Autor, Kafka, Literatura

El proceso, Franz Kafka

Releer uno de los libros de tu vida es siempre una tarea arriesgada porque pone en entredicho la memoria, ese recuerdo que nos dejó un libro cuando éramos un lector diferente, una persona distinta.

Sin planearlo he leído en este 2024 dos de los libros que más guardo en mi corazoncito lector, Tiempo de silencio de Martín-Santos y este que os traigo hoy, El proceso de Franz Kafka (Nórdica, 2024). Me gustaría decir que no fue la efeméride de ambos la que me motivó a leerlos pero mentiría. Qué mejor hacerlo con una nueva edición para conmemorarlo.

El inicio de El proceso empieza así:

Alguien debía de haber hablado mal de Josef K., puesto que, sin haber hecho nada malo, una mañana lo arrestaron.

Página 13

En una frase ya tenemos todos los elementos característicos de Kafka: un protagonista intercambiable al que se referirá como una inicial, una situación que cambia su rutina al comenzar un proceso contra que le obligará a personarse a un tribunal que no entiende,. El resto lo iremos descubriendo más adelante: un abogado al que desprecia, una situación judicial absurda, estúpida, que comienza con lo que parece un error, o lo que es peor, una broma.

Esto es la ley. ¿Dónde cabría un error?

Página 19

Y es que K. al principio piensa que se trata de una confusión, un error que añade un elemento discordante a su vida pero que podrá resolver enseguida, un malentendido, algo de fácil solución. No sabe lo equivocado que está, lo complicadas que se le pueden poner las cosas, cómo esa situación inicial se va a ir transformando, poco a poco, en un problema que se ramifica y que acabará afectando a cada aspecto de la vida del protagonista.

En general, el procedimiento no solo era secreto para el público, sino también para el acusado. Naturalmente solo en la medida en que esto fuera posible, pero era posible en muy gran medida.

Página 130

El estilo de Kafka es directo, concreto, hasta podríamos decir seco. No se detiene en explicar situaciones que vive K. porque el narrador omnisciente sabe lo mismo que el protagonista: solo lo que ve.

-Interpretas mal los hechos – dijo el sacerdote -. La sentencia no llega de repente, poco a poco el proceso va transformándose en sentencia.

Página 237

Eso es la clave en Kafka: esa desnudez del texto que engarza con la universalidad, con los sentimientos de frustración y parálisis que nos embargan al tratar con entes burocráticos. El proceso muestra un procedimiento reconocible en el cual pasamos las mismas etapas que el protagonista, desde la rabia e ira del inicio, al no poder creer que es lo que es necesario en esa situación, que se van diluyendo hasta transformarse en una aceptación calmada desembocando en una resignación final.

El proceso está por encima del individuo y eso él no lo puede cambiar.

No había nada de heroico en resistirse, en causar dificultades a aquellos señores, en intentar disfrutar ahora, defendiéndose, de la última luz de la vida.

Página 253

Además la sensación de soledad, incluso la redefinición de ésta, el individuo frente al sistema, el análisis de la existencia, ¿qué es uno frente a un sistema que atropella y apisona? ¿Cómo seguir en un mundo en el que cualquier decisión arbitraria puede marcar tu vida para siempre? ¿Quiénes somos frente a «ellos»?

El análisis existencialista, la duda de la lógica propia frente a un sistema organizado para hacer lo que un Ente Superior decide. No me digáis que no es actual.

De ahí el momento genial de transformación del apellido del autor al adjetivo. La transformación de todo lo anterior en una sola palabra. Dar un nuevo sentido a una mezcla de situaciones: lo kafkiano.

Lo miras alrededor y todo, si me apuras es kafkiano: tratar de conseguir hacer un trámite online para el que necesitas un número en papel que te da una persona en una ventanilla a la que se pide cita solo online…

He disfrutado y he sufrido de El proceso tanto como la primera vez, aunque sí, es una novela inacabada y eso implica que no es perfecta y que determinados capítulos se extienden y otros quedan a mitad. No es perfecta pero sí, sigue en mi corazoncito lector, y valga esta reseña, de nuevo, como la primera vez, para animarlos que la leáis. O la releáis, claro.

Namaste.

Autor, Kafka, Literatura

Un artista del hambre, Franz Kafka

Con motivo de la conmemoración del centenario del fallecimiento del praguense más universal, muchas editoriales se han lanzado a publicar reediciones de su obra.

