Nuestra parte de noche (Anagrama, 2019) es un libro que desde su publicación ha recibido alabanzas de crítica y público, recibiendo el premio Herralde de novela además del aplauso de miles de lectores de Enríquez, que la han llegado a posicionar en una de las autoras más seguidas de la actualidad.
Como sé cómo funciono con los libros que han tenido mucho tirón comercial, he decidido dejar pasar algo de tiempo para leer la historia, pero animada por las múltiples buenos comentarios y auspiciada por mi curiosidad me acabé animando a comprarla y este año me decidí a leerla.
Nuestra parte de noche (Anagrama, 2019) se vende como una historia de terror, espeluznante, de esas para las que los estómagos frágiles no son aptos. Se la compara con Stephen King y muchos lectores admiten que tuvieron mucho miedo al leerla.
El inicio comienza con un viaje en el que acompañamos a Juan por Argentina junto con su hijo Gaspar. Sabemos que hay una secta y una Oscuridad y después conoceremos más detalles de quién es quién en la organización y qué puesto ocupa Juan, el médium clave para la conexión entre la dirección de la secta y la Oscuridad.
Sabemos también que Rosario, la mujer de Juan y madre de Gaspar, ha desaparecido. La búsqueda de la mujer es uno de los primeros elementos de la trama, el intento de Juan de acceder a esa Oscuridad para obtener información sobre su paradero.
Sin embargo, aunque durante las primeras 150 páginas se nos plantea esto, la trama realmente no continúa por ahí, o no solo por ahí, porque Enríquez divide la novela en seis partes que no tienen esta trama en común y que son totalmente desiguales entre sí tanto en longitud como en narradores y temáticas. Mientras que en el inicio se mantiene el narrador omnisciente donde Juan y Gaspar son los protagonistas, acercándonos tanto a la situación de la secta como a los amigos de Gaspar, posteriormente el narrador pasa a la primera persona para darle voz a Rosario donde nos da su visión y nos retrotrae al momento en el que conoció a Juan y su vida en Londres, previa al nacimiento de Gaspar.
El problema de Nuestra parte de noche es la extensión y todo lo que trata de abarcar, porque son tantas, tantas cosas, que finalmente deviene sin rumbo: nuevos personajes, analepsis y prolepsis, bifurcaciones de la trama en cada una de sus partes… un batiburrillo difícil de gestionar: desde la situación política de Argentina, la inestabilidad, pobreza, los desaparecidos y la violencia; al folclore argentino y también la amistad entre niños y la amistad entre jóvenes, pasando por el amor y el LSD o la psicodelia propia del Londres de los 70.
De fondo, la relación entre Juan y Gaspar y la Secta y su Oscuridad.
Además, esta exageración de temas produce otras cosas como son la ralentización de la historia principal y la reiteración de la información que acaba provocando un exceso de páginas. El hecho añadido de que cada parte funcione como independiente genera la sensación de que no hay unidad en la historia, sino como algo accesorio que aporta poco al primer hilo planteado y diluye la supuesta trama que se extendía en las primeras 150 páginas.
Todo esto es lo que como lector te hace pensar que el plan de la trama no está establecida, que se están dando tumbos tratando de improvisar la estructura de una novela. No de una cualquiera, una de 700 páginas.
En cuanto a los personajes, son planos y no evolucionan. Desde el primer momento los buenos y los malos son los mismos y las razones, motivos o acontecimientos que les suceden no varían su comportamiento, tampoco sabemos por qué son de ese modo. Todo genera una sensación simplista en su construcción, como si se ofrecieran al lector y con dos adjetivos ya tenemos que aceptar que son de ese modo. La excepción la marcan Juan y Gaspar, cuya compleja relación está mejor construida debido al número de páginas que les dedica.
Total, podéis imaginar la absoluta decepción y a la vez la inmensa sorpresa al enfrentarme a un libro que la mayoría pone por la nubes y que para mí es una novela totalmente fallida, con exceso de páginas y de temáticas, sin rumbo definido, con problemas en el ritmo y en la construcción de personajes. Una historia que además se hace aburrida y sin propósito, que es inconstante e irregular y que plantea dudas en cuanto a su edición y para qué negarlo, también por la concesión del Herralde.
Me he empapado de reseñas de lectores que dicen que se ha convertido en uno de sus libros de cabecera para tratar de comprender qué le han visto, he indagado por Internet entre opiniones diversas para tratar de comprender la mía.
Aún así, no he encontrado respuesta satisfactoria, sólo la sensación amarga de haber perdido el tiempo de un libro tan largo como este.
Y sí, las primeras 150 páginas prometen: tienen ritmo y se aprecia la brillantez que muchos mencionan de Enríquez, pero a partir de ahí cada temática, cada parte, nos plantea nuevos temas que consiguen que vaya cayendo de forma irrecuperable.
Mi primer pinchazo de este año de cabeza a la lista de decepciones de 2024.
FICHA:
Te gustará si te gustó | – Mi año de descanso y relajación, Ottessa Moshfeld (por el bombo que se le ha dado, nada que ver la temática). |
Pros | – Las primeras 150 páginas. |
Contras | – Sin unidad ni rumbo. Falta de ritmo y unidad. |
Namaste.