Conocí este autor y este libro porque me lo prestó Pedro.
Después Aramys me confirmó que le había gustado. He aquí mi reseña.
La neblina del ayer es una novela negra ambientada en La Habana. El protagonista, un policía reconvertido en buscador de libros antiguos, se ve involucrado en un crimen que, simplemente por ocio pretende resolver. Así la cosa, Padura nos va introduciendo en la ciudad, en la personalidad de sus habitantes y en su modo de ver la vida.
Lo importante de esta novela, lo verdaderamente embriagador es toda esa descripción, todos esos personajes que pugnan por sobrevivir en un mundo complicado, además de un estilo peculiar del autor, con un llamativo uso de los adjetivos y de la forma de componer las frases.
En aquel tiempo de juventud, luego de una noche de muchos tragos, (…) una punzada en la rodilla debido al golpe que se había propinado con el borde afilado de la cama en cuya reputa madre solía cagarse tras cada colisión: mas todo era pasajero y curable con una ducha y un par de duralginas.
Pero donde el lector se convence es cuando llega al momento en el que Mario Conde se manifiesta como un gran aficionado a la lectura, y nos cuenta su pasado:
Aun cuando el Conde prefería gastar sus días en juegos de pelota, en mataperrear por las calles y robar mangos, su curiosidad innata le hizo dar el primer paso firme hacia la bibliofilia cuando, leído en éxtasis emocional El conde de Montecristo, quiso saber sobre el destino final de Edmundo y Mercedes y salió a la caza del segundo acto de aquella aventura fabulosa y entrontró a un Dumas decepcionante, casi cruel, que en la novela La mano del muerto destrozaba la felicidad por la que tanto habían luchado el generoso Dantés y su amada Mercedes. Un par de años más tarde, ya matriculado en el preuniversitario, otra vez la curiosidad había venido en su ayuda, aunque en esta ocasión de manera definitiva: después de leer, como ejercicio de clases, un rídiculo condensado de La Ilíada, Conde había ido a la bien poblada biblioteca del viejo instituto de La Víbora en busca de una edición completa del poema homérico y, ya intrigado por la suerte de aquellos guerreros, procuró algunas respuestas en La Odisea y de manera natural, casi por caída libre, penetró en una trampa sin salida cuando quiso saber sobre el destino del resto de los héroes griegos.
O cuando en un delirio mantiene una especie de conversación con un autor de renombre:
¿De verdad eres tú? No lo puedo creer… (…) ¿Pero no me digas que eres tú?, había insistido el Conde, abrazado por el júbilo, sin escuchar los reproches de su interlocutor: aquello, claro, estaba deseando ocurrir, y durante muchos años de su vida el Conde lo había deseado, aun cuando sabía imposible que aquello ocurriera: el hombre lento y pálido era uno de sus dioses inamovibles, eso mismo, un ser iluminado, casi un mutka, el que conoce a Dios -o al menos alguien que se le había acercado muchísimo, por vía de la perfección-, y tenerlo allí, a su lado, oírlo, era un inconmensurable privilegio. Siempre había querido tanto hablar contigo, logró decirle, con voz tomada por la emoción, pero no para hablar de la muerte y el sufrimiento, ni siquiera de la reencarnación, que, la verdad, me importa un carajo, con una vida de mierda ya tengo bastante, así que no aspiro a otra. Yo quería hablar contigo de algo más difícil, o más intangible, como tú dices… Dime por favor, ¿cómo se hace para escribir historias realmente escuálidas y conmovedoras? ¿Cuál es el secreto?
He omitido lo que sigue a continuación para retaros: ¿Adivináis con quién habla? Se admiten apuestas.
En conclusión, es un libro recomendable, entretenido, totalmente diferente al tipo de novelas escandinavas que proliferan en las librerías.
FICHA:
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Namaste.