Generalmente dejo pasar varios días, o incluso varias semanas hasta escribir la reseña de un libro que acabo de terminar. Lo normal es que necesite reposar el texto, y me suele venir bien tomar un poco de distancia con la historia que acabo de leer.
En unas pocas ocasiones, las palabras me queman en los dedos, me salen solas. Ésta es una de ellas.
El fin de la soledad es una novela de Benedict Wells que ha sido aclamada por la crítica, llegando a ser galardonada con el Premio de Literatura de la Unión Europea.
Benedict Wells es un joven escritor alemán que nos trae la historia de tres hermanos: Marty, Liz y Jules, a los que el horizonte les trae la fractura de su familia tras la muerte inesperada de sus padres. La fatalidad marca un antes y un después en la vida de los tres niños, que pasan de una situación de felicidad y confort a fría rutina de un internado. Desde este momento cada uno de ellos sucumbirá a lo que le espera según cómo van reaccionando y vemos el influjo de su carácter en su evolución, del paso de adolescentes a adultos.
Marty consigue el éxito profesional adoptando una actitud nihilista hacia la vida que le aleja de sus hermanos.
Liz emprende una huida hacia adelante en el mundo de la noche, la juerga y el desenfreno, que acaba en el mundo de las drogas.
Jules se encierra en sí mismo, sintiéndose abandonado por dos hermanos mayores de los que esperaba más atención, sin saber bien adónde dirigirse. El hermano pequeño es el narrador, que nos ofrece su visión, rememorando los momentos que vivió con sus padres antes de su muerte, analizando situaciones que le ocurrieron en el internado y tratando de encontrar el sentido de sí mismo.
Wells emprende una tarea compleja, la de contar un drama sin caer en la exageración y en la lágrima fácil. Sin embargo, desde el primer momento consigue combinar ambas cosas con un estilo limpio y depurado. Hasta ahí la mitad del libro, más o menos.
Porque justo cuando pensamos que el autor no nos puede ofrecer más, rescata grandes secundarios para darnos una lección en toda regla, incluyendo una variedad de temas que analiza y que pone a prueba a sus personajes: el paso del tiempo, el amor, el recuerdo o la enfermedad son sólo cuatro de ellos.
La vida no es un juego que tiene que acabar en cero. La vida no tiene que ajustar cuentas, las cosas suceden, sin más. A veces es justa y todo tiene sentido. Y a veces es tan injusta que uno duda de todo. Yo le quité la careta al destino y vi que no era más que pura casualidad.
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La sensación que me ha acompañado durante toda la lectura es la de conmoción, la sensación de que Wells comprende a la perfección a los humanos y sabe reflejarlo en su estilo, consiguiendo aportar mucha más profundidad de la que uno inicialmente pensaba. Lo hace sin grandes descripciones, incluyendo poco a poco los temas y añadiendo de forma sutil la melancolía sin caer en la sensiblonería, y a la vez la sensación racional de la comprensión y admisión de la vida como lo mejor que tenemos los seres humanos.
Con El fin de la soledad he conseguido conectar a un nivel tan grande como para decir que hacía mucho que no me emocionaba tanto con un libro. Como para saber que este libro figurará entre los mejores de 2018. Porque trasmite y llega y lo hace de una forma sutil y elegante, sin caer en la rimbombancia ni la exageración. Porque Wells escribe con mucho talento, cómo aborda los temas y cómo consigue, por un lado, que los personajes evolucionen según van ganando años, y por otro cómo determinados secundarios que pensábamos meros accesorios tienen una importancia definitiva en la vida de los protagonistas.
Con El fin de la soledad he sido capaz de llorar lágrimas de tristeza, mantenerlo alejado para no leer más y atraparlo de nuevo para continuar leyendo párrafo a párrafo, conteniendo el aliento, suspirando y deseando que se acabe y que no se acabe a la vez.
Terminé El fin de la soledad en el mes de febrero. Escribí la reseña el mismo día que lo terminé. Hoy, en mitad del mes de mayo sólo os pido que lo leáis, que os acerquéis al enorme libro que Wells nos ha regalado. Porque sí, la buena literatura es siempre un regalo. Gracias también a Malpaso por descubrírmelo.
FICHA:
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Namaste.