Autor, Frame, Literatura

Rostros en el agua, Janet Frame

Últimamente en mis lecturas se centran en dos tipos de temáticas: ambientados en países soviéticos o ex-soviéticos y con tramas relacionadas con problemas mentales.

Sobre este último tema, ha sucedido últimamente con Las caras, de Tove Ditlevsen y Pequeñas desgracias sin importancia de Miriam Toews por decir dos de este año.

Rostros en el agua (Trotalibros, 2022) está firmado por una autora neozelandesa, una mujer que pasó muchas de las cosas que nos narra en la novela: fue diagnosticada de esquizofrenia e ingresada en un hospital psiquiátrico, y hasta tenía cita para una lobotomía que, por suerte y gracias a obtener un premio literario, pudo evitar.

Acompañamos Istina, la protagonista, desde el momento en el que accede al hospital psiquiátrico desde donde comenzará su vida como paciente.

El estilo de la novela sigue el hilo de pensamiento de la protagonista y se presenta así desde la primera página:

Nos han dicho que debemos lealtad a la Seguridad, que es nuestra Cruz Roja y nos proporcionará pomada y vendas para las heridas y nos extraerá las ideas ajenas las cuenta de cristal de la fantasía las horquillas retorcidas de la insensatez que llevamos incrustadas en la mente.

Página 13

Sorpresivo, sin comas, dando saltos de ideas y sensaciones… la vida de Istina es una lucha constante por adaptarse a un lugar lleno de rutinas, miedos y soledad. Donde las enfermeras son amas y señoras de su devenir y donde entre las pacientes hay luchas, odios y enconos.

No existe pasado ni presente ni futuro. Utilizar los tiempos verbales para dividir el tiempo es como trazar rayas de tiza en el agua.

Página 48

Frame consigue trasladarnos la sensación de opresión de las pacientes, además de la incertidumbre constante ante los posibles cambios en su devenir. Cuando es necesario es lúcida, lo cual nos sitúa en la delgada línea del paciente, donde todo varía según la sensación y en ocasiones, el estado del ánimo. La mezcla es sorprendente e incómoda.

El sol y la sombra son trucos y no confío en nada y entiendo qué le tenemos miedo al teléfono, por qué, aunque hayamos cortado los cables, levantamos el auricular y esperamos a oír la voz que tanto tememos; y entiendo los espejos e intento localizar el punto en sus profundada en el que nos convertimos en nada.

Página 239

El principal problema que he encontrado a este libro es que ese mismo estilo que destaca y brilla tanto en los primeros capítulos me ha acabado cansando en la segunda mitad del libro, por el exceso de uso del recurso. Me da la sensación de que esa saturación se podría haber evitado reduciendo la cantidad de capítulos a la mitad.

Sobre todo porque la prosa de Frame, plagada de poesía desgarradora, habría destacado muchísimo más con menos páginas, otro ejemplo:

Hablaban del futuro como si fuera algo tangible y al alcance de la mano, como una pera del jardín vecino colgando sobre la valla, mientras que yo hacía tiempo que sabía que el futuro había sufrido el ataque de gusanos que había infestado y devorado su corazón.

Página 263

Y vosotros, ¿de qué temas estáis leyendo últimamente?

FICHA:

Te gustará si te gustó Las caras, Tove Ditlevsen.
Pequeñas desgracias sin importancia, Miriam Toews
Pros – El estilo de Frame.
– Lo sorprendente y doloroso de sus frases.
Contras – Saturación de estilo.
– Habría ganado si hubiera tenido menos páginas.

Namaste.