Penúltima entrada hablando de libros de 2024, en este caso de dos muy distintos entre sí de dos autoras muy potentes. ¡Empecemos!
El río sin descanso de Gabrielle Roy (Hoja de Lata, 2023) lo compré por dos cosas: la primera, por la preciosa edición conmemorativa del décimo aniversario de la editorial Hoja de Lata, un libro que (admito) había pasado desapercibido cuando lo publicaron pero que destacó en mi visita a la librería con esta nueva edición. La segunda, una temática y localización de las que no había leído nunca: el pueblo inuit y su estilo de vida.
No conocía a Gabrielle Roy y resulta que es una de esas autoras claves de su país, lectura obligatoria en Canadá y referente como escritora en francés del siglo XX en aquél país.
Lo maravilloso de la lectura, no es nada nuevo, es que nos acerca a lugares y situaciones desconocidas, en este caso para mí es el río Koksoak y sus habitantes, con todo lo que implica, la compleja relación entre hombre blanco e inuit, el cambio para muchos inuits al abandonar su tradicional estilo de vida para acceder a mayor bienestar, presionados por un Gobierno que les anima a alejarse de sus tierras, pero a la vez, la sensación de desprotección y soledad que les genera sentirse al margen, en una sociedad que no entienden bajo unas reglas nuevas.
El estilo de Roy es sencillo, directo pero muy descriptivo, se centra en el paisaje pero también en los sentimientos de un grupo de personas que ven cómo su vida va a cambiar radicalmente. La combinación es equilibrada, bien lograda, sin caer en exageraciones ni en sentimentalismos, con ese toque a clásico que se palpa por el modo que tiene de acercarse a los temas que trata.
El segundo libro que os traigo hoy es El chal de Cynthia Ozick, una novelita corta o relato largo, como lo queráis ver, que tiene con referente a un chal que acompaña a una mujer, Rosa, prisionera en campo de concentración. No diré más, pero con esos datos creo que ya os podéis imaginar el tipo de historia que relata la autora: breve y dura, incómodas, triste y desasosegante.
Desde el primer momento sabemos qué se puede esperar de este tipo de historias, vaticinamos lo que va a suceder y aunque acertemos lo complejo es generar todo lo anterior en una novelita de apenas cien páginas y con tres personajes. Lo hace Ozick con la puntería certera de dar donde duele, de molestar al lector que plácidamente se encuentra en un sillón cómodo de su hogar.
No me ha parecido redonda porque creo que se pierde en consideraciones posteriores cuando la acción se traslada a un momento posterior, donde Rosa rememora la situación, y eso me ha parecido que le hace perder fuerza al resto de la historia. Si bien en conjunto es uno de estos ejemplos de que la buena literatura no necesita grandes fuegos de artificio ni una acción estrepitosa, sino que con buen hacer del autor se puede conseguir una historia que ya les gustaría a muchos de los que se consideran escritores.
Namaste.