Así que los lectores de Kafka estamos de enhorabuena, porque es el momento perfecto para hacernos con los títulos que queremos leer o releer. En mi caso muchos de ellos los leí con ediciones de la biblioteca o préstamos de familiares, así que me viene que ni pintado para aumentar mi biblioteca de Kafka.

Un artista del hambre (Nórdica, 2024) es un breve relato que tiene precisamente a un peculiar artista. Publicado en 1922 en una revista literaria, posteriormente formó parte de una edición junto a otros relatos.

El título ya nos adelanta de lo que trata el tema y directamente nos presenta al protagonista de la historia: un artista del ayuno. Kafka nos acerca al éxito de un hombre que de repente ve cómo su espectáculo ya no es atrayente para el nuevo espectador.

El estilo, como ya es habitual en Kafka, es pulido, directo y meridiano, sin exceso de palabras. Nunca sé si es algo de la precisión del alemán a la hora de describir pero siempre noto una cierta pulcritud en las palabras de los autores que escriben en alemán.

Como en sus novelas y en otros relatos, el autor nos acerca a un mundo de incomprensión en el que el protagonista se siente solo y aislado, algo que se manifiesta de dos modos aparentemente antagónicos pero que tienen relación directa con su circunstancia: por un lado, cuando tiene éxito, porque limitan el número de días de ayuno y a quienes trata de hacer entender que su arte se ha de extender lo máximo posible. Por otro, cuando su espectáculo pasa de moda y de repente es relegado a espacios más alejados del centro del foco.

En cualquier caso, un obstáculo pequeño, un obstáculo cada vez más pequeño. La gente fue acostumbrándose a la peculiaridad de pretender reclamar, en los tiempos presentes, la atención para un artista del hambre, y con esa costumbre se dictó su sentencia. Podía pasar toda el hambre que quisiera, y lo hacía, pero ya nada podía salvarlo, ante él pasaban de largo. ¡Prueba a explicar a alguien el arte del ayuno! A quien no lo siente no se le puede explicar.

Página 43

Una muy buena lectura que me anima a continuar con mis propósitos lectores kafkianos: leer sus Diarios y releer El proceso.

Gracias a Nórdica por el envío.

FICHA:

Te gustará si te gustó En la colonia penitenciaria, Franz Kafka.
Pros– Triste, melancólico, con un punto de frustración.
– Directo, fresco, claro, no le sobra ni una palabra.
Contras– Los temas que trata que siempre incomodan.

Namaste.

Autor, Kafka, Literatura

En la colonia penitenciaria, Franz Kafka

Mientras leía la apabullante biografía de Kafka escrita por Reiner Stach (sigo con ella, espero terminarla este año) me iba enfangando más y más en la vida del checo; hasta que llegó un momento en el que decidí que también me apetecía leer alguna de sus obras. De Kafka he leído La metamorfosis, El proceso y El castillo. Estaba bastante claro que tenía que ser el relato de En la colonia penitenciaria, que compré este mismo año en la Feria del Libro.

Una colonia penitenciaria.jpgEn este breve relato nos encontramos los elementos típicamente kafkianos (la incomprensión y  soledad, la apabullante burocracia) en pequeña escala. Sin ir más lejos en esta edición que presenta Acantilado es más largo el epílogo que el propio relato.

Aquí conocemos el uso de una temible máquina utilizada para impartir justicia.

– ¿Conoce él su sentencia?
– No -dijo el oficial, y quiso continuar de inmediato con sus explicaciones, pero el viajero lo interrumpió:
– ¿Él no conoce su propia sentencia?
– No- repitió el oficial; se detuvo entonces un momento, como si esperara del viajero una argumentación más detallada de su pregunta, y añadió-: Sería inútil comunicársela. La experimentará en su propio cuerpo.

Página 16

En este caso, importan tan poco los personajes que Kafka ni siquiera se detiene a asignarles una inicial. El viajero, el oficial, el soldado y el condenado son las cuatro patas para articular una historia en la que realmente ellos no son protagonistas. Bien podrían ser caras de un dado. Son tan intercambiables que no reconoceríamos a uno ni a otro: las descripciones son mínimas, los caracteres que los identifican prácticamente no existen.

El eje central es la máquina, ese aparato singular del que ya nos avisan en la primera página y el lugar donde se instala: la colonia penitenciaria.

El resto, la duda de cada uno de los principios que conocemos, de forma más o menos soterrada: la crítica a un mundo que le quedaba poco para desmoronarse, los dobles juegos para que el mismo principio sirva aquí y para mí y no para los demás.  El autor escribe, en cierto modo, de su propio tiempo. De esa Europa abocada a una guerra mundial, del colonialismo y del uso y abuso de los principios jurídicos básicos.

