Autor, Berest, Literatura

La postal, Anne Berest

Fue Ignacio quien puso en mi radar esta historia, La postal (Lumen, 2022) que compré en la Feria del Libro de Madrid y me propuse leer este año.

Dicho y hecho. Aproveché Semana Santa para adentrarme en la historia de la mujer de la portada, para conocer los secretos de esa muchacha sonriente que nos mira desde otro tiempo.

Todo comienza en 2003, cuando la madre de Anne Berest se recibe una postal sin remitente, con tan sólo cuatro nombres como texto:

Ephraïm
Emma
Noémi
Jacques

Este es el punto de partida para Anne Berest: ¿quién y por qué ha enviado esa postal? ¿Quiénes son esos nombres que aparecen en el reverso de una postal turística cualquiera?

La postal queda guardada en un cajón y un tiempo después la propia Berest comenzará una investigación para tratar de saber qué motivos podía tener alguien para remitir una postal sin ninguna otra palabra y para saber por qué se envía mucho tiempo después de cuando fue escrita.

Sin embargo, la historia comienza mucho más atrás: porque esos cuatro nombres son familiares y corresponden a los padres y los hermanos de la abuela de Anne Berest, asesinados en el Holocausto.

Conoceremos la vida de Ephraïm y Emma, su matrimonio y sus mudanzas que les llevan de Polonia a Lituania y de allí a Palestina, tratando de evitar un mundo en ebullición con el punto de diana los judíos. Más tarde la llegada de los hijos: Myriam, la mayor y abuela de la autora, Noémi y Jacques, y su mudanza a Francia, donde el padre organiza una empresa y consiguen asentarse.

Este es el contenido de la primera parte de La postal, la vida de la familia de Berest, cómo consigue sobrevivir Myriam y qué les ocurre a sus padres y hermanos desde que salen de su hogar. En la segunda parte se ahonda en la investigación de Anne Berest por medio, cómo no, de la autoficción.

El problema de esta historia es la segunda parte.

En ella Berest investiga, viaja y pregunta a todos aquellos que pudieron conocer a sus bisabuelos y a los hermanos de su abuela. Utiliza la documentación que ha ido recabando Lélia, la madre de Anne Berest, como punto de partida para conocer los detalles: dónde vivían, en qué trabajaban o estudiaron y en qué fechas, con objetivo final saber quién pudo enviar la postal en aquél lejano 2003.

El problema de esta historia, y de otras con las que me he topado tanto en formato podcast como en libros, es que son tramposas, esto es, esconden parte de la información clave que sí conocen los investigadores para organizar la historia como si no tuvieran ese dato. La causa es clara, tratar de conseguir enganchar al lector con lo complejo del proceso, haciéndole partícipe en el juego de llenar los huecos de información desconocida.

Digo tramposa porque conscientemente Berest omite datos que nos habrían llevado a concluir, por pura lógica, el resultado al que quieren llegar de manera más elaborada. Y ese recurso, me temo, desmerece el resto de la historia, porque la sensación de haber alargado de más una historia que podría haberse narrado en menos páginas es siempre cuestionable.

Cuando un lector se da cuenta de que después de 500 páginas 150 (o quizá 200), sobran, es inevitable que afecte en la percepción del libro. Y eso es lo que me ha ocurrido a mí, una sensación agridulce de haber sido engañada, de haberme hecho perder el tiempo por conocer quién había enviado una postal que, evidentemente, no había mil opciones entre las que investigar sino solo dos.

Por lo demás, no es un mal libro, está narrado con un estilo delicado y elegante y aprovecha Berest para reflexionar sobre la identidad y la memoria, sobre el legado y la pertenencia judía, una comunidad obligada a tratar de pasar desapercibida.

FICHA:

Te gustará si te gustóLos exportados, Sonia Devillers.
Pros – La primera parte de la historia.
– Las reflexiones sobre la memoria y la identidad.
Contras– La autora es tramposa y recurre a omitir información para extender las páginas de la segunda parte.

Namaste.