Durante el pasado verano he sufrido de apatía lectora. Esa sensación de aburrimiento, de empezar a leer un libro y enseguida dejarlo, de preferir hacer cualquier otra cosa antes que leer. Ver el libro encima de la mesa y preferir poner la televisión. Que vayan pasando los días sin leer, y no porque no tuviera tiempo sino porque no tenía ganas. En otras ocasiones podría pensar que no me apetecía leer en abstracto. Probablemente eso habría pensado hace años. Pero cuando te conviertes en lector, cuando lees igual que comes, cuando cada día dedicas un tiempo a continuar con la lectura, no se piensa lo mismo. Hay otra causa: quieres leer pero no ESO.
¿Soy yo? ¿Será el verano?, llegamos a preguntarnos. No. Es el libro. Ese ladrillo. ¿Cómo se me ha pasado la fiebre lectora de golpe? ¿A mí? No. Es ese libro. Ese tocho infumable que no hay quien se lo lea. La solución es bien sencilla: dejarlo. Abandonarlo. Dejar de amargarse por no disfrutar con un libro independientemente del nombre del autor que aparezca en la portada. Y del título.
En mi caso el título era Olvidado Rey Gudú, de Ana María Matute. Un libro anotado en mi lista de 50 libros. El tipo de libro que buscando en Goodreads su valoración se divide en dos tipos de calificaciones: 5 estrellas o una. Los que lo consideran maravilloso e indispensable y los que lo ponen a caldo.
¿Cómo se justifica tanta diferencia? Buena pregunta.
De un lado, los que lo valoran con 5 estrellas destacan el estilo de la autora, la magnificencia de la obra y cito textualmente: “Olvidado Rey Gudú es como un cuento de niños muy largo (tiene casi 900 páginas), pero destinado a adultos». Bueno, digamos que si leo esa frase antes de empezar a leerlo ni siquiera lo habría tomado prestado.
Por contrario, los que le otorgan la mínima puntuación destacan su lentitud, su pesadez, el aburrimiento de leer una novela de 900 páginas en la que apenas ocurre nada.
En mi opinión, Olvidado Rey Gudú es un ladrillo que incluye una historia simple, llana y cronológica, de un reinado, de padres e hijos en una tierra determinada. Una profusión de personajes que se presentan en proporción de adjetivos de 1 a 5. Plagada de un estilo barroco. Pero no barroco en el sentido del lirismo, de las metáforas, sino barroco en plan churrigueresco: ostentoso, exagerado, hortera. Imaginaos la historia de los Reyes Godos narrada con la mayor cantidad de adjetivos que podamos sacar de un diccionario. No es historia. No es poesía. Es competición, como si la autora pretendiera demostrar una inteligencia calculada, desprovista de sutileza y elegancia, de equilibro. Todo aquí es exagerado.
Es exagerado el número de páginas, el número de personajes, el número de adjetivos. Sin embargo, a pesar de todo lo expuesto, no me ha generado empatía, quizá porque no hay análisis, no se profundiza, simplemente se expone, como en los libros de texto. Hechos y obras. Y adjetivos, claro.
Tras 400 páginas mi apatía aumentaba y el libro me miraba con una preocupante sonrisa sardónica. Te he ganado, parecía que me decía. Soy un libro premiado y alabado y te rindes.
El día que cumplía el plazo para devolverlo a la biblioteca fue cuando me decidí. Lo voy a dejar. Lo voy a devolver y jamás lo volveré a coger, me dije, aliviada.
Abandonar el libro y perder la apatía fue todo uno. Volver a leer 100 páginas en un día, desear llegar a casa para continuar con la novela de turno, ya me entendéis.
Aquéllo que pensaba perdido, ese fervor lector, regresó de improviso y gracias a otro libro. Pero eso mejor os lo cuento en la siguiente entrada.
Namaste.
Yo te entiendo que tambiém lo dejé. Creo que evolucionamos y hay enfoques que sencillamene nos dejan de interesar. Me pasó algo parecido con un libro que compré por el boca a boca y que no me estaba interesando nada de nada: Historia del rey transparente. En estos casos lo mejor es dejarlo. No sé si en en mi caso es definitivo como en el tuyo, pero se aproxima, jeje.
