Autor, Literatura, Rivas

El lápiz del carpintero, Manuel Rivas

Hace ya mucho tiempo que el autor gallego me atrapó en sus redes tras la lectura con Los libros arden mal, y desde entonces tenía pensado seguir leyendo algo de él. Fue en la Feria del Libro cuando me firmó este ejemplar que hoy os traigo. Y un día me desperté con la sensación de que quería leerlo ya, a pesar de que no se encontraba entre las lecturas futuribles.

el-lápiz-del-carpinteroEl lápiz del carpintero es una historia sobre la Guerra Civil española. Podría parecer otra historia más, teniendo en cuenta las numerosas novelas de la misma temática en las últimas décadas. Sin embargo, Rivas es capaz de incluir esa sensibilidad que le caracteriza para convertir la historia en algo diferente, y lo hace a través de los saltos temporales, los cambios de narrador y de otros recursos que van transformando la historia en algo más redondo, que se retroalimenta y se enriquece.

Y es que, a fin de cuentas, sí que se trata de una trama más o menos vista: la historia de vencedores y vencidos, aunque en este caso el foco se fija en uno de los vencidos, en sus recuerdos y en cómo va sobrellevando una vida que no le satisface.

Nunca me han gustado las historias de antagonismos puros, y menos situados en una época histórica determinada. Entiendo que en una novela de fantasía se puedan permitir el lujo de desdibujar la realidad, pero cuando la trama se basa en un período determinado, las cosas cambian. Y precisamente en eso radica la credibilidad de una historia: en que el negro puro no existe, ni el blanco tampoco. Hay grises, y demasiados matices. Los límites del bien y del mal se desdibujan, y el que creíamos bueno actúa por interés, y al que juzgábamos rápidamente quizá tuviera sus motivos.

En el caso de El lápiz del carpintero, tenemos a un vencedor lleno de inseguridades, que sigue ahí porque escucha la voz del hombre al que mató, aquél al que admiró, el que le ayuda para seguir caminando.

Es cierto que para mi gusto dista de la complejidad de Los libros arden mal, pero la diferencia estriba en unas doscientas páginas.

Revisando mi reseña, me doy cuenta de que poco he contado de la historia en sí. Pero si queréis conocer el estilo de Rivas mejor que lo leáis. A fin de cuentas, poco importa la trama, la historia que hay detrás, porque lo verdaderamente importante es adentrarse  en su mágico universo, en un mundo de sensaciones y adjetivos. Así que este libro es una buena opción. Seguro que os quedáis con ganas de más.

FICHA:

Te gustará si te gustó

Pros

  • La unión entre una trama sencilla y una forma de contar la historia compleja.

  • El uso de adjetivos, y en general, la sensibilidad del autor.

Contras

  • Se hace corto.

  • Hay que estar bien atento porque los saltos temporales y de narrador son frecuentes.

 Namaste.

Autor, Literatura, Rivas

Los libros arden mal. Manuel Rivas

Conocí este Los libros arden mal a través de una entrada de Homo Libris. Le tenía ganas a Rivas tras leer alguno de sus cuentos y la adaptación cinematográfica de La lengua de las mariposas.

(INCISO: mirad la que se ha montado a raíz de una serie de comentarios de un periodista que en un artículo incluyó el siguiente párrafo:

¿Y los españoles?, se habrá preguntado más de uno. En la novela española mineralizada ha de aparecer un comisario que entra en su hogar gritando: «¡Soy un cerdo franquista y ahora mismo voy a someter a mi mujer a violencia de género!». O bien un maestro de pueblo que habla con un niñito adorable y le dice: «Como soy un maestro republicano voy a mostrarte las virtudes de la democracia y el humanismo mediante el bello ejemplo de las mariposas».

Artículo íntegro pinchando aquí.

Manuel Rivas se da por aludido respondiendo escuetamente.

Félix de Azúa le contesta.

¿Qué, era para darse por aludido? (FIN DEL INCISO)).

 

 

Portada del libro

En el marco de la posguerra española se desarrolla una historia que tiene que ver con la cultura (como episodios sobre la quema de libros) pero que además ahonda en las distintas situaciones de unos personajes relacionados entre sí.

Hasta aquí algo que podría ser habitual. A partir de aquí la novedad. El autor cuenta la historia cambiando: en un capítulo podemos encontrar la historia de un juez contada de forma objetiva. En el siguiente aparece una lavandera hablando en primera persona.

