Autor, Literatura, Sinclair

Ancha es la puerta, Upton Sinclair

El críptico título de la novela es el inicio de una frase bíblica:

Ancha es la puerta y espacioso el camino que conduce a la perdición.

Mateo 7, 13-14

En Los dientes del dragón dejamos a nuestro protagonista escapando de las garras de la Gestapo. Los felices años 20 son historia y en la Europa de entreguerras se palpa la incertidumbre. Y es que ahora vislumbramos esa puerta a la que hace referencia el título, anticipamos la perdición y empezamos a conocer las consecuencias del ascenso de Hitler al poder en el entorno de Lanny. El inicio de lo que hay más allá de esa puerta: sufrimiento, muerte y exilio de los Robin, así como la vida tras la huida de Alemania.

Ancha-es-la-puertaLanny Budd ya no es el playboy que conocimos en las anteriores partes de la saga, sino un tipo con un matrimonio estable, una hija de 5 años y una afán desmedido por dos cosas: el arte y la causa socialista. Como hemos visto anteriormente usará su primera afición para apoyar la segunda, consiguiendo financiar el socialismo alemán y aplacando sus sentimientos de culpabilidad al mismo tiempo.

De esta forma gracias a su trabajo como intermediario de arte volverá a meterse en las fauces del lobo, haciéndose amigo de Goering con objeto de vender sus cuadros, en primer lugar, y de obtener información, en segundo, hasta acabar cenando con el mismísimo Führer.

Como los anteriores episodios de la saga de Sinclair, el autor describe y radiografía la época, en este caso los años 30, pudiendo palpar el ambiente de inseguridad y miedo de lo que se avecina, aunque para muchos sea un momento histórico afable y prometedor y Hitler solo un tipo con bigote que le hace frente a la pérfida URSS.

– De acuerdo – dijo Lanny de forma irreflexiva (…). Ancha es la puerta y vasta la senda que conduce a la destrucción, y suele decirse además que una vez que se ha dado el primer paso para adentrarse en dicha senda, cada vez resulta más difícil dar el segundo y el tercero.

Página 144

Nuestro protagonista emprenderá también el viaje al sur que llevará a una soleada España justo antes de la inicio de la Guerra Civil. Visitará Barcelona, Sevilla y Madrid, y hasta aprovechará para pasar por la Alcarria de camino a Aragón. Su visión de un país pobre, atrasado y a las puertas de un enfrentamiento fraternal no le impedirá de disfrutar del arte de Goya (quien dice disfrutar dice aprovechar el mal momento del propietario de un cuadro para sacar la obra del país con objeto de venderlo a algún estadounidense ricachón interesado en una obra de arte europea que le pueda dar prestigio).

El cuarto episodio de la saga de Lanny Budd es más crudo y menos cándido que los anteriores episodios, coincidiendo con el avance de nuestro protagonista en su vida, pero además como consecuencia de todos los episodios que le ha tocado vivir. Probablemente la única situación de credulidad es la que el propio autor pone en boca del protagonista por la confianza ciega de la ideología socialista, con la URSS como país representativo de la lucha entre clases y de la mejora social. Coincide, o más bien se acentúa tras el alejamiento de su círculo cercano original (su familia y amigos) y el abandono progresivo de la vida de rico que llevaba para acabar viviendo de una forma mucho más modesta con interés, tan solo, en la política internacional.

Sin embargo, es curioso que el cada vez menos ingenuo Lanny sea capaz también de creer a pies juntillas las bondades del país soviético que apenas conoce por los periódicos. Obviamente el momento en el que se escribió esta saga el autor probablemente veía claro quién era la parte buena (lo que no sabía, si era menos mala, y en este caso siempre me acuerdo de Un mundo aparte de Herling-Grudzinski, en concreto de la cita del río Bug) y pone en la mente de un personaje escéptico una ideología que casi roza la religiosidad. Choca, entre otras cosas, porque en el anterior episodio al propio autor le hacían cuestionarse, como el pacto Ribbentrop-Mólotov, pero quizá el devenir el inicio de la guerra en España le hace decantarse.

