Autor, Literatura, MacLauchlin

Una mariposa en la máquina de escribir, Cory MacLauchlin

Tengo que reconocer que siento fascinación por las historias de personas con finales trágicos, el inexpugnable misterio de saber por qué tomaron una decisión tan espantosa como el suicidio, el tratar de comprender qué les tenía que pasar por la cabeza para hacerlo, cómo debieron de ser esos días para llegar a tal extremo.

Forma parte de la historia de la literatura la vida de John Kennedy Toole, el famoso autor de La conjura de los necios, pero conviene resumirla aquí: profesor de inglés, simultaneó su trabajo con el proceso de escritura de su obra magna. Sin embargo, nunca la vio publicada, a pesar de que mantenía correspondencia para su futura publicación con Gottlieb, uno de los más famosos editores de la época (por poner dos ejemplos, editó a Ray Bradbury y a Toni Morrison). Tras tiempo de desazón y desesperación, Toole huyó de su casa, donde vivía con sus padres, comenzó un viaje por Estados Unidos que duró dos meses y, cansado de vivir o de afrontar el fracaso, paró en su paisaje favorito y se suicidó.

Después, lo que ya sabemos: el tesón de una madre por ver publicada la historia, y con posterioridad, el éxito absoluto: publicada, traducida, súperventas y premiada con el Pulitzer, ahí es nada.

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Generalmente, cualquier lector que se acerque a La conjura de los necios ya conoce la historia del autor. Y quizá el prejuicio o la curiosidad por saber cómo era la historia de aquél autor que se obsesionó con su obra.

Mi fascinación se ve incrementada por las circunstancias de la muerte y por la información. En un mundo como el de hoy, donde todo está escrito y todo se comparte, parece mentira que una muerte de hace tan sólo 50 años quede entre brumas. Porque sí, señores, la señora madre de Toole decidió destruir la nota de suicidio. ¿Qué diría? ¿Sería una autoexculpación? ¿Justificaría sus actos? ¿O simplemente pedía perdón?

Es inevitable, por tanto, encontrarse lagunas en una historia como ésta. Y ya sabemos, las lagunas se pueden rellenar con teorías más o menos certeras, suposiciones o invenciones. Ésta, Una mariposa en la máquina de escribir, es otro acercamiento a la vida de Toole. Pero obviamente, no el primero.

He leído alguna reseña que tacha a MacClauchlin de no mojarse, de somero o simple, en el sentido de exculpar a Thelma, la madre, de no mojarse a la hora de sacar el hacha de los prejuicios.

A falta de leer el resto de las biografías del autor, parece que en este caso, MacClauchlin no quiere dar nada por sentado, o al menos juzgar desde el punto de vista subjetivo una serie de actos que sólo podemos valorar desde fuera. Parece indudable que muchos factores jugaron en contra de Toole, y que tampoco tenemos la información necesaria como saber otras muchas, así que no me parece mala opción ponerse el uniforme de árbitro y no juzgar. Si hay algo que no soporto son las opiniones incluidas en argumentaciones supuestamente objetivas: básicamente ésto lo resumo en mi sempiterna frase: Por favor, no invente.

Si Toole era o no homosexual, alcóholico, asexual, o lo que fuera poco importa ya. Lo verdaderamente importante es la historia que nos dejó: un personaje inmortal vestido con un gorro de cazador, la historia por antonomasia de la ciudad que le vio nacer. Nunca Nueva Orleans fue tan palpable.

Donde se hace hincapié en este caso es el proceso de escritura de la novela, las influencias, las referencias y la construcción de unos personajes que en muchos casos eran sacados de su círculo de influencia.

Una mariposa en la máquina de escribir es una historia bien escrita, aunque peca de repetición en algunos casos, de corta y pega en otros, pero que consigue mantenernos pegados a las páginas aún conociendo el final de la historia, aún sabiendo quién iba a decir qué. La edición de Anagrama tiene fallos, inexplicablemente sólo en el último tercio de la historia, y la traducción podría mejorarse.

Por desgracia, o como consecuencia de mi fascinación, al terminar la lectura se nos queda un sabor amargo en la boca, al saber que aquél autor que decidió no vivir más no conoció su éxito, murió sintiéndose un desdichado y un perdedor.

Pero claro, cómo se iba a imaginar John Kennedy Toole que 50 años después de escribirla su novela iba a estar más viva que nunca, que lectores de todos los países aclamarían la sucesión de desopilantes historias del mayor admirador de Boecio que jamás hayamos conocido.

Namaste.

Autor, Literatura, Toole

La conjura de los necios, John Kennedy Toole

En los albores del blog os hablé ya de esta novela imprescindible, un clásico del siglo XX de esos que hay que leer y releer.

DSC_0094Ya entonces, cuando llegué a la última página de la novela, sabía que no iba a ser la última vez que leyera La conjura de los necios. La excusa fue el Ignatius Day que se celebró el 9 de julio, una divertidísima celebración entorno a la novela de John Kennedy Toole.

