Muchos de los que me conocéis seguramente estéis arqueando una ceja al ver en este blog el título de esta novela, y sé que muchos otros lo hicisteis el día que visteis que lo estaba leyendo, cuando lo publiqué en Instagram.
Quizá cada vez son menos comunes los best-sellers por estos lares, pero de vez en cuando me gusta asomar mi nariz a esos títulos siempre situados en la lista de máximas ventas (generalmente cuando ya se ha pasado la moda) y ver si a mí también me convencerían.
La verdad sobre el caso Harry Quebert es la primera novela de un suizo de esos que me dan mucho asco, esto es: un chaval más joven que yo que publica una novela y se forra con ella. Eso da un poquito de envidia y muchas ganas de venir aquí a contar que ese libro es la releche. Lo siento, pero no va a pasar.
Como buena novela de suspense que se precie, desde el primer momento sabemos que ha habido una desaparición, en este caso la de una joven quinceañera en un pueblo apartado de Estados Unidos. El misterio queda en suspenso 30 años, momento en el que se encuentra el cadáver y se retoma la búsqueda del asesino de la muchacha.
Este corte temporal permite a Dicker situar la historia en tres momentos distintos: en 1975, momento de desaparición de la chica y en 2008, cuando se encuentra el cadáver. Aprovecha además para incluir una tercera situación: las conversaciones entre escritores sobre el proceso de escritura, que suelen ser capítulos muy cortos (apenas uno o dos párrafos) y dan preludio al resto de las dos acciones.
Y es que la muchacha mantenía una relación sentimental con Harry Quebert, afamado escritor y a la postre el que da los consejos a su amigo, otro escritor que quiere sacar a la luz la verdad ayudando así a Quebert a salir del atolladero. Efectivamente: su amigo no es el depravado que vende la policía y los periódicos, y por supuesto no ha matado a Nola Kellergan porque ellos vivían una verdadera historia de amor.
A mí es que este tipos de amores prohibidos me aburren soberanamente y ya si incluyen conversaciones como ésta…
– Callémonos y estrécheme en sus brazos… Me parece tan inteligente, tan apuesto, tan elegante.
– No puedo, Nola….
– ¿Por qué? Si de verdad le gusto, ¡no me rechace!
– Me encantas. Pero eres una niña.
– ¡No soy una niña!
– Nola… Lo nuestro es imposible.
– ¿Por qué es tan malo conmigo? ¡Ya no puedo ni hablarle!
– Nola, yo…
– Déjeme. Déjeme y cállese. Cállese o le diré a todos que es un pervertido. ¡Váyase con su novia! Fue ella la que me dijo que estaban juntos. ¡Lo sé todo! ¡Lo sé todo y le odio, Harry! ¡Váyase! ¡Váyase!
Página 232
Pues efectivamente, entiendo que alguien metiera a la insufrible niñata en el maletero de su coche y la hiciera desaparecer.
Lo peor de este tipo de diálogos no son las frases arquetípicas y sin sentido, sino la repetición: quizá la primera vez podemos pasarlo desapercibido, pero a la octava estamos mirando cómo comprar un arma de fuego en este país. Y a la decimosexta nuestro vecino ha llamado a la policía alterado por nuestros gritos de MUERTE Y DESTRUCCIÓN.
Claro, si pensamos que La verdad sobre el caso Harry Quebert es un tochazo de setecientas páginas tiene que abundar el relleno, pero por si fuera poco al leer un diálogo de ese calibre, hay que ofrecer poca información y repetirla cuanto se pueda. Para esto lo mejor es el corta y pega, que tenemos lectores GILIPOLLAS que no se han quedado con la copla.
Tras conversaciones con testigos y tratar de seguir la pista sobre lo que ocurrió en el verano del 75 (algo muy de Pretty Little Liars, en ese verano ha pasado más que en Madrid la última década), Marcus Goldman consigue convertirse en un personaje que hemos visto repetido en multitud de ocasiones en series, libros malos y sobre todo películas de los sábados de Antena 3, lo cual incluye el muy original momento en el que va a ver a un testigo y le dice al sirviente que tiene que ir al baño y se escaquea del baño para echar un vistazo. ¡No puede ser! ¡Qué original! ¡Esto va a marcar un antes y un después en la literatura! ¡Ya verás cuando se entere Dan Brown!
Por supuesto, la investigación se ve aderezada de amenazas y anónimos, intentos de incendio y mucha hostilidad (¡quién lo iba a decir!). Venga, ¿que le queman el coche? ¡Confeti!
La sensación creciente que tengo cuando leo este tipo de libros es la de la producción en cadena, el darse cuenta de que se trata siempre la misma historia, que no brilla por ningún lado, con personajes intercambiables y con una trama similar que promete thriller y tensión y sólo da tedio y un poco de pena. La misma que me dan los calificativos que le han prodigado por aquí y allá los críticos literarios de medio mundo diciendo cosas como ésta:
La sorpresa de la rentrée, el libro que no podemos soltar después de horas de lectura cautivante…. Recuerda a Philip Roth. Jonathan Franzen o Woody Allen.
Marie-Françoise Leclère, Le Point.