Como los episodios anteriores, Ancha es la puerta es un libro largo, de 800 páginas, que pasa por distintas fases, por lo que en determinadas ocasiones abundan más las descripciones, en otros momentos la acción se vuelve más dinámica y más tarde son más frecuentes las conversaciones. Aconsejo, como ya lo he hecho en los tres tomos anteriores, alternar la saga de Sinclair con otras lecturas. Por suerte la estructura de todos los capítulos (que se dividen en libros, los cuales a su vez se dividen en capítulos que vienen marcados por números romanos de apenas dos páginas), ayudan tanto a avanzar poco, si solo leemos un capítulo al día o incluso solo uno de los subcapítulos, pero también cuando tenemos más tiempo y queremos leer más, hasta coger ritmo y leer un libro entero (aproximadamente unas 80 páginas). La estructura nos permite llevar una lectura más organizada y ordenada,  al ser bastante matemática y cuadriculada, por lo que cada una de las divisiones tiene la misma cantidad de páginas. Buscado o no ayuda mucho a continuar leyendo.

Los dos tenían lágrimas en los ojos. Era un momento trágico pero el mundo estaba plagado de este tipo de tragedias. El modo en que la gente las asuma y las afronta es lo que las convierte en personas diferentes, hasta el punto de impedirle vivir en la misma casa, o en la misma tierra.

Página 301

Mi año tiene cinco estaciones. Las cuatro que corresponden con los equinoccios y la estación de Lanny Budd. El momento del año que decido leer una de las nuevas entregas de la saga del playboy más interesante del siglo.

¿No os sucede? Hay libros que uno espera con expectación y su lectura se acaba convirtiendo en el evento literario del año, como uno espera unas fiestas patronales, o las vacaciones. Me encanta esa sensación de espera, de saber que algo bueno está esperando, de rememorar los buenos ratos que he pasado con los capítulos anteriores. Chicos de Hoja de Lata, porfavor porfavor, ¡seguid publicando la saga!

La pista final, quizá no sólo de este libro, sino de la de la saga entera, nos la da la última frase:

Habían escogido un mal momento para nacer.

Página 796

Y es cierto, duro momento en el que nacer, aciagos tiempos para ser feliz.

FICHA:

Te gustará si te gustó

Pros

  • Cómo articula lo grande (la Historia) con la vida rutinaria de los personajes.
  • Lectura perfecta para el otoño.
  • ¿He mencionado que aparezco en la contraportada?

Contras

  • El libro es largo, hay que leerlo poco a poco y a su tiempo.

Namaste.

Autor, Literatura, Sinclair

Los dientes del dragón, Upton Sinclair

Hace poco me comentaba alguien que hablar de perros, al igual que hablar de niños, sólo se puede hacer con quien los tiene, con los que no se van a escandalizar porque han experimentado en carne propia qué significa tener un hijo o lo mucho que nos conoce nuestro perro.

Los-dientes-del-dragónA veces tengo la sensación de que lo mismo ocurre con Lanny Budd. Que solamente los que hemos disfrutado con la saga de Upton Sinclair sentimos esa fascinación por los libros, el deseo de seguir leyendo y las ganas de que más lectores se unan a nuestro Club. Sé que no soy la única, ya que Julie Salomon, del New York Times, ya comentaba lo siguiente:

Quería hablar con alguien sobre los libros de Lanny Budd. Mi familia había soportado pacientemente mi propensión a evocarlos en un sinfín de conversaciones. Pero cuando uno de mis hijos me frenó un día y me dijo: “Oh, no, ¡otra vez Lanny Budd no!”, decidí que tenía que encontrar a otros incondicionales de la serie.

Pero como ya avisé en la anterior entrada, yo he venido aquí a dar la murga. Y como tal, voy a cumplir mi parte.

Tras Entre dos mundos, dejamos a Lanny Budd momentos después de la caída de la bolsa de 1929, treintañero recién casado con una multimillonaria americana, parece que todo le sonríe. Parece. A fin de cuentas el ambiente en Europa está muy caldeado. Tanto, que está a punto de implosionar.

¡Qué milagrosa le había parecido entonces la vida (…), temblando de pura delicia mientras soñaba con un maravilloso futuro! Nada había salido según lo planeado, y ahora, reflexionando sobre la vida y los años trascurridos, pensaba en cuán pocas ocasiones esta nos daba lo que esperábamos de ella. Los más jóvenes avanzan inconscientes y reclaman a voz en grito lo que creen suyo, pero qué poca idea tienen acerca del dolor que les aguarda. El corazón sufre al descubrir tales verdades, incapaz de expresarlas de modo inteligible, y cada uno ha de seguir finalmente su propio camino y aprender a acusar los golpes que el destino le tiene preparados.

Página 102

Los dientes del dragón comienza de un modo feliz: nuestro querido Budd va a ser padre. El momento dulce y apacible de las primeras páginas se va resquebrajando según van llegando noticias de Alemania. Y precisamente por ese contraste el efecto es mayor. Sinclair usa como recurso la parsimonia para comenzar a contarnos algunas de las cosas que van ocurriendo en el continente: en Alemania, las luchas de poder dentro del partido nazi, hasta la quema del Reichstag. En Francia e Inglaterra, la opinión sobre la nueva situación en el país vecino, siempre desde los ojos de los intereses que tiene cada uno.