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No sabes cuánto te entiendo, reina mora. Yo me he pasado el verano así, pero paseando de un libro a otro. Quería leer algo ligerito, entretenido, incluso divertido, pero no he conseguido encontrar nada. Al final me dediqué a leer y releer mis libros de escritura creativa (mis nuevas biblias) y a esperar a trasladarme para tener una nueva dirección para pedir libros para reseñar. Y sí, digamos que con el otoño han mejorado, y mucho, las lecturas.
Con respecto a Olvidado rey Gudú, tenía curiosidad por leerlo, pero ahora que sé que es un libro en el que no pasa nada, o sea, el tipo de libros que además de aburrirme, me pone de los nervios, mejor que no.
Cristina Monteoliva
http://www.laorilladelasletras.blogspot.com
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Yo he oído los dos tipos de comentarios: «es maravillosa» y «al final, no pasa nada», supongo que te tiene que gustar mucho determinado estilo literario y que te importe más la forma que el fondo.
Creo que esto lo hemos comentado bastantes veces, yo suelo dejar los libros en cuánto me empiezan a aburrir, para que no me pasen estas cosas, aunque reconozco que a veces me he precipitado y no le he dado una oportunidad al que se lo merecía.
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Yo también lo hago, en cuanto algo me aburre lo dejo. Me pone muy nerviosa pensar que estoy perdiendo el tiempo con un libro, con la de libros buenos que hay y el poco tiempo que tenemos.
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El verano es propenso a la apatía lectora, aunque en mi caso también fue desacierto lector: no atinaba a dar con un libro que me encarrilara. Hasta que llegó. Porque siempre llegan. Y en realidad es una situación absurda, porque en mi lista de pendientes hay varios libros que tengo clarísimo voy a disfrutar, pero los tengo como un tesoro, ahí esperando…
Y tengo que confesar que aunque soy muy de «la Matute», este libro lo intenté leer hace mucho tiempo, años ha, y…. tampoco pude. Me obcequé un poco, por ser de Ana María Matute, pero finalmente (y mira que me cuesta) lo tuve que dejar a medias. Incluso creo que no llegué ni a la mitad. En ese momento me sentí mal conmigo misma, como si me echara la culpa de no disfrutar del libro. Con el tiempo he aprendido que por mucho que te guste un autor, no todo lo que escribe te tiene que gustar…
Esperando a que comentes el libro que te devolvió el fervor lector 🙂
Gracias y besos!
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Pero qué va, si la ganadora has sido tú: has conseguido vencer ese reparo tan grande y tan tonto que da, que a mí me da, al menos, decirle a un libro medio serio «lo nuestro no va».
¿Y un cuento de niños muy largo para adultos? Da casi tanta grima como el maquillaje infantil.
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Bueno, gracias por el post. Creo que algunos le daremos la vuelta y nos daremos a la tarea de leer algo mas recomendable. Y como dicen, «a fuerza ni los zapatos entran», si no engancha, pues ni hablar, cortar por lo sano. Quedo en espera de tu nueva entrada.
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A mi me viene sucediendo hace tiempo. He pasado de ser un consumado lector a leer sólo poesía, creo que la novela está agonizando.
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A mí me ha pasado eso de la apatía lectora este verano. Mucho tiempo y pocas ganas. Me di cuenta que los libros que había leído en ese tiempo -los pocos-, no eran nada del otro mundo. Yo siempre suelo leer varios libros a la vez para no saturarme con una historia. Aunque sí hay veces que me he enganchado y he seguido hasta el final sin tocar otro.
¡Totalmente a favor de abandonar libros!
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Vaya, pensaba cogerlo en la biblioteca el mes que viene, que hace mucho que no leo nada de Ana María Matute, y lo tenía pendiente desde hace bastante. Pero leyéndote, creo que me voy a decantar por otro y ya si eso, me animaré más tarde con Olvidado rey Gudú.
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