Vuelta a la normalidad. Ya estamos en octubre, el calor por fin da un respiro y la rutina vuelve a hacer presencia.
El honor perdido de Katharina Blum es una novela que compré en la Feria del Libro del año pasado y que me empecé a leer recientemente tras empezar un libro tocho de narices. Animada por la opinión unánime de la calidad de la historia y auspiciada por su escasa longitud, este libro era el perfecto para leer en un par de tardes.
Heinrich Böll es uno de los grandes escritores alemanes, representante de la literatura de posguerra y galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1972.
La protagonista de la acción es, como ya adelanta el título, Katharina Blum, una cándida joven que asiste a una fiesta. A raíz de este planteamiento, que podría parecer en un primer momento inocuo, surge una trama invisible que se teje con palabras, las de los medios de comunicación y las de la rumorología, para acabar modificando el destino de la mujer.
El autor plantea la novela como una investigación donde lo periodístico y lo policial se dan la mano para tratar de llegar al fondo del asunto en el que nuestra protagonista es mero sujeto pasivo. El qué dirán, las acciones consideradas por la sociedad como éticamente reprochables y los medios de comunicación amarillistas consiguen vilipendiar a una mujer que simplemente ha cometido el deleznable acto de conocer a un tipo que ha cometido varios delitos. La fina línea del secreto se ve traspasada y el ojo del huracán se sitúa en ella, acusada por ser cómplice del delincuente pero también por poner en duda sus relaciones amorosas con hombres y su supuesto turbio pasado.
El honor perdido de Katharina Blum es uno de esos libros en los que nada sobra: cada palabra es necesaria para narrar esta historia, pero al mismo tiempo, donde nada falta, a pesar de no detenerse demasiado en descripciones o en explicar determinadas acciones. Sin embargo, todo está pensado y calculado: por un lado el que sea breve da más dinamismo a la novela, por otro la ausencia de información nos hacen meternos de lleno en la historia que se cuenta. El aparente caos inicial que puede suponer empezar desde la primera línea comentando fuentes e informes, sin ponernos en antecedentes, es el toque de atención que nos da el autor para que estemos atentos.
Se ruega abstenerse de examinar, en busca de fuentes, los informes confidenciales que contiene este capítulo. Se trata de una simple perforación en el dique de un charco secundario, cuyo muro de contención, construido por un aficionado, permite la salida y el flujo antes de que se derrumbe el débil muro en cuestión, y se aflojen todas las tensiones.
Página 63
Y es que el buen hacer de Böll se demuestra en cada línea, controlando las palabras y el ritmo de la acción a su conveniencia. Además de permitirse el lujo, por qué no, de sacar un humor socarrón cuando le viene en gana:
Como vivimos en un país libre y podemos hablar abiertamente por teléfono, ¿qué conversaciones habrá de escuchar el funcionario, posiblemente casto y austero, en la cinta magnetofónica? ¿Qué dice a esto el sindicato de servicios públicos, transporte y circulación? Nos preocupamos de los industriales, los anarquistas y los directores, atracadores y empleados de banco, pero ¿quién se preocupa de nuestro “ejército nacional de las cintas magnetofónicas”? ¿Dónde está el comentario de las Iglesias? Y a la conferencia episcopal de Fulda y al comité central de los católicos alemanes, ¿no se les ocurre nada? ¿Por qué se calla el Papa? ¿Nadie imagina lo que deben escuchar oídos inocentes, desde el flan de caramelo hasta las más crudas groserías? Se convoca a la juventud para la carrera de funcionario. Y ¿a dónde conduce ésta? A manos de unos pervertidos que hablan por teléfono. En este ámbito podría colaborar las Iglesias y los sindicatos. Por lo menos se podría elaborar un programa de formación de espías telefónicos, consistente en unas cintas con clases de historia. Eso no cuesta mucho.
Páginas 106-107
En definitiva, esta novela es el claro ejemplo de que la novela llega a muy distintos niveles y que no todos los libros serios han de ser tochos, aburridos y lentos. Se puede salir de la zona de confort de libros súper ventas con un libro como éste. Para mí, Böll es un todo un descubrimiento. Será el primero pero no el último que lea de él, eso seguro.
FICHA:
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Namaste.