Autor, Faulkner, Literatura

Mientras agonizo, William Faulkner

Pretender escribir una reseña de Faulkner es algo sencillísimo porque no necesitas aportar nada al texto. Tratar de contar algo original y que no esté dicho antes es bastante más complicado.

Resulta que pasa el tiempo volando y yo, que me quedé absolutamente obnubilada con El ruido y la furia, me doy cuenta de que han pasado ya ocho años de aquéllo. Ocho. En fin. Mi intención era leer primero ¡Absalón, Absalón!, una novela más recomendada o quizá más famosa y también más larga. Compré la edición de Navona de la que os hablé en su día y ahí se quedó, en el estante, esperando turno.

Sin embargo, Anagrama tenía otras intenciones. Sacó su edición 50º aniversario y lo hizo reeditando parte de sus títulos más representativos para conmemorar el evento. La cuestión es que acabé comprando este, y quizá motivada por ser mucho más corta, lo colé entre las lecturas.

Mientras agonizo narra la historia de los Bundren. La muerte de Addie, la madre, les hará embarcarse en un viaje hasta Jefferson, lugar donde quiere ser enterrada.

Hacen falta dos personas para hacerte, y una sola para morir.

Página 44

Una para morir pero muchas para narrar la historia, porque en el imaginario de Faulkner el relato lo cuentan muchas voces. Muchas y variadas: la de los protagonistas, el viudo, los hijos, (cada uno con su visión particular y su misión concreta: la de Cash, terminar el ataúd de su madre, la de Jewell, cuidar de su caballo) y también la de los testigos (el vecino, el que les echa una mano, el párroco). Todos ellos serán narradores, todos ellos nos contarán la historia de manera particular, personal y fragmentada. Cada uno nos dará piezas, pequeñas pinceladas que conseguirán que veamos la imagen del puzzle y también que podamos responder a la pregunta: ¿Quién es quién en esta historia?

En un cuarto extraño debes vaciarte para poder dormir. Y antes de estar vacío para poder dormir, ¿qué eres? Y cuando te has vaciado para dormir, ya no eres. Y cuando estás lleno del sueño, nunca fuiste. No sé qué soy. No sé si soy o no soy.

Página 79

Mientras agonizo es una novela exigente, con la que hay que estar pendiente y concentrado, donde importa lo que se menciona de pasada, lo que se rumorea, lo que comentan los vecinos. Es importante lo que nos cuentan los Bundren, sí; pero quizá diga más de ellos lo que no nos cuentan. Los secretos y las medias verdades, lo que se rumorea y se deja caer. Porque claro, lo que para los Bundren son cosas normales quizá para los demás quizá no lo sean tanto.

La novela se estructura en tres partes diferenciadas: el inicio, donde la moribunda vive los últimos momentos de vida, el accidentado viaje, que les llevará a recorrer más kilómetros de lo inicialmente previsto, y la llegada al destino. En particular el tercero nos deja imágenes muy vívidas, situaciones que rayan la absurdez, la incredulidad y el surrealismo. Momentos donde piensas que no puede ser, que ya vale la gracia. A pesar de que no son personajes llamados a tenerles simpatía, Faulkner no sólo no tiene piedad sino que les hace caer aún más abajo. Si el punto de partida ya es el de una familia miserable que solamente nos puede inspirar pena, cuanto más avanzamos la cosa se embarra más.

Como toda novela fragmentada y exigente, necesita una relectura, o dos. Son muchos los detalles que pasamos por alto que después cobran importancia, de ahí que sea importante estar muy concentrado (yo de hecho soy hasta de las que toma notas)

Así que cuando Cora Tull me decía que no era una verdadera madre, yo pensaba en cómo las palabras describen una línea recta y delgada, rápida e inofensiva, y en cuán terriblemente se comporta la tierra al aferrarse a ella, de modo que al cabo de un tiempo no son sino dos líneas tan apartadas que una persona no puede pasar de la una a la otra, y que el pecado y el amor y el miedo no son sino sonidos que las gentes que jamás han pecado ni amado ni tenido miedo utilizan para designar lo que jamás tuvieron ni podrán tener jamás hasta que olviden las palabras.

