Como tantas otras veces, este libro pasó a mi lista del Plan Infinito cuando lo vi reseñando en el blog de Carol. Me ganó su descripción, su preciosa portada y la historia, enmarcada en la época de la Segunda Guerra Mundial.
Uno podría pensar que no queda mucho que contar en relación a este período de la historia y el sufrimiento humano patente en esta época. Podríamos caer en la tentación de asumir que ya está todo escrito, que esta novela de menos de doscientas páginas no puede aportar nada nuevo a un tema manido y repetitivo.
Y sin embargo, es posible. Difícil, pero posible. Complicado porque siempre lo es cuando el lector ya conoce el período histórico, sabe qué pasó, cómo y dónde (aunque nunca jamás por qué), cuando ha leído e indagado, cuando no es una historia nueva, cuando la historia no sorprende: sabemos qué hay más allá de la alambrada, qué hay en los trenes de mercancías o qué esconde ese horno que no para de echar humo. Con este tema al autor no le vale recurrir a la lágrima fácil. Porque ya sabemos mucho.
A pesar de que Lustig corre con desventaja, lo consigue. Nos sitúa con un grupo de hombres acaudalados que serán intercambiados por soldados alemanes. Con ellos y con Katerina, la dulce joven que sueña con ser bailarina, y que se encuentra desubicada con este grupo de señores, pero con los que, sin embargo, comparte situación.
El autor nos sitúa en la época y la situación y lo deja fluir: no da muchos detalles, no describe en demasía, sólo deja al lector mirar y entender los diálogos para que sea suficiente. Porque eso es lo verdaderamente importante: que nosotros, desde este lado, tenemos más información que los protagonistas de la historia. Somos testigos silenciosos de lo que va a ocurrir, sabemos, o más bien, tememos, lo que va a pasar a continuación. Lo que son las cosas, podría parecer previsible, dado que lo es, podría resultar aburrido, ya que cuenta algo que de una manera u otra, conocemos. Pero a pesar de todo, uno no puede evitar esa angustia, esa congoja que se aloja en el estómago mientras seguimos con la lectura, un temor que se convierte en miedo, una angustia plagada de conmiseración, de pena.
Me he sorprendido a mí misma con un nudo en el estómago, provocado por los silencios de Lustig. Digo silencios porque aquí es más importante lo que no se cuenta que lo que sí, lo que se omite que la información que aporta.
Es un libro triste, sí, pero sobre todo resulta un libro que parece un mazazo, uno directo a nuestras entrañas.
FICHA:
Te gustará si te gustó |
|
Pros |
|
Contras |
|
Namaste.