Soy de tochos. No lo puedo evitar. Y entre una obra corta y una larga suelo quedarme con la segunda. Sin embargo, si queréis leer a Kafka En la colonia penitenciaria es una buena opción. O podéis hacer lo que yo: obsesionaros, leerlo todo y luego volverlo a leer en el original alemán.

FICHA:

Te gustará si te gustó
Pros
  • El universo que crea el autor: opresión, incomprensión, lucha contra la burocracia. Todo en versión mini.
Contras
  • Deja con ganas de más.

Namaste.

 

Autor, Kafka, Literatura

El castillo, Franz Kafka

El castillo, Kafka
Portada de la edición de Alianza Editorial

Tras un tiempo de decepciones con varios libros, decidí ir a lo seguro. En una conversación con Bartleby surgió la idea de leer un libro a la par. Este libro es el resultado de su propuesta.

 

En El castillo, K. es contratado como agrimensor en un término municipal. Como tal, se traslada al pueblo, donde es recibido con cierta desconfianza.

 

A partir de aquí, el autor desarrolla su universo al que nos tiene acostumbrados, desplegando su narrativa y creando en el lector un desasosiego permanente generado por diversas causas, de las que destacan:

 

 

  • Situaciones oníricas, como la que recrea el siguiente fragmento:

“¿Quiénes sois vosotros?”, preguntó paseando la mirada de uno a otro. “Vuestros ayudantes”, le contestaron. “Son los ayudantes, confirmó en voz baja el mesonero”: “¿Cómo?”, preguntó K. “¿Sois mis viejos ayudantes que he hecho venir?, ¿los que espero?”. A lo cual ellos asintieron. “Eso está bien”, dijo K., luego de unos instantes; “es bueno que hayáis venido.” “A propósito”, dijo K. Al cabo de otro rato, “os habéis atrasado muchos, sois muy negligentes”. “Fue un largo viaje”, respondió uno de ellos. “Un largo viaje”, repitió K., “pero yo os encontré cuando veníais del castillo”. “Sí”, respondieron, sin más explicaciones. “¿Dónde tenéis los aparatos?”, preguntó K. “No tenemos aparatos”, dijeron. “Los aparatos que os he confiado”, dijo K. “No tenemos aparatos”, repitieron. “¡Ay, qué gente sois!”, dijo K. “¿Entendéis algo de agrimensura?” “No”, dijeron. “Pero si sois mis viejos ayudantes, tenéis que entender de eso”, dijo K. Ellos se quedaron callados.

 

  • La lucha (inútil) contra la burocracia y la Administración (cómo no sentirse identificado, ¡si es igual que darse golpes contra una pared!):

“¿Y para qué un protocolo? ¿Acaso se trata de un acto oficial?” “No”, dijo el maestro, “se trata de un acto semioficial, y también el protocolo es tan sólo semioficial; y únicamente se hizo porque aquí impera un orden riguroso en todas las cosas. De todas maneras, el protocolo ahora existe y no diremos que para su honra.

 

  • La reticencia del pueblo para con K.:

K. seguió parado; pocas ganas tenía de levantar el pie para volver a hundirlo en la nieve un trechito más allá; el curtidor y su compañero, contentos de haber desalojado a K. Definitivamente, se deslizaron muy despacio en la casa, por la puerta tan sólo entornada, volviendo repetidas veces la mirada hacia K., y K. Se quedó solo en medio de la nieve que lo envolvía. “Ocasión sería ésta para una ligera desesperación”, se le ocurrió, “si sólo casualmente, y no intencionadamente, estuviera yo aquí parado”.

 

Sin embargo, hay varios puntos negativos en esta novela: las páginas del final, que parece que no llevan a ningún sitio (consecuencia de ser un libro inacabado) además de algunas situaciones que parecen repetitivas a lo largo de la novela.

 

En cualquier caso, es un libro de Kafka, y aunque menos que El proceso, me ha gustado. Porque pocos autores hacen que sienta esa opresión en el pecho, esa rabia hacia el sistema o esa compasión hacia el protagonista que afloran en mí cada vez que leo un texto de Kafka. Es único. ¡Gracias, Max Brod!

 

FICHA:

 

Te gustará si te gustó
Pros
  • El universo que crea el autor: opresión, incomprensión, lucha contra la burocracia. Fantástico.
Contras
  • Las últimas páginas.

 

Namaste.