Página 162

Los personajes de Faulkner están siempre en el vilo de la moralidad, de los intereses egoístas y su visión religiosa. Tienen en mente a Dios y así lo mencionan cada dos por tres pero toman decisiones rápida, irreflexivas; que son absurdas a veces, que son crueles otras. (Que se lo digan a Cash, que hay cosas que no sabemos cómo asimilar).

Venir aquí a decir que tenéis que leer a Faulkner no es nada nuevo, que para eso le dieron el Pulitzer en 1949, pero sirva esta reseña para animaros a todos a leer a este magnífico autor, de los que nos ponen a prueba y nos examinan. Si no lo habéis leído nunca, esta puede ser una buena opción, ya que en 200 páginas despliega su particular mundo. Y si lo habéis leído ya, esta reseña os sobra.

¡Sigamos leyendo libros tan buenos como este!

FICHA:

Te gustará si te gustó

Pros

  • El uso del narrador múltiple para ir contándonos la visión coral de la historia.
  • Faulkner crea imágenes que se fijan en la pupila del lector: el momento del río, la llegada con la carreta. Ugh.

Contras

  • El inicio puede hacerse un poco cuesta arriba hasta que sabemos quién es quién.

Namaste.

Autor, Faulkner, Literatura

El ruido y la furia, William Faulkner

Cierro la encuesta que os planteé la semana pasada y paso a ofreceros el resultado: aunque muy ajustado al inicio, la mayoría os habéis decantado por El ruido y la furia, de William Faulkner.

Este libro era uno de ésos que siempre se comentan como indispensables, así que desde hace bastante tiempo andaba en mi lista de pendientes. Lo propuse en el grupo de facebook del Café Literario y así comenzamos la lectura conjunta.

Como siempre que anoto un libro en mi lista, procuro no saber cuál es su argumento ni sus puntos fuertes ni cualquier otra información que pueda dar detalles de lo que me voy a encontrar cuando decida leerlo.

Así que empecé el libro sin saber lo que me iba a encontrar. Si no recuerdo mal, tardé un minuto en quedarme con la boca abierta.

Portada de
Portada de «El ruido y la furia», de William Faulkner

El autor nos presenta a una familia, los Compson, antiguos señores y terratenientes que van perdiendo riqueza y prestigio. Para contarnos en qué consiste la decadencia de la familia, Faulkner divide el libro en cuatro partes claramente diferenciadas, indicadas al inicio de cada una de ellas con una fecha.

En cada una de estas partes el autor nos da la visión de un personaje distinto, como son Benjy, Quentin, Jason y Dilsey. No voy a entrar quién es quién, porque ahí radica parte del encanto de la novela. La complejidad viene de la mano de los frecuentes saltos temporales. Los vemos venir, literalmente, porque los párrafos aparecen en cursiva, lo cual no significa que el asunto se convierta en algo sencillo.

En las dos primeras partes tenemos dos narradores subjetivos que nos dan su punto de vista. La dificultad de esta mitad radica en la abundancia de nombres, de personajes, y por el hecho de que Faulkner no nos explica quién es quién y qué relación tiene con los demás. Como muestra os muestro las primeras páginas del libro:

A través de la cerca, entre los huecos de las flores ensortijadas, yo los veía dar golpes. Venían hacia donde estaba la bandera y yo los seguía desde la cerca. Luster estaba buscando entre la hierba junto al árbol de las flores. Sacaban la bandera y daban golpes. Luego volvían a meter la bandera y uno dio un golpe y otro dio un golpe. Después siguieron y yo fui por la cerca y se pararon y nosotros nos paramos y yo miré a través de la cerca mientras Luster buscaba entre la hierba.

Cuando uno lee este primer párrafo puede huir espantado o se puede quedar mirándolo y releerlo. Este segundo lector está perdido, desde el momento que se empieza a hacer preguntas: ¿Pero qué están haciendo? ¿Y quién es Luster? Desde ese momento, ha picado el anzuelo.