Éste es el punto fuerte de este libro: la historia novelizada de la situación que se vivió en la época, sin perder detalle, para que llegamos a comprender por qué Hitler llega al poder.

Y es que si nos paramos a pensar de lo que sabemos de esa momento, seguramente saltemos a los campos de concentración, al frente en sí, no a lo que ocurrió antes. Lo cual resulta doblemente interesante, porque Sinclair concede voz a cada uno de los afectados, y para ello utiliza, como ya hiciera en Entre dos mundos, a los secundarios: periodistas ingleses, soldados alemanes, oficiales del ejército, empresarios judíos; franceses y alemanes, ambos con muchas cosas en común. Y es que si hablamos de los años 30 tenemos que mencionar el Tratado de Versalles, mecha del resentimiento alemán, junto con otros ingredientes: la crisis económica, la inflación y la amenaza del avance bolchevique. Todos esos temas son mencionados por el autor de una forma u otra, tanto directa como indirectamente, y nos vamos acercando a ellos de formas variopintas. Así, podremos conocer cuál es la opinión de esa capa social en la que Budd se mueve, donde no faltan los yates y las fiestas privadas, y donde quizá los problemas parezcan significativamente más pequeños.

Lanny Budd también se había aventurado a subir a ese mismo escenario e interpretaba aceptablemente su papel de príncipe consorte y disfrutaba de él al cincuenta por ciento, mientras el otro cincuenta le obligaba a preguntarse: ¿cuántos de estos invitados podrían salir a bailar si supieran lo que realmente les espera dentro de diez años?

Página 262

Uno de los puntos fuertes de Los dientes del dragón es el poder que tiene el autor de trasmitir cada uno de los sentimientos, además de jugar con que tememos, o más bien conocemos, lo que va a ocurrir a continuación. Así, hacia la mitad del libro nos encoge el estómago con lo que ocurrirá, dando pocos pero importantes detalles, dejando pistas, o simplemente, dando voz a la historia, que no necesita adornos ni artificios.

Me temo que con estas palabras no me he acercado una milésima parte a la subyugación que he sentido al leer a Sinclair, a lo conectada que uno se siente con el destino de sus personajes, al temor de pasar la siguiente página, mientras sabemos que todo lo que nos está contando le ocurrió a personas de carne y hueso, mujeres y hombres que se vieron precipitados al vacío del extremismo más absurdo.

Cuando ya llevamos 600 páginas leídas pensamos que ya conocemos lo suficiente a Sinclair como para hacerse una idea de lo que viene. Craso error. Las 80 páginas restantes noquean, marean, nos hacen parar y reflexionar, aguantar las lágrimas y rumiar lo que vendrá a continuación. A continuación, pero no en este tomo. Sino en el siguiente. Haré lo excepcional para dejaros un fragmento de la última página, donde entendemos el por qué del título:

Lloraba por no haber podido hacer algo más, por no haber actuado antes. Lloraba, no solo por su amigo hundido y atormentado, por toda una familia sumida en la tristeza y el dolor; también por los judíos de Europa y por sus torturadores, no menos dignos de compasión. Eran lágrimas por todo un continente sumido en la desgracia, por el lugar que le había visto nacer y en el que había vivido casi toda su vida. A lo largo de los años había viajado de un lado a otro y en todas partes había visto cómo los hombres labraban la tierra y sembraban dientes de dragón, de cuyas semillas -según la antigua leyenda- un día brotarían hombres armados.

Página 681

Así que si realmente os fiáis de mí, o si sólo vais a escoger uno de los libros que menciono en todo este 2017, que sea éste. Para comprender, conocer, ampliar lo que sabemos, o simplemente, y parafraseando a Kafka, para romper el mar de hielo que llevamos dentro, ese que acompaña a este viejo continente, leed este libro.

No os lo había dicho, aunque supongo que no hace falta: el Club de Lanny Budd es como una secta: se entra pero jamás se sale. Aunque tampoco querréis salir, os lo garantizo.

Desde aquí, muchísimas gracias a los amigos de Hoja de Lata, por atreverse a publicar un libro como éste, y por darme a conocer esta saga. Nunca os lo agradeceré lo suficiente.

FICHA:

Te gustará si te gustó

Pros

  • Cómo articula lo grande (la Historia) con el día a día de los ciudadanos.
  • Las últimas 80 páginas. Brutales.