Debido al cambio de personajes, en ocasiones se hace una lectura un poco complicada: hay bastantes nombres que guardan relación y al comenzar cuesta pillarle el truco. (De hecho me hice un croquis con nombres de personajes, relaciones y otros datos).

Luego todo va rodado, hasta más o menos la mitad del libro, donde la trama se estanca un poco y todo sucede más lentamente. En este punto, cuando ya pensaba que no me iba a gustar el final porque el autor lo apañaría como pudiera, las cosas cambian y el lector se lleva una grata sorpresa al recuperar la actividad y dinamismo de la primera parte del libro.

Trozos que me han gustado hay montones. De ellos, he seleccionado uno, para ilustraros el modo de enlazar del autor de un tema a otro, y para que comprobéis lo distinto que es a otros escritores:

Ya no era una criatura. Con cinco o seis años aún se meaba en la cama. Antes, no. Fue en esa época. No era algo que se pregonara. No es que llegase una a buscar la ropa y le dijesen: Ahí van las sábanas mojadas por el niño, que no retiene. Lo que pasa es que la ropa cuenta sus historias, es como un libro. Y tampoco yo voy diciendo por ahí lo que cuenta la ropa. Eso queda entre nosotras. Entre la ropa y nosotras. Por eso, lo que más me gusta de lavar es el clareo. Ese momento en el que el sol les devuelve los colores a las prendas y a las cosas, porque parece incluso, en ese dar del sol, que lo que has hecho es lavar todo el lugar. Devolverle los colores. A la ropa, sí, pero también al paisaje, a las cosas, a la mirada de la gente. Y entonces eres tú quien les pone el negro y el amarillo canario a las espigas rayadas de maíz del país y a las camisetas de fútbol del Relámpago de Elviña. El púrpura a los carpazos. A veces hablamos de la felicidad como un imposible. Entre nosotros, lo que más se parece a un infeliz es un feliz. Yo ya he oído llamarle a Brevo, que no tiene mucho entendimiento, he oído llamarle de dos maneras: feliz e infeliz. Parece que es lo mismo. Los niños le llaman tonto, sin más. Los niños. Qué miedo. No me extraña que haya quien se enrede con las palabras. Las hay, hay palabras, que son como bichos, de esos que mudan, que parecen una cosa y son otra. Polca dice que es al revés de lo que pensamos. Que las palabras no nacieron para denominar las cosas. Que primero fueron las palabras y después las cosas. Así que alguien dijo ciempiés y salió el bicho. Ya sé que no tiene cien pies. Lo importante es la intención. Quien hace la palabra, hace la trampa. Yo no quiero pensar en el nombre de un mal. Imagina que lo dices y funciona. Hay que tener cuidado con lo que se dice. O no. Al chaval, al hijo de la pintora y del juez, a lo mejor también le pasó que quiso meter las palabras para adentro y se le hizo un bolo, un tapón. Porque las palabras son también como migas. Yo, cuando estoy sola en la mesa, en silencio, meditando, los dedos hacen bolas con las migas de pan sobre el mantel de hule. Y cuando te das cuenta, cuando se te pasa el despiste, esas formas esféricas, tan pulidas, como astros, están mirando hacia ti. Yo no sé lo que harás tú, pero lo que yo hago es ir comiéndomelas muy despacio, las palabras de pan, las del silencio, para no atragantarme. Yo por suerte he tenido a Polca. A pai pai (en gallego, padre padre). Creo que, si no fuese por él, no habría arrancado. Sería feliz. Sería infeliz. Sería muda. Aún me mearía en la cama. Uno de estos días lo tengo que llevar a que vea al chaval, a Gabriel. Seguro que él encuentra la manera de espabilar a la criatura. Ella, la pintora, es más risueña que habladora. Tampoco a mí me va el chismorreo. El traer de dientes a la gente. A mí nadie me va a oír decir: ¡El niño, que es un meón!

Os lo recomiendo encarecidamente. Es uno de los mejores libros que he leído este año, y he acabado encantada y acordándome de los que vivís en Galicia (Niebla Espesa, Elnorte, D.) porque además de ser una gran historia es un tributo a las tierras gallegas, a las calles coruñesas y a los pueblos cercanos.

FICHA:

Te gustará si te gustó
Pros
  • El estilo mágico del autor.
  • El desarrollo de la historia y el modo de mezclar unas historias con otras.
Contras
  • No me gusta nada la portada del libro, y menos el redondel rojo de la izquierda. Señores, ¡esto no es un DVD!
  • La edición incluye un mapa con las calles de La Coruña que sólo se puede leer con una lupa.

Namaste.