Lo cierto es que esta excusa me permitió, además de leerlo, hacerme con un ejemplar de Compactos de Anagrama.

La sensación de leer un libro que ya conoces es siempre curiosa. Sabes lo que va a ocurrir, conoces a los personajes y hasta quizá te acuerdes de pasajes concretos, pero sin embargo, eres capaz de captar nuevos detalles que pasaron desapercibidos la primera vez.

Regresar a Reilly y compartir con él esos momentos quince años más tarde se hace raro. Nos reconocemos pero hace mucho que no sé nada de él. Sé por dónde va a venir Toole, qué giros de la trama se suceden, pero aún así no puedo evitar sorprenderme, reírme, encontrarlo más irónico, más inteligente, más complejo.

Por otro lado, me apena no haberlo leído en inglés. Porque las conversaciones con Jones se me hacen bastas, con ese slang castellanizado que no pega, que parece de plasta. Entiendo que el traductor no podía hacer más. La nota para mí misma es que la próxima vez lo leeré en la versión original.

Nueva Orleans es también la protagonista de una historia que parece simple pero que se va embrollando página tras página, una ciudad que encumbra a Reilly, y que le acompaña en su camino tratando de vencer a la Diosa Fortuna. El problema es que ella tiene otros planes e Ignatius deberá sortear los obstáculos que le obligan a salir de su cuarto para buscar trabajo. Una cruel rueda del destino que le aleja del estudio de Santo Tomás de Aquino y le obliga a confraternizar con sus congéneres.

Me habría gustado dejaros algún fragmento destacable, pero me he dado cuenta de que no soy capaz de traeros uno solo, y tampoco me gustaría desvelaros información de más a aquellos que no lo hayáis leído. Lo que sí que puedo aseguraros es que Ignatius es uno de esos personajes universales, que se quedan en la retina para siempre, que forman parte del imaginario colectivo. Él y sus circunstancias: su sable, sus perritos calientes y su gorra de cazador.

Recuerdo como si fuera ayer una frase que me espetó mi hermana cuando le dije que no había leído El proceso, de Kafka: ¿y puedes dormir bien por las noches? Es una frase que uso como mantra, y que me viene que ni pintada para cerrar esta entrada. Porque si no lo habéis leído, ya estáis tardando.

FICHA:

Te gustará si te gustó

  • El Quijote, Cervantes. (Eso dicen, fallo mío que NO HE LEÍDO EL QUIJOTE).

Pros

  • El personaje de Ignatius.
  • Cómo está hilada la trama.

Contras

  • La inevitable absurda traducción del slang.

Namaste.

Actualidad

Crónica del Ignatius Day

El pasado jueves 9 de julio se celebró en Madrid el Ignatius Day, una jornada que homenajeaba La conjura de los necios, la desopilante novela de John Kennedy Toole.

Los amigos de Casa del Lector consiguieron organizar un programa completo que pude conocer gracias a que me dejaron un comentario en la reseña de la novela (¡gracias, gracias y gracias! ¡Quizá sin el comentario no me habría enterado de la propuesta!).

El Ignatius Day comenzó con un recorrido por la ciudad de Nueva Orleans, verdadera protagonista de la historia. Además se proyectó el documental John Kennedy Toole, The Omega Point, dirigido por Joe Sanford, que no sólo fue su premier sino que acercó a los asistentes a la figura del autor, bastante desconocida para mí.

A continuación, Cory MacLauchlin, autor de la biografía de Toole, Una mariposa en la máquina de escribir, nos relató algunas partes de la vida de neorlandés además de comentar su trabajo de recopilación de datos, las conversaciones y las dificultades para acceder e investigar cada uno de los pasos del autor.

Fotografía de un momento de la conferencia de MacLauchlin, es de https://amvelandia.wordpress.com/
Fotografía de un momento de la conferencia de MacLauchlin, es de https://amvelandia.wordpress.com/

Posteriormente fue Jorge Herralde, editor de Anagrama, el encargado de rememorar cómo consiguió los derechos de la novela en español, allá por 1980, antes de recibir el premio Pulitzer. Las dudas de publicar una desconocida novela de un autor muerto, considerada demasiado larga, fueron vencidas por la fuerza de la historia, así que, a pesar de los iniciales prejuicios la novela se publicó. Y es que no sólo porque se trata de un libro imperecedero y una obra maestra sino que además se vende muy bien: ¡en estas épocas de crisis están vendiendo 15,000 ejemplares al año!

En definitiva, una jornada interesantísima que pudimos disfrutar todos los que abarrotábamos el auditorio, donde además, se regalaban perritos calientes a aquéllos que contestaran bien las preguntas (¡adivinad quién fue una de ellas!) y que cerró la jornada con la actuación de un fantástico grupo de jazz.

Más información: El PaísEl Mundo.

Una celebración estupenda, una buena organización y un muy buen ambiente que ponen de manifiesto que los lectores que no estamos solos, ¡somos legión! Y ahora, si me disculpáis, en nombre de la decencia y el buen gusto, me marcho a leer a Boecio.

Namaste.