Autor, Gógol, Literatura

Las almas muertas, Nikolái Gógol

Noviembre es un mes perfecto para leer autores rusos, ¿no creéis?

Llevaba mucho, mucho tiempo queriendo leer a Gógol. Me avergonzaba haber leído a otros rusos y haber relegado a este, que influyó a tantos, a un segundo plano.

La idea era o bien El capote o esta, su novela más famosa. Como soy lectora de libros largos, decidí que sería esta la historia escogida y por eso lo anoté en mi lista de propósitos de este año, para no olvidar que esta vez, sí o sí, tenía que leerlo.

Lo he hecho con una fantástica edición de Nórdica, muy cómoda para leer y con una letra perfecta para encarar esta lectura.

Las almas muertas narra la historia de Chíchikov, un héroe que busca enriquecerse con un agujero del sistema: obtener esclavos muertos (sus almas) para conseguir el dinero asociado a la propiedad por ellos aprovechando el retraso del censo en el cómputo de los fallecidos.

Su idea le llevará a visitar varias haciendas por toda Rusia para así entablar relación con los terratenientes que le vendan las almas, personajes variopintos y de distinta calaña que ejemplifican lo variado de una Rusia rural y arcaica, llena de herederos que dilapidan una cuantiosa herencia por dejadez, desinterés o vaguería.

¡Intenta (…) entender algo de los hombres! No creen en Dios, pero están convencidos de que, si les pica la nariz, es una señal de que van a morir.

Página 254

Lo que engancha a la historia desde la primera página es el humor mordaz y satírico de un Gógol que se ha propuesto poner un espejo, ridiculizando a sus personajes, que representan lo más variado de la sociedad rusa. Sus descripciones incluyen a la vez comentarios variados donde se dirige directamente al lector, abandonando su posición de narrador omnisciente para apuntar cosas principalmente sarcásticas:

El autor encuentra harto difícil nombrar a las dos damas de manera que no vuelvan a enfadarse con él como ya lo hicieron en el pasado.

Página 220

La mezcla consigue el efecto buscado: engancha al lector, critica a la sociedad y a la vez consigue una historia entretenida, plagada de sátira que conjuga la diversión con el análisis de una sociedad rusa en decadencia, con personajes que tienen cerca su final

Al ser una historia que el propio autor reescribió de la cual no se conserva el final completo, hay desigualdad entre las partes al notarse claramente dónde está más trabajada y retocada y donde quedo falta de una revisión y quedó fragmentada.

Aún así, una fantasía total, un libro que os recomiendo mucho que va directo a lo mejor de este año.

Los rusos nunca fallan. Confirmado.

ICHA:

Te gustará si te gustó Oblómov, Iván A. Gonchárov.
Pros– Entretenido, divertido, sarcástico.
– Cómo el autor consigue lo anterior describiendo a la sociedad rusa.
Contras– La segunda parte es menos redonda por la reescritura de la obra.

Namaste.

 

Autor, Handke, Literatura

Desgracia impeorable, Peter Handke

La acumulación y la falta de tiempo me llevan a cosas absurdas: a pesar de haber comprado, nada más haberle otorgado el Nobel, Los avispones, fue este librito el que he acabado leyendo primero.

Lo he hecho de la mano de la biblioteca, usuaria de la que admito, no soy nada frecuente. Me resultan incómodas varias cosas, desde el olor o la edición del título hasta las marcas en lápiz o bolígrafo que algún lector anterior consideró lo suficientemente relevante como para plasmar en un libro que no era de su propiedad.

Mis excepciones para el uso de la biblioteca son, generalmente, dos: los cómics, que suelo leer rápido y el coste / tiempo de lectura me parece que no hace justicia y los libros cortos, exactamente por lo mismo.

Así que Desgracia impeorable se vino conmigo en una espantosa edición de los 70 de la mano de Alianza tres, imagino que relacionada con la actual Alianza. La traducción, como podréis imaginar, deja bastante que desear, pero lo que me interesaba era el resto.

Peter Handke escribió este librito a las pocas semanas del suicido de su madre. Lo que hace es un recorrido de esa pérdida, como hijo que se enfrenta con el dolor y el duelo de la pérdida de un ser querido junto con el intento como escritor de acercase a la situación. Como todos los alemanes, su precisión configura un lenguaje certero y analítico:

«No hay palabras», se dice a menudo en las historias, o bien «no se puede describir», y las más de las veces considero que esto son excusas para la pereza; sin embargo, esta historia tiene que ver realmente con lo que no tiene nombre, con segundos de espanto para los que no hay lenguaje.

Página 39

El resultado es un librito muy corto pero duro, por lo que trata y por cómo están medidas las palabras. Uno de esos libros en los que cada frase duele, donde no sobra nada, donde el peso de cada frase contiene todo un universo de pensamiento y emoción.

Hablo conmigo misma porque ya no puedo decir nada a nadie.

Página 69

No sé cómo serán el resto de sus libros, pero a mí con este me ha convencido sin ninguna duda.

Namaste.