Contras

  • El libro es largo, hay que leerlo poco a poco y a su tiempo.

  • Pequeños fallos en las frases en alemán.

Namaste.

Literatura

Balance de 2016 (III): joyas.

Este año ha sido muy pero que muy sencillo decidir qué ha sido lo mejor que he leído en 2016. Han destacado tanto de entre los demás que justo antes de terminarlos, sabía que iban a aparecer aquí.

  • Entre dos mundos, Upton Sinclair. La apasionante vida de Lanny Budd en el periodo de entreguerras es una de esas historias que atraen, enganchan y entretienen, uno de esos descubrimientos por los que das gracias al haberte topado con una joya de este calibre que para terminar de alegrarlo, se trata de una saga, así que tengo diversión para rato.
  • Manual de mujeres de la limpieza, Lucia Berlin. Prometía muchísimo, ha aparecido en todas y cada una de las listas de los mejores libros publicados en este año, y no se equivocaban. Ácida, molesta, inteligente, dura y sincera, Berlin nos ofrece unos relatos de esos en los que uno se reconcilia con el mundo editorial y con las novedad.
  • La cartuja de Parma, Stendhal. Una novela exigente, muy completa, estéticamente perfecta, que además ha compartido muchos momentos a mi lado. Uno de esos libros que simplemente pensando en él, me acordaré de qué hacía cuando lo leía.
  • Breve historia de siete asesinatos, Marlon James. El último Premio Booker es un rompecabezas situado en Jamaica que nos acerca al intento de asesinato de Bob Marley. Es distinto, complejo e irreverente y muy recomendable.

Mi última petición de este 2016 que se acaba: escoged uno de estos cuatro libros y leedlo. Sólo por eso habrá merecido seguir un año más escribiendo por aquí.

Ahora, es el momento de disfrutar.

Namaste.

IMM, Literatura

IMM (46)

Las últimas incorporaciones a mis estanterías de este 2016 son las siguientes:

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  • A contraluz, Rachel Cusz. Sólo con la mención de Jeffrey Eugenides de esta novela ya tenía ganas de ver qué podía encontrar en su interior. Lo he leído recientemente así que la reseña la tendréis en breve. Envío de Libros del Asteroide.
  • Los dientes del dragón, Upton Sinclair. Tercera parte de la saga de Lanny Budd, y el libro por el que le concedieron el Premio Pulitzer al autor en 1943. Esperaba la publicación de este libro con muchas ganas desde que saldría en otoño, y tenerlo en mis manos me da la sensación de conseguir una tabla de salvación en medio de un aguacero. ¡Cuántas ganas de empezarlo! Gracias a los amigos de Hoja de Lata por el envío.
  • Our mutual friend, Charles Dickens. Como dice el refrán, quien no tenga cabeza que tenga pies. En este caso hay gente que no tiene pies (o si los tiene es como si no los tuviera), pero que confía mucho en lo que tiene encima de los hombros. Uno de esos libros que llegan inesperadamente al buzón y que me recuerdan una vez más que lo que tengo con Dickens son algo más que cuentas pendientes. See you in another life, brother.

Pasar por una biblioteca implica escoger algo para leer, inevitablemente. En esta ocasión tomé prestados tres libros:

  • Mendel el de los libros, Stefan Zweig. Anotado desde hacía mucho, no se incluía en mi ejemplar de Novelas de Zweig que os comenté alguna vez. Una novelita que no llega a cien páginas de la que os hablaré dentro de poco.
  • La otra vida de Ned Blackbird, Alexis Ravelo. Atram, de Leer sin prisa, es una de esas blogueras que me obligan a anotar muchos títulos en mi Plan Infinito. A Ravelo lo tengo apuntado desde hace mucho, y cuando vi éste en la mesa de novedades decidí que era un buen momento para leerle.
  • Hacia el amanecer, Michael Greenberg. Recomendado por Bartleby desde hace una eternidad (si nos fiamos de su reseña, que data de 2012, imaginaos), lo encontré un poco por casualidad y decidí que era un buen momento para tacharlo de mi lista. También lo he terminado.

 

Suculentas lecturas para este fin de 2016, para quitar algún título de nuestro Plan Infinito… y para apuntar otros tantos.

Namaste.

Autor, Literatura, Sinclair

Entre dos mundos, Upton Sinclair

Si Benito Pérez Galdós hubiera vivido los Estados Unidos del Siglo XX, se habría llamado Upton Sinclair.

