Leyshon llegó a mi vida por la sorprendente novela Del color de la leche, una de esas historias que nos llegan desde la primera línea, por el estilo como se cuenta y por el potente personaje principal. Así que cuando me encontré con El show de Gary en mi última visita a la biblioteca, pensé que podía volver a probar a leer ésta.
El show de Gary es el último libro de la autora británica, que en España ha publicado Sexto Piso en 2016. En este caso, nuestro protagonista es Gary, un chaval que está llamado a embaucarnos con sus ojos azul cielo.
Desde la primera línea quedamos atrapados por la red que tiende la autora, como ya hiciera en su anterior novela: un estilo potente que nos invita a seguir leyendo, junto con un protagonista con mucha fuerza y con un inicio prometedor.
La fórmula parece la misma, aunque no se sitúe en el siglo XIX y aunque no tengamos ninguna Mary. En este caso Leyshon sitúa la acción en 1988, si bien acompañaremos a Gary a través del temido cliché bajada a los infiernos. Así, con el Gary adulto, nos cuenta sus memorias: cómo fue su infancia y adolescencia y las diversas y sórdidas situaciones que le llevan a convertirse en un ratero de bar.
La historia queda enmarcada por el estilo particular de Leyshon: frases cortas, estilo directo y escasas descripciones. Diálogos escuetos, donde prácticamente sólo hay exabruptos, y pocos rodeos. Al menos cuando narra su pasado, porque en el momento de la narración nuestro protagonista se permite analizar, desgranar y excusarse, contar sus sentimientos y lo que se le pasaba por su cabeza.
Sé lo que piensas. Pero estoy intentando ser franco contigo y no quiero fingir cosas que no siento. Mira, eso no es tan sincero. Sí que sentí algo mientras lo hacía, mientras estaba en su cuarto, andando entre sus cosas. Fue como si yo destacara. Como si fuese distinto. El mundo está lleno de gente que obedece las normas no escritas de la vida, que almacena cosas que considera propias, que las coloca detrás de puertas endebles con agujeros y esas cosas que llama llaves. Cada uno lleva una encima, un palito mecánico, y cree que eso significa que puede guardar cosas. La gente se pasa la vida juntando cosas y luego guardándolas bajo llave para que otra gente no pueda ponerles un dedo encima.
Página 77
Y así, con todos estos ingredientes, me encontré continuando la lectura, sin parar de leer, queriendo conocer la historia completa, y con objeto de llegar al punto de inflexión. Hasta la mitad, que es justo donde dejé de perder interés. Quizá por los temas que trataba entonces. Mientras que en el inicio conocemos su infancia y adolescencia más adelante tenemos un Gary adulto adicto a las drogas y preocupado por su nueva familia. Algo con lo que, por un lado, no acababa de conectar, pero que por otro, por lo bien que está narrado, acabas formando parte, sin apartar la vista de la narración.
Quizá lo peor que le sienta a El show de Gary es la comparación. Esperar mucho más tras haber leído El color de la leche es a la vez su reclamo y su maldición. Para mí, El show de Gary no ha sido para tanto, como un espectáculo en el que vemos carencias, donde los focos no dan la luz que esperamos, el concierto de uno de esos artistas que parecen venidos a menos con el paso del tiempo. Una pena.
FICHA:
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Namaste.
Muy buen análisis. Acabo de terminar Del color de la leche y estoy preparando su crítica así que me ha llamado la atención su entrada. Yo también le he echado el ojo a la nueva novela de la autora y no sabía muy bien si leerla o no. Después de su comentario creo que la dejaré relegada un tiempo. Un saludo!
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Probablemente si hubiera leído esta novela antes que «El color de la leche», mi opinión sería otra. Pero claro, las comparaciones son odiosas y en este caso la primera es mucho mejor que la segunda.
Un saludo.
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