Autor, Literatura, Pynchon

La subasta del lote 49, Thomas Pynchon


Mi primer Pynchon. No es baladí comenzar a leer un autor tan renombrado como este.

lote49Tengo que reconocer que llevo varios días dándole vueltas a la cabeza a lo que podría contar de esta historia. Entre otras cosas, porque es el tipo de libro que una vez finalizado dan ganas de volverlo a leer, precisamente porque al terminar uno se queda con la sensación de que se ha perdido en el intrigado argumento, que ha perdido el hilo o que no ha comprendido la totalidad de lo leído.

En fin, mejor empiezo por el principio. La subasta del lote 49 es un libro pequeño, corto, de menos de 200 páginas. Además la letra es bastante grande para la edición del libro.

En las primeras líneas ya se nos presenta la protagonista de la historia: Edipa Maas, una mujer a la que se le ha nombrado albacea de la herencia de un millonario. Hasta aquí, bien. La señora Maas deja su casa y su ciudad para comenzar un viaje en el que se irá cruzando con gente variopinta, donde le asaltarán misterios y extrañas coincidencias.

– Si es que no me entendéis -dijo Driblette exasperándose-. Sois como los puritanos con la Biblia. Fanáticos de la literalidad. Tú sabes dónde está la obra, ¿verdad? No está en el archivador, ni en el libro que buscas, sino -salió una mano del vaporoso sudario de la dicha y señaló la cabeza suspendida en el aire- aquí dentro. Para eso estoy yo. Para dar corporeidad al espíritu. ¿A quién le importan las palabras? Son ruidos mecánicos para apoyar el ritmo de los versos, para penetrar en la barrera ósea de la memoria de un actor, ¿no? Pero la realidad está en esta cabeza. La mía. Yo soy el proyector del planetario, todo el cerrado microcosmos que se ve en el círculo del escenario sale de mi boca, de mis ojos y a veces también de otros orificios.

Lo de menos, quizá, sea el misterio de R.E.S.T.O.S. o el verdadero pasado del finado. Lo verdaderamente destacable es el estilo de Pynchon, abundante en referencias culturales, citas, películas, metáforas y simbolismo. Cada párrafo es un golpe en el rostro del lector, por lo que aturulla y noquea, por toda la información que acarrea cada una de las palabras escogidas.

Y sin embargo, no es un ejercicio de demostración como el que a veces leemos en otras novelas. Pynchon no necesita demostrar que sabe mucho, que lee mucho, que conoce mucho. Porque le basta y sobra una frase para dejar tiritando al lector que no sabe lo que se le viene encima. Otros, los rimbombantes, demuestran y exageran en cada línea. Pynchon es capaz de dejar el exceso de palabras a un lado y añadir múltiples recursos, como el humor, la sátira y la absurdez de determinadas situaciones (el episodio del sexo con el abogado o la recurrrente aparición de Los Paranoides) para ligar un estilo serio con un contenido extraño.

Extraño, es la palabra. Porque la historia desorienta, la trama es compleja, discontinua, aparece y desaparece hasta que no sabemos adónde quiere llegar. Pero no importa, porque aunque a día de hoy no tenga claro si me ha gustado o no, sí que queda claro que la demostración de calidad del autor y su inteligencia van por delante. Que a Pynchon hay que leerle, aunque yo no me sienta preparada para él.

Siempre nos quedará cantar, como Los Paranoides, con la melodía de Adeste fideles

Os hemos, ciudá-danos, birlado un bá-arco

Os hemos, ciudá-danos, birlado un bá-arco…

FICHA:

Te gustará si te gustó

Pros

  • El despliegue de referencias, estilo y al mismo tiempo que el autor sea capaz de incluir humor y sátira. Completísimo.

Contras

  • Compleja lectura y difícil de seguir la trama.

 Namaste.

1 comentario en “La subasta del lote 49, Thomas Pynchon”

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