Autor, Literatura, Portela

Los ojos cerrados, Edurne Portela

Mejor la ausencia primero y Formas de estar lejos después fueron los dos primeros libros que leí de Edurne Portela. Como en otras ocasiones, sin haberlo previsto, me encontré con este título en la librería y decidí leerlo, animada también por las buenas críticas de la novela.

Los ojos cerrados nos cuenta la historia de un matrimonio que decide trasladarse al pueblo para vivir en la casa familiar, huyendo de una ciudad que consideran inhóspita.

Lo que parecía una forma de reconectar con la naturaleza o un modo de impedir la aceleración de sus vidas se acaba convirtiendo en la reconexión con el pasado familiar. Y es que Ariadna conocerá a Pedro, uno de los vecinos más mayores que vive en el pueblo desde siempre y que, aunque ella lo desconozca, tiene relación su familia.

Dios creó la niebla para protegernos de ellos, para poder caminar por estos montes y valles sin ser perseguidos, espantados, machacados, descuartizados, apaleados, acuchillados, por ellos. Cuando Dios sopla su aliento más espeso y pesado, ellos se quedan en sus casas y cierran puertas y ventanas y escuchan temerosos nuestros aullidos de alegría.

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Paralelamente iremos conociendo la historia del anciano, su infancia marcada por la Guerra Civil y la Posguerra. Estos capítulos se van intercalando con los del presente, por lo que avanzaremos a la par en ambos hilos, hasta llegar a una confluencia cercana en el final.

El problema de Los ojos cerrados es que es una historia de la Guerra Civil. O debería decir, otra. Quizá llegar la última en el imaginario lector de un tema del que se ha escrito tanto va en contra no sólo de la novedad del tema sino también de lo que podemos esperar de él.

Me refiero que la sobreexplotación del tema genera dos cosas: o todas las historias se parecen, o bien es complicado ofrecer al lector algo novedoso. En cualquier caso, mi sensación es que no me he encontrado nada distinto de por ejemplo, lo que nos ofrece El corazón helado de Almudena Grandes: dos personajes que se encuentran y tiene que confrontar lo que conocen de su familia frente a las novedades de lo que descubren muchos años después.

En el pueblo las lindes invisibles que marcaban la separación entre ser y no ser hay lugares que recuerdan, lugares en los que si te detienes a escuchar atentamente, hay voces que te cuentan cosas. Pero tienes que querer escuchar.

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La cuestión para mí, es que si hubiera sabido que trataba este tema no lo habría comprado y no lo habría leído. Puede ser que mi prejuicio me diga que no queda mucho por contar, pero el tema es que mientras otros periodos históricos me atraen, últimamente el de la Guerra Civil española me repele. Quizá porque tuve una época en la que leí bastante me cansé o quién sabe, pero parece que no he llegado a dar con la historia definitiva que me haga cambiar de idea.

Si a lo anterior sumamos ese rollo new age antiurbanita que está plagando el imaginario de defensores de lo rural que nunca han pisado un pueblo, la cosa me escama. Como vecina de un pueblo esos discursos de volver a las raíces me cansan bastante, y todo ese rollo de pararse para conectar con el entorno me da mucha pereza.

En mi caso, Los ojos cerrados ha sido un libro que no me ha dicho nada. Una pena, porque Portela es una buena escritora, pero en este caso no me ha convencido, y desde el primer momento no he podido conectar con los personajes ni la historia en sí.

FICHA:

Te gustará si te gustó Formas de estar lejos, Edurne Portela.
Los girasoles ciegos, Alberto Méndez.
Pros – El estilo de Portela.
Contras – Poco original.
– No he conectado con los personajes ni con la trama.

Namaste.