El dolor de los demás comienza con una de esas frases que se te enquistan en la piel:
Hace veinte años, una Nochebuena, mi mejor amigo mató a su hermana y se tiró por un barranco.
Página 16
La frase es poderosa por ser contundente. Pero además, lo es porque sabemos que es real, que lo que hay detrás no es ficción: el mejor amigo de Miguel Ángel, Nicolás, mató a su hermana Rosi tras cenar en Nochebuena con su familia. 20 años después Hernández decide investigar un hecho que le marcó tanto como adolescente, y para ello mantendrá conversaciones con las personas que conocieron el caso, revisará las noticias publicadas sobre el suceso y tratará de localizar el expediente, de 1995, antes de que el mundo fuese totalmente informatizado y organizado en Internet.
La narración se fragmenta en dos partes: de un lado, capítulos en segunda persona del singular, en el tiempo real de 1995. Por otro, la investigación posterior, en primera persona, que incluye las rutinas y actividades del autor mientras va consiguiendo información y va desenterrando sus recuerdos.
Así, desde el punto de vista del chaval sobrepasado por la situación, el autor nos hace partícipes de una situación dura, de la incomprensión y del estado de shock del Miguel Ángel del pasado. Los momentos de incertidumbre y dudas, para después ir comprendiendo la magnitud del caso.
Además, podemos conocer la reflexión sobre los recuerdos que le quedan de ese momento, el presente y su día a día y la inevitable comparación con el chico de 18 años, sus pensamientos, sus ilusiones, y sobre todo la forma de enfrentarse a un suceso brutal y traumático.
Decían en la presentación del libro, a la que tuve la ocasión de asistir, que este libro no se lee, se bebe. Tenían razón. El libro atrapa, desde una doble vertiente: la de la investigación, la de conocer qué sucedió más allá de la primera frase de la historia, pero también de una forma íntima, acercarse a la vida de uno mismo de otra época, al dolor y a la sorpresa, pero también a la nostalgia, la memoria y el pasado. Es interesante porque al conectar al pasado incluye muchos temas y reflexiona sobre su modo de ver la vida, sobre el modo que tenemos en valorar a las personas, sobre lo que nos parece principal y accesorio, sobre cómo el lugar en el que nos encontramos nos hace mirar la realidad con un cristal diferente.
El dolor de los demás es un libro que nos plantea muchas cosas, pero que también nos hace reflexionar, nos pone en la piel del amigo que acaba de escuchar la frase inicial, nos hace pensar en nosotros mismos, en los que nos rodean, en cómo asimilar determinadas cosas:
¿Podemos recordar con cariño a quien ha cometido el peor de los crímenes? ¿Es legítimo hacerlo después de haber comprendido la parte del otro? ¿Podemos amar sin perdonar? ¿Es posible llevar flores a la tumba de un asesino?
Página 295
Hay libros que hablan por sí mismos: palabra que les dedicamos es estéril comparado con un texto poderoso, sugerente e inteligente. Este es un buen ejemplo.
En cada uno de los recuerdos, también, siempre, la mancha de la noche en que sucedió la tragedia, la oscuridad del crimen, como un cuchillo, cortando el flujo de la memoria. Un denso mur de niebla en el que se proyectaban imágenes, como sombras chinescas, mezclándose con lo sucedido, adquiriendo la textura sombría del dolor, la perplejidad del instante en que Nicolás dejó de se rmi amigo y se convirtió en un ser monstruoso.
Página 99
FICHA:
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