Anoté hace bastante tiempo este título y lo compré hace unos meses, pero fue Jesús Artacho quien me lo trajo de nuevo a la mente cuando él comenzó a leerlo.
La acusación es el nombre que se le ha dado a la edición conjunta de varios de los textos que Bandi, un autor con pseudónimo residente en Corea del Norte, consiguió sacar del país a través de un familiar.
Bandi, que traducido sería libélula, nos acerca a la realidad del país asiático de la década de los 90, a través de personajes normales y humildes y de las absolutamente increíbles condiciones y situaciones a las que se han de enfrentar. Un mundo en que cada acto personal, hasta los sueños, han de ser controlados por el Partido.
Nada en el mundo es comparable a la decepción y al remordimiento que supone tomar conciencia de que todas las esperanzas y convicciones (…) no son nada más que un espejismo.
Página 89
Como es de imaginar, no es esta una lectura amable sino todo lo contrario. Personas que tratan de hacer una vida normal pero que se ven limitadas por las complicadas exigencias de un sistema político que amenaza cualquier minúscula parte de su intimidad. Ciudadanos que no quieren oponerse al régimen, sino tan sólo vivir tranquilos, pero que son forzados a reprimir su voluntad para adecuarse a las instrucciones gubernamentales.
Los personajes de Bandi son acosados y amenazados por un sistema cruel que les fagocita: una madre que se enfrenta al partido porque a su niño le da miedo la imagen del Líder, un hombre que trata de viajar a su pueblo natal para acompañar a su madre en sus últimos momentos de vida, un jefe de que tiene como objetivo conseguir una cantidad de producción fijada absolutamente imposible de conseguir… todos ellos presionados y sometidos por una maquinaria de opresión que sigue perennemente sus pasos.
Quién soy yo, sino un animal enjaulado para quien la menor distancia bien podría ser miles de li. ¡Sí, soy un animal domesticado!
Página 119
Tengo que admitir que el libro se me ha hecho cuesta arriba, y que a pesar de ser relatos cortos, me ha costado seguir leyendo. Quizá tenga que ver con el estilo esquemático y directo del autor, que huye del componente artístico, evita diálogos y se centra en las descripciones de la realidad. O quizá influya la temática de lo que nos cuenta y la crueldad y aceptación de las personas de que su situación es la que es y jamás cambiará.
El hecho de que, en pleno siglo XXI toda la población de un país viva bajo la tiranía de un dictador que controla sus vidas, sus cuerpos y mentes es algo que me sigue asombrando y espantando a la vez. Lo novedoso en el caso de Bandi es que se trató de la primera vez que un escritor que por entonces residía en el propio país consiguiera publicar sus textos, puesto que hasta 2014 todos los textos que se habían publicado venían de la mano de personas que consiguieron salir de Corea del Norte.
Lo poco que sabemos de Bandi se incluye en el apéndice de la obra, donde nos cuentan cómo consiguió sacar sus páginas del país, y también algunas pautas de quién se puede encontrar detrás del pseudónimo. Del resto poco más se sabe, ya que incluso su agente literario ha llegado a declarar que lleva sin noticias suyas desde 2018, lo cual pone en duda de su situación actual.
Toda la población de aquel país, que se hallaba bajo el hechizo de un brujo, vivía en una ficción ajena a la realidad.
Página 144
A pesar de lo duro de su lectura, considero que es uno de esos textos que hay que leer, como a Solzhenitsin, como a Affonço, como a tantos otros cuyos testimonios nos acercan un poco más a una realidad de la que vivimos al margen, por cuyas palabras se han jugado la vida.
FICHA:
Te gustará si te gustó | – El infierno de los jemeres rojos, de Denise Affonço. – Un mundo aparte, Gustaw Herling-Grudzinski |
Pros | – El hecho de que sean relatos ayuda a espaciar la lectura. – Escuchar directamente el testimonio de los que sufren. |
Contras | – Estilo no artístico. – Su lectura se hace dura. |
Namaste.
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