Parece que nada tiene sentido, parece que nos hemos inmiscuido en el salón de una casa y que vemos entrar gente. El problema es que, siguiendo el ejemplo, si uno de nosotros se metiera en la casa del vecino y viera entrar distintas personas, tendría información: edades, ropas, características físicas, cualquier cosa. Sin embargo, en este libro el autor opta por centrarse en otra cosa que no es ni por asomo explicar al lector cómo es Luster, en qué lugar se encuentran o qué leches andan haciendo sacando una bandera. Él continúa con su narración, mientras los demás miramos pasmados el devenir de los acontecimientos, la aparición de personajes de los que sí que sabemos algo.

Empezar la segunda parte implica habituarse al estilo, comprender que no se trata de una novela para tragarse en cuatro horas, que necesita digestión y pequeños sorbos, como esos vinos que hay que saborear para notar cuánto tiempo lleva en la barrica. En la segunda parte nos damos cuenta de que el libro bien merece unas cuantas relecturas, y que Faulkner es un genio. Un genio inspirado en el Ulises, con el que guarda algunas cosas en común, pero que se enfrenta a las realidades familiares como un tipo del sur, con pasión e inquina, con dolor y amor.

La tercera parte, voy a ser sincera, nos da un respiro. Y lo digo porque después de leer una mitad ardua y compleja la tercera parte parece el oasis en el desierto, al resultar mucho más fácil que las dos primeras partes. Y es cierto, ya que las dos últimas partes son las que más guardan relación con la novelas al uso, hay algo más de linealidad, además de que ya conocemos a todos los personajes y sus principales tramas. Jason sorprende con su vitalidad, con su feroz visión de la vida. Sin embargo, a pesar de respirar con tranquilidad en las primeras páginas de esta tercera parte, me sentí abandonada. Qué cosas. Yo, que estaba pasándolo mal, que veía que se me escapaban muchas cosas, cuando la novela llega a una realidad controlada, a un estilo manejable, me atoro y quiero volver para atrás. Quiero que Faulkner me trate mal, que siga como empezó. Aún pensando esto es cierto que la segunda mitad del libro equilibra el argumento, la novela, la historia. Quizá si hubiera seguido como empezó la novela habría resultado demasiado ardua. Quién sabe.

El autor deja lo dulce para el final: a Dilsey, testigo muda de muchos de los acontecimientos de la familia Compson. Cómo no soltar un respiro al final. No sé si un respiro de alivio, pero sí un respiro de haber llegado, de tener en las manos un libro soberbio, enorme, indispensable. Uno de esos libros que aturullan, molestan, empujan. De los que nos dejan poso.

Os voy a confesar algo: este año, en materia lectora, no ha sido demasiado bueno. Me explico: llegó un momento en el que, echando la vista atrás me di cuenta de que no había leído libros particularmente buenos, que muchos habían sido de puro entretenimiento, no de los que recomiendas con fervor. Fue llegar el otoño y cambiar la cosa, ir escalando de libros que me gustaron mucho. Después fue El ruido y la furia y me di cuenta de que este libro compensa cualquier otro sinsabor. Es una novela sublime, dañina, una historia que atrapa, con la que sueñas por las noches (no la historia en sí sino las sensaciones que provoca), es una de esas novelas con las que te dan ganas de llorar, porque la próxima vez no será todo una novedad.

A estas alturas de la reseña, después de 1.000 palabras, no trato de convenceros. Os invito a adentraros en el universo de El ruido y la furia. Y si podéis hacerlo en compañía, a través de una lectura conjunta, mejor. Es una novela muy propicia para comentar, para ayudarse los unos a los otros en cuanto a las interpretaciones de lo leído. Todo un placer, muchachos.

FICHA:

Te gustará si te gustó
  • Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.
Pros
  • El estilo del autor. La historia.
  • En fin, todo.
Contras
  • No leáis la contraportada.
  • El inicio es muy complicado. El truco que utilizamos en el Café Literario fue echar mano de la wikipedia para dejar claro algunos puntos en cuanto a los personajes. Realmente ayuda.

Feliz fin de semana.

Namaste.