Autor, Bolaño, Ginzburg, Literatura

Dos autores a los que volver: Roberto Bolaño y Natalia Ginzburg

Regresar a los autores que te gustan es siempre una idea reconfortante, una sensación de placidez al reencontrarse con la familiaridad de la temática o el estilo.

Hoy os traigo dos autores a los que recurro cuando quiero vira hacia lo conocido entre lecturas o asegurarme lo que me voy a encontrar en un determinado momento, eso tan denostado de lo seguro o la zona de confort.

Llevaba sin leer a Roberto Bolaño muchos años, quizá porque durante una época lo leí con fruición, de ahí las reseñas de Los detectives salvajes. La literatura nazi en América. Estrella distante. La pista de hielo. El secreto del mal. 2666.

Sin embargo este título que os traigo hoy, El espíritu de la ciencia-ficción (Alfaguara, 2016) lo tenía desde que se publicó en el estante, esperando un momento que parecía que no iba a llegar nunca.

El chileno vuelve a su temática habitual: jóvenes escritores que buscan una forma de subsistir con la literatura, una historia de amistad, amor y algún misterio.

En esta ocasión la narración se intercala con las cartas que remite el amigo del protagonista a sus escritores favoritos de ciencia-ficción, que son las que le dan nombre al título pero que me han parecido accesorias a la historia, que no deja de ser la vida de los muchachos en el ambiente universitario donde se juntan.

¿Acaso no sabe que la auténtica universalidad está en lo particular, en la provincia?

Página 133

Escrita en los ochenta, tiene los elementos habituales del autor pero mucho menos pulidos, algo que desarrollará en sus novelas principales, sobre todo en Los detectives salvajes.

En definitiva, una novela sólo apta para fans.

En el caso de Natalia Ginzburg, he vuelto a ella para releer un librito que me gustó mucho: Las pequeñas virtudes (Acantilado, 2002), un compendio de textos que publicó en distintas revistas con temática variada, de entre las que destaca Las relaciones humanas, un texto destacable por completo como ya mencioné en la reseña original.

Cada uno de nosotros se ha ilusionado una vez en su vida con poder dormirse sobre algo, adueñarse de una certeza cualquiera, de una fe cualquiera, y darle reposo al cuerpo. Pero todas las certezas de entonces nos fueron arrancadas y la fe no es nunca algo sobre lo que al fin se pueda conciliar el sueño.

Página 80

La italiana tiene un mundo de expresarse y analizar la temática a la que se enfrenta que mezcla la lucidez del análisis con un bonito estilo literario. Tengo en casa también Léxico familiar, que os recomiendo si no habéis leído, y mi intención es ir haciéndome con el resto de su obra que ha ido publicando Acantilado. El hecho de que sus libros suelan ser cortos facilita incluirla en los libros pendientes y saborear unos textos con mucha profundidad.

Y vosotros, ¿tenéis autores a los que recurrís siempre?

Namaste.

Autor, Ginzburg, Literatura

Léxico familