, la base repetitiva de una canción techno. El corta y pega excesivo. La larguísima frase que precede a otra igual de larga, el avance mínimo, como el que tenemos cuando pensamos algo, cuando analizamos, cuando proyectamos.
Se nos obligaba a todo, porque siempre se nos exigía algo que no queríamos, incluso cuando era algo que queríamos, se nos exigía en un momento en que no lo queríamos.
Página 237
Un huracán que nos arrastra para posteriormente empujarnos a través de frases iguales, machaconas, pivotando sobre esa buhardilla, sobre Altensam, sobre Roithamer. Una y otra vez. Página tras página.
(…) no esté predispuesto al suicidio y, siendo probablemente más apto para la vida que él, encuentre una y otra vez una salida, mientras que Roithamer no encontró la salida, pero un día yo tampoco encontraré ya la salida, todo el mundo está destinado a no encontrar la salida algún día.
Página 172
Reconozco que el particular estilo de Bernhard me ha parecido muy interesante al principio, pero después se me ha hecho cuesta arriba. Me ha costado no perder el interés, continuar leyendo ese párrafo infinito con la impresión que da igual donde lo dejara que la idea sería la misma en las siguientes 50 páginas. He estado tentada de dejarlo en más de una ocasión.
Corrección no es una novela entretenida, más bien justo lo contrario. Pasa poco y está muy separado en sus páginas. Tampoco es una novela larga pero sí lo parece, como si sus 370 se convirtieran en 800. A mí se me ha hecho como unas lagunas movedizas, en las que no solo me veía empujada hacia el fondo sino que cuando pensaba que iba saliendo, el peso del barro iba ralentizando mis movimientos.
No ha sido la lectura que esperaba, no me ha gustado tanto como suponía, pero lo que sí creo es que no olvidaré esta lectura, asociada además a una sala de espera de un hospital, igual de machacona y repetitiva que la buhardilla de los Höller.
Al fin llego a esta argentina que me recomendaron hace más de una década. Fallo mío, ya sabemos que la lista de pendientes no se acaba nunca y se agolpan los títulos y lecturas que queremos acometer.
Aunque el título anotado en mi libreta era El núcleo del disturbio, al no encontrarlo y ver que Seix Barral está reeditando alguna de su obra, escogí este, Distancia de rescate, escrito en 2014, en esta edición de 2025.
Distancia de rescate nos cuenta la historia de una madre con su hija. Y de un hijo con su madre.
Uno dice «perder la casa sería lo peor» y después hay cosas peores y uno daría la casa y la vida por volver a ese momento.
Página 20
El inicio de la historia comienza con una conversación, la de Amanda con alguien, identificadas las partes de este por estar escritas en cursiva. Pareciera como si este personaje estuviera indagando algo en la historia de Amanda, algo que aún no sabemos de qué se trata.
Amanda nos cuenta cuándo ha conocido a Carla, la vecina de la casa a la que acaba de llegar con su familia. Desde ahí ambas acciones se mezclan, desgranando quién es ese misterioso interlocutor y qué está buscando.
El resultado es una historia que se lee conteniendo la respiración para conocer qué hay detrás, cuál es el misterio, qué sucede realmente, y cuál será el desenlace.
En conjunto, Distancia de rescate huele a sur de Estados Unidos, a esa literatura sureña llena de pasajes oníricos y situaciones al límite: al de la violencia, al de la muerte. Un mundo en parte mágico y en parte poderosamente sucio y real. La unión de éxito de los contrastes.
Porque abrazar (al bebé) me recuerda mis primeros miedos.
Página 93
No quiero dar datos de qué sucede, en parte porque es la gracia de la historia y además por este libro se lee en una tarde y merece mucho la pena, sólo decir que Schweblin consigue meternos de lleno a un mundo de fronteras, de alientos fríos y miedos que se palpan, de niños sometidos a peligros y de padres que no acaban de ver lo que está por venir.
Me ha sorprendido, me ha encantado y ando golpeándome por las paredes por no haber leído a esta autora antes, porque sí, ya estoy anotando el resto de su obra y espero que Seix Barral edite, de una vez, el libro que sí tengo anotado en mi libreta.
Así que os la recomiendo y de nuevo, os conmino a buscar ese título que lleva anotado años en vuestra lista y darle prioridad.
Contadas son las ocasiones en las que anoto un título dos veces en mi lista de pendientes. Este fue el caso. Un libro poco conocido reeditado por Random House, siguiendo la estela de su novela más conocida, Trampa 22.
Por ser el autor de aquélla maravillosa, absurda, sarcástica historia, le asocié las mismas características a Algo ha pasado (Random House, 2022), si bien me daría cuenta enseguida que absolutamente nada tienen que ver entre sí.
Bob Slocum, protagonista de esta historia, es un ejecutivo de medio pelo, casado, con 3 hijos, que se encuentra en un momento de duda sobre su existencia. Anhela un ascenso pero al tiempo tiene un carácter frágil y complaciente que le hace dudar de conseguirlo. Tiene una estupenda mujer pero en lo único que piensa es en el divorcio, mientras acumula amantes. Adora a su hijo mediano pero siente desprecio para con los otros dos. Echa de menos a su hermano a pesar de haber presenciado una escena turbulenta de abuso con una vecina menor.
Pienso mucho en el divorcio y siempre lo he hecho. Aun antes de casarme ya pensaba en divorciarme. Visualizo a mi próxima mujer. Sería más joven, más bonita, tonta y sumisa.
Página 362
Pero aun así, teme a todos. Teme a sus compañeros de trabajo, teme que le deje su mujer, teme cambiar, arriesgarse, lo cual nos hace saber Heller de forma repetitiva y machacona las 600 páginas de la historia.
De un tiempo a esta parte a menudo me aburre mi trabajo. Todo lo rutinario se lo paso a otros. Y esto intensifica mi aburrimiento. Es un verdadero problema decidir si es más aburrido hacer algo aburrido que pasar a otros todo lo aburrido que llega a mi escritorio y quedarme entonces sin nada que hacer.
Página 56
Slocum no es interesante, Algo ha pasado tampoco lo es, pero sí es una reflexión dura y directa sobre el estilo de vida actual, muy a lo Houellebecq, desagradable, incómoda, pero no menos sincera. Un retrato de la vida actual, del aparentar lo que se debe ser mientras se esconde la miseria que le supone a Slocum levantarse cada día. Un homenaje al pose, al postureo, a las pretensiones.
Tengo la sensación de que alguien cercano no tardará en descubrir algo acerca de mi persona que será mi fin, aunque no alcanzo a imaginar qué puede ser ese algo.
Página 38
Algo ha pasado tiene multitud de fragmentos de reflexión, momentos en los que Heller, en boca del despreciable protagonista, le da forma a muchas de las situaciones que vivimos a diario cualquier ciudadano de a pie. Muchos de ellos son desagradables, pero no por ello resultan exagerados, sino que sentimos rechazo precisamente porque pone en boca de su protagonista de muchos sentimientos que andan por ahí, o que pueden acabar anidando en la cabeza de cualquiera.
El problema de Algo ha pasado es la búsqueda interesada del autor de resultarnos repetitivo, como lo es la rutina de cualquier hijo de vecino. Así, las ideas y los comentarios se repiten una y otra vez a lo largo de sus más de 600 páginas, con el objetivo claro de hacernos partícipes de una vida sin propósito, de un personaje mezquino al que conseguimos tenerle algo de aprecio, o al menos de compasión.
Siento escalofríos de terror a menudo cuando estoy ocioso. Normalmente no duermo bien (a pesar de que mi mujer dice lo contrario). Me entristezco y no puedo salir de mi tristeza. Ella es la que decide cuándo dejarme (hablo conmigo mismo o bien creo que puedo llegar a hacerlo). Me deprimo y no sé por qué. Lloro la pérdida de algo y no sé qué es; (sin piernas) camino con mis temores, dolores de cabeza y tristezas, todo ello inflándose y agitándose dentro de mí, a pesar de parecer que no me pertenecen. ¿Es esto esquizofrenia, o simplemente la conformación esquizoide normal, natural, típica, saludable, lógica y universal? (Podría alegar enajenación transitoria. Lo denominarían muerte piadosa. Se presentaría testimonio jurado de que se cometió el acto para no verlo sufrir más. La verdad es que no sufre).
Página 542
Porque Scolum, a fin de cuentas, es un pobre hombre, un tipo que no se miente a sí mismo pero que lo hace a diario, un personaje lleno de contradicciones, un infeliz que ha entrado en un agujero de gusano en el que todo se repite una y otra vez hasta el infinito.
¿Qué nos ha pasado? Algo ha pasado. Alguna vez yo fui un muchacho y ella una muchacha; éramos dos seres nuevos. Ahora somos marido y mujer, y ya nada resulta nuevo; todo resulta viejo.
Página 143
Algo ha pasado no es el libro que esperaba, aunque bien pensado, ninguno lo es. Tampoco la vida es como me la imaginaba.
Desde siempre, si veo un libro una y otra vez por las redes, acabo relegándolo a la lista de los que no quiero leer porque asocio esa sobreexposición al márketing y no a la calidad literaria.
Eso fue lo que me ha ido ocurriendo con esta novela, Tengo miedo torero (Las afueras, 2021), un libro que veía una y otra vez pero que descartaba también una y otra vez.
Al salir, la tarde la sorprendió con una bocanada nublada de día incierto.
Página 57
Tuvo que venir Pedro a prestarme su ejemplar para hacerme cambiar de idea. Eso y sus apenas 200 páginas me convencieron para colar su lectura fácilmente, y ahora, como todos aquellos que los vi mencionar esta novela, vengo a recomendárosla.
Tengo miedo torero es una historia de amor, la de Carlos y la Loca del Frente, en el Santiago de Chile de mediados de los 80. Militante político, Carlos forma parte de un grupo clandestino que participa en protestas con el régimen de Pinochet, lo cual afecta a la relación entre ambos.
Cada vez que Carlos se perdía, un abismo insondable quebraba ese paisaje, volviendo a pensarlo tan joven y ella tan vieja, tan hermoso y ella tan despelucada por los años.
Página 124
Con un estilo muy descriptivo y original (en la contraportada mencionan «colorida», adjetivo muy acertado) Lemebel nos acerca a un personaje potentísimo, el de la Loca del Frente, un hombre homosexual que vive su vida de forma libre, que le pone alegría y valentìa a un entorno turbio e inhóspito.
Lo que nos hizo encontrarnos fueron dos historias que apenas se dieron la mano en medio de los acontecimientos.
Página 202
Tengo miedo torero es una novela cortísima, prácticamente una nouvelle, que nos acerca a la ilusión de un amor idealizado (de los antiguos, plagado de canciones pasionales, de imaginaciones y exageraciones, como si de un primer amor se tratara) plagado de alegría por los pequeños detalles. Una novela estilísticamente muy interesante por lo original, por el uso de los adjetivos y las metáforas, por cómo describe un amor que podría ser exagerado o caricaturizado pero que consigue que veamos la bondad, la alegría, lo puro e inocente del amor de La Loca del Frente.
Contrasta mucho más si comparamos con la simetría de la sociedad: lo marginal de lo homosexual dentro de lo marginal de lo pobre (el amor en los márgenes), dentro de un mundo gris que huele a fango. Como si de una margarita dentro de una pocilga se tratara. Lo subversivo de Carlos, su lucha contra el sistema, frente la Loca, que supone una lucha en sí por la de vida que tiene, pero que subsiste bordando manteles para los ricos.
En conjunto es una novela muy interesante, ya que partiendo de una trama aparentemente sencilla y simple y sin golpes estructurales relevantes, Lemebel consigue que brille gracias a su forma de expresarse, a la colocación de los contrastes entre lo de dentro y lo de fuera.
Os recomiendo también el vídeo de los compañeros de Cómete la sopa Kafka que además de explicar muy pormenorizadamente la historia, analizan la primera página de la novela.
Regreso al autor peruano con la conciencia de que es de lo mejor que le ha ocurrido a las letras hispanas en los últimos tiempos, y para comprobar si lo de Vivir abajo (Candaya, 2019) es una anomalía en su obra o bien la base de un camino que nos va a traer grandes momentos a los lectores.
Como muy acertadamente me recomendaron, traté de no dejar pasar demasiado tiempo entre la lectura de una y otra al repetirse algunas temáticas y personajes en ambas obras, pero tratando de espaciar lo suficiente como para no quemar este descubrimiento. Así el mes de mayo fue el escogido para su lectura. Desde entonces hasta ahora, que consigo publicar mi opinión, no he parado de pensar cómo iba a expresar lo que os quería contar. Espero haberlo conseguido.
Minimosca (Candaya, 2024) es, en cierto modo, la hermana pequeña de Vivir abajo, ya que tanto el estilo como las temáticas son coincidentes en ambas: las guerras, la violencia, las idas y venidas de los personajes, o George Bennet, el omnipresente protagonista de una historia dentro de otras historias, llenas de referencias y de pedazos de hilos aparentemente independientes que después que posteriormente forman parte de un todo.
De nuevo tenemos a un personaje que viaja por América Latina y Estados Unidos con un propósito de búsqueda. De nuevo hay personajes que desaparecen, misterios que resolver a los cuales se trata de encontrar respuestas.
Aguza los oídos hasta que está seguro de que los golpes suenan en un pequeño clóset junto al baño de visitas, cosa imposible porque en ese lugar no hay ningún clóset.
Página 273
Se añaden en el texto múltiples referencias culturales, no sólo de literatura sino de cine, además de incluirse personajes reales como Stephen King o Marcel Duchamp. De nuevo, sus personajes están solos, traumatizados, con deudas pendientes. Los personajes de Faverón Patriau siempre tienen un vacío inconmensurable que tratan de llenar.
Sentí la pena de mi vida y la pena me miró desde una mesa al otro lado de la habitación, moviendo la cabeza, y con su voz de cascabeles oxidados la pena me dijo nunca más vas a aprender.
Página 131
Mientras que en Vivir abajo las partes se diferenciaban en cuanto a estilo y temática, hay que Minimosca una unidad estilística superior que sin embargo, valorada en su conjunto, encaja de una forma distinta o menos redonda que su hermana. O quizá simplemente el efecto sorpresa que teníamos con la anterior lo hemos perdido con esta novela, y al ser conscientes de lo que nos podemos encontrar prestamos más atención a la propuesta y nos fijamos más en los detalles.
Todo el mundo camina por órbitas distintas, yo pensé, pero no dije. Porque cada persona orbita alrededor de una cosa distinta, que es el centro de su mundo o el centro de su vacío, yo pensé en decir.
Página 363
En cualquier caso, Minimosca se sitúa, de nuevo, en la categoría de lecturas atrevidas, originales, violentas y exigentes con el lector, de esas que ofrecen una propuesta totalmente diferente a las machaconas novelas que pueblan los anaqueles de las librerías. Llena de variados recursos en sus 700 páginas: salta a momentos temporales y situaciones diversas para regresar más tarde, con aspectos surrealistas (un boxeador que gana por susurrar versos a sus oponentes) y otros crudos y reales como guerras o asesinatos.
Se dio cuenta de que los artistas, incluso aquellos a quienes llamamos artistas malditos, o que se hacen llamar así, son peleles mostrencos al lado de un artista maldito de verdad, es decir, al lado de alguien que comprende que el arte no existe para hacer la vida mejor ni para embellecerla ni para entenderla ni para disimularla tras bellezas irrelevantes, sino para sustituirla por otra cosa, para obliterarla y cambiarla por otra cosa (…) entiende que un artista de verdad es el que en lugar de escuchar las campanas y preguntarse por quién doblan las campanas y responderse que las campanas doblan por él.
Página 623
La prosa de Faverón Patriau es incómoda, compleja, jamás superficial, triste y desesperanzada, desconsolada y punzante.
Compiten por ver quién de los dos lleva las cicatrices más horrendas en el cuerpo. Como si las cicatrices más horrendas estuvieran en el cuerpo.
Página 708
Minimosca es de nuevo, una historia arriesgada, por compleja, dura tanto al leerla como debió de ser al escribirla, difícil y valiente. La típica novela que muchos acaban recomendando pero pocos leen, porque remueve, incomoda y exige mucha concentración. Incomoda porque nos lleva y nos trae en diversos momentos temporales diferentes a situaciones violentas, nos pide involucrarnos, MIRAR. Mirar todo eso que no queremos ver, prestar atención a todo cuanto preferiríamos ignorar.
Minimosca es lo sórdido, lo mugroso, los personajes que tratan de poner algo de humor a sus situaciones tristes, duras y desesperadas.
Así es la vida, a veces no se puede tener todo y casi siempre no se tiene nada.