Vamos a ver, señora Leclère, ¿qué le ha hecho Philip Roth para aseverar algo así?
Historias sin alma, personajes que no vas a recordar, situaciones que has visto con pocas variantes unas dos o tres mil veces en cualquier sitio, una de esas novelas que dice poco a pesar de tener escritas muchas palabras en ellas.
Probablemente lo mejor sean los inicios de capítulos, donde Goldman y su mentor reflexionan sobre el proceso de escritura y donde dejan momentos como este:
En esta sociedad, Marcus, los hombres a los que más admiramos son los que ponen en pie rascacielos, puentes e imperios. Pero en realidad, los más nombres y admirables son aquéllos capaces de poner en pie el amor. Porque es la mayor y más difícil de las empresas.
Página 281
La verdad es que si lo llego a saber podría haber empezado un juego alcohólico mientras lo leía, habría sido más entretenido, fijo.
– ¿Quiere que le lleve, sargento?
– Ni hablar.
– Conduce usted muy despacio.
– Conduzco con prudencia.
– Este coche es una basura, sargento.
– Es un vehículo de la policía estatal. Un poco de respeto, por favor.
– Entonces es una basura estatal. ¿Y si ponemos algo de música?
Página 475
¡CHUPITO!
Y con esto he escupido toda la bilis que me ha hecho generar el dichoso libro en sus 700 páginas. ¡Qué descanso! Ya sabéis, lectores: la bilis, como la basura, mejor fuera.
FICHA:
Te gustará si te gustó |
|
Pros |
|
Contras |
|
Namaste.
Por muy insufrible que sea una mujer no es necesario meterla en un maletero y hacerla desaparecer, con no volverla a ver es suficiente. Ha sido muy doloroso leer esto.
Nada más que decir.
Me gustaMe gusta
Hola Teresa. Gracias por visitar y comentar en el blog.
La referencia del maletero no es otra que una exageración por mi parte, motivada por la creación del personaje de Nola, arquetípico simplón y muy básico. Me niego a creer que Dicker haya conocido en su adolescencia (que por otra parte no le queda lejos) una joven tan poco plausible como ésta que ha incluido en su novela.
Creo que en la vida hay cosas mucho más dolorosas que una frase de un blog, pero allá cada cual.
Un saludo.
Me gustaMe gusta
Me ha gustado y divertido tu crítica. Me gusta tu blog
Me gustaMe gusta
¡Hola!
Lo tengo esperando en la estantería y de momento no me animo. Me pasa como a ti, estos libros con tanto éxito prefiero leerlos cuando ha pasado el boom.
Me has dejado sin ganas de cogerlo, la verdad. Así que creo que será un eterno pendiente en mi estantería, únicamente que algún día me pique demasiado la curiosidad.
Un beso
Me gustaMe gusta
¡Hola! Coincidimos plenamente… En su día caí en las redes del marketing y me compré este libro entusiasmada. ¡Qué decepción y qué hartazgo! De verdad que en algunos pasajes me daban ganas de tirarlo por la ventana… A veces, en el Facebook de la editorial, leo comentarios entusiasmados hacia este libro y me echo las manos a la cabeza. ¿Habremos leído el mismo libro? En fin, que a mí también me resultó muy terapéutico despotricar sobre este libro en mi blog, jejeje… Besos.
Me gustaMe gusta
Por favor, pero es que nunca me canso de leer este blog. Dices cosas que yo pienso y no me atrevía a decir porque todos se me echan encima y me acusan de pedante. Gracias, Laura, por compartir tus opiniones.
Me gustaMe gusta
Aurelio: gracias por pasarte por el blog y por comentar. Es un placer saber que se van sumando lectores nuevos a mi blog.
Isa: quizá a ti sí que te guste… la verdad es que he leído mayoría de reseñas positivas, así que ¡quién sabe! Siempre puedes leerlo y quitarte la curiosidad de encima…
Rosa: me alegra saber que no estoy sola en mi opinión. He leído muchísimas críticas positivas y fue eso lo que me animó a leer el libro, si todas hubieran sido negativas ni me lo habría pensado. Creo que despotricar de un libro que no nos gusta es la recompensa por haberlo leído. Gracias por pasarte.
Carme: gracias por pasarte y comentar. 🙂 Soy de las que creen que si nos quitan la parte de dar nuestra opinión sincera (siendo ésta positiva o negativa), ¿qué nos queda? Si se me echan encima les estaré esperando para discutir lo que sea necesario. Por supuesto, es mi simple opinión, ¡para gustos los colores!
Me gustaMe gusta
Pues a mí me has dado ganas de leerlo!!! jajaja
Mira, te digo una cosa respecto a este libro: no lo he leído (aún, porque ya te digo que me has dejado con ganas jiji), pero un día mi hermana estaba buscando un libro para regalar a su novio, que no es muy lector, y yo le recomendé este diciéndole que no lo había leído pero que creía que le iba a gustar, ¡y acerté! Dice que se enganchó de mala manera a la historia y se lo ventiló en tiempo récord para él.
O sea, mis respetos al señor Dickel.
Además, yo soy muy simplona, así que fijo que me engancha también, ya verás.
Me gustaMe gusta