Desconocía por completo este autor. No sabía que había sido ganador del Premio Pulitzer, desconocía su saga que empezó en 1940 con El fin del mundo. No tenía ni idea de nada. Fue gracias a los amigos de Hoja de Lata, que me ofrecieron este ejemplar, cuando conocí al autor. Y menos mal, chicos, menos mal.

Entre-dos-mundosEntre dos mundos relata la vida de la juventud de Lanny Budd, hijo de un magnate armamentístico estadounidense, vividor y playboy que vive en Francia en una época convulsa.

Eso sería Entre dos mundos en dos líneas, explicando tan sólo la idea principal que vertebra la historia. Pero hay mucho más, tanto, que con esta reseña no me podré acercar jamás la magnitud del texto.

Sinclair nos mete de lleno en la época de los años 20, donde tienen cabida reflexiones gigantes del mundo de la época: sabemos de política, en el término amplio de la palabra y también en el estricto: cambios de presidentes, complicaciones en los países, (centrándose en Inglaterra, Alemania y Francia), las evoluciones de las negociaciones entre Alemania y Francia sobre el pago de las indemnizaciones pendientes de la Gran Guerra; cuestiones de índole social: miseria, sindicatos, tensiones, luchas de poder; y también los nuevos cambios que se avecinan: un tal Hitler, el nuevo presidente de Italia, la violencia de las camisas negras y el antisemitismo en incremento de la época.

Habían ganado la guerra pero habían perdido la paz.

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Todo eso nos dice mucho del ambiente, pero hay también reflexiones culturales, de evolución de las tradiciones, de los modos de vida: la moda, el mobiliario, las tendencias… todo está presente en esta magnífica novela que supone una el método más sencillo de teletransporte, por medio de encuentros casuales con escritores y pintores, descripciones de muebles y ropas, personajes secundarios que completan la enorme descripción ambiental de la historia.

Divide tu mente en dos mitades y construye un muro de contención que aísle por completo la una de la otra. Sé sensible ante el arte e insensible ante la vida. Aprende a seguir el ejemplo de la condesa rusa que lloraba al contemplar las cuitas de un tenor de ópera mientras su cochero se congelaba hasta morir en su carruaje a las puertas del teatro.

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Entre dos mundos no es una novela de este mundo, es LA novela de la época. Sinclair no es un escritor parcial, sino uno global: para él no cabe la supresión de un tema o la captura en diagonal de un momento. Todo ha de ser concienzudo y bien documentado. Entre dos mundos es una novela del todo.

Lógicamente los temas a tratar son variados, y para ello cuenta con un gran listado de personajes secundarios que pueden narrar de primera mano su visión de la situación: patrióticos franceses, decaídos alemanes o escépticos ingleses son sólo algunos de las decenas de secundarios con información privilegiada: diplomáticos, magnates, políticos y periodistas nos narran la cara B de las negociaciones, de los acuerdos que todos hemos estudiado en Historia.

Éste es uno de sus aspectos grandes de esta novela: que más allá de las grandes fechas, de los acuerdos y convenios, hay personas presionadas, miedosas, que temen perder el poder o a su electorado, y más allá de eso ciudadanos de a pie que desconfían de los de arriba, con sus propias cuestiones domésticas.

Por supuesto, Sinclair también se detiene en lo habitual en la vida de un joven: las amistades y los amores, las dudas por el futuro y la búsqueda de un lugar en la vida, la preocupación por la situación actual y la frivolidad de las fiestas.

Así, Entre dos mundos es una novela tan basta, tan gigante, que ha de ser disfrutada por sus cuatro costados, leyéndola progresivamente sin perder un detalle de todo lo que nos cuenta.

Mención aparte merece la edición de Hoja de Lata: cuidada, traducción impecable y unas páginas firmes y a la vez suaves que aportan una experiencia inolvidable a la lectura.

Hoy sé que Entre dos mundos es una de las mejores novelas que he leído en este 2016. También que no le pienso perder la pista a Lanny Budd, y que marcaré en el calendario noviembre de 2016 que es cuando se publica Los dientes de dragón, la tercera parte de la saga. Vosotros deberíais hacer lo mismo.

Sin duda continuaré leyendo a Sinclair. Menudo descubrimiento.

FICHA:

Te gustará si te gustó

Pros

  • Cómo articula lo grande (la Historia) con el día a día de los ciudadanos.
  • El final, que te mantiene pegado a las páginas aunque ya sepamos lo que va a ocurrir.

Contras

  • El libro es largo, hay que leerlo poco a poco y a su tiempo.

  • De tanto cargarlo conmigo mi ejemplar ha sufrido daños. 😦

Namaste.