Página 629
Todo lo descrito anteriormente no hace justicia a una novela fantástica, inteligente, complejísima, fabulosa. Sólo esboza algo de lo que podemos encontrar en una novela de esas punzantes, de las que decía Franz Kafka que hay que buscar, de las que rompen el hielo interno que tenemos dentro los lectores.
Así que me repito de nuevo: Faverón Patriau es de lo mejor que le ha ocurrido a las letras hispanas en los últimos tiempos. Y diría más: marca el camino para lo que está por venir.
Leedle y me contáis. No os vais a arrepentir.
(Si no os fiais de mí, os dejo la reseña de Jesús que viene a decir lo mismo pero mucho mejor que yo).
El autor chileno es uno de los autores frecuentes por estos lares. Por aquí ha pasado Bonsái, el ensayo No leer y la más destacada de sus novelas, Poeta chileno.
Esta que os traigo hoy, publicada también por Anagrama en 2023, esperó su turno en el estante hasta que lo escogí en un momento destacado para mí, cuando yo misma me he convertido en madre.
Literatura infantil (Anagrama, 2023) es uno de esos libros que se sitúan en el difícil terreno entre autobiografía y ficción, ese subgénero que plaga hoy en día los estantes de las librerías, exitoso porque quizá conectamos más con quien creemos que nos narra sus circunstancias.
El tema es la relación paterno filial, tanto de la relación con el padre, como la posterior que tiene con su hijo.
El nacimiento de un hijo anuncia un amplio futuro del que no seremos totalmente parte.
Página 15
Así comienza el libro, dividido por número que corresponden al número de días que cumple su hijo, donde incluye cortas reflexiones de todo tipo sobre su conversión en padre, además de comentarios sobre la literatura.
La literatura le ha cedido a la autoayuda casi todo el espacio reflexivo que la paternidad requiere.
Página 17
Son páginas tiernas, de descubrimiento, tanto del recién nacido como del hombre convertido en padre.
Los apellidos son prosa, los nombres poesía.
Página 36
Hacia la mitad del libro el texto vira hacia la simetría y nos narra la relación con su padre, citando la obligatoria Carta al padre de Kafka en varias ocasiones y centrándose en la visión sentimental con un padre serio y recio, contrastando con la relación que hemos visto que tiene con su hijo, mucho más cercana e informal. Destaca un capítulo de la importancia del fútbol en la relación con su progenitor, el único momento en el que a un hombre se le permitía mostrar sus sentimientos, y cómo esa conexión con el deporte rey le sigue llevando a los tiempos pretéritos que compartió con él.
Olvidamos justo la parte de la infancia que luego observamos en nuestros hijos; son ellos quienes nos recuerdan que hemos olvidado, y entonces despunta una nueva forma de incertidumbre.
Página 85
El tercer bloque incluye dos cuentos que nada tienen que ver con lo anterior y que tratan sobre la relación de amistad de dos niños, esta es la parte que menos me ha gustado y creo que podría funcionar de forma independiente como una nouvelle o añadiéndola en una edición independiente de relatos.
El tono de Zambra no es nuevo si venís de Poeta chileno: tierno, duro en ocasiones pero también cálido, sencillo pero real, el tipo de tono que no resulta impostado sino que se nos acerca de una forma verdadera. Leer a Zambra me recuerda a echarte una manta por encima cuando no tienes frío pero que agradeces porque te tienes más cálido, más cómodo, más casa.
Mención aparte le quiero dedicar a las reflexiones y definiciones sobre la literatura, que creo que engloban a la perfección el sentimiento lector:
Nadie te ha explicado la literatura y ojalá nadie te la explique nunca. La lectura silenciosa es en cierto modo una conquista; quienes leemos en silencio y en soledad aprendemos, justamente a estar solos, o mejor dicho reconquistamos una soledad menos agresiva, una soledad vaciada de angustia; nos sentimos poblados, multiplicados, acompañados mientras leemos en silenciosa soledad sonora. Pero eso vas a descubrirlo por ti mismo dentro de unos años, yo lo sé. Vas a decidir por ti mismo si te sigue interesando la forma de conocimiento tan extraña, tan específica, tan difícil de describir que permite la literatura.
Página 60
En resumen, una muy buena lectura que gustará a los lectores de Zambra pero también a quienes buscan una lectura tierna y a la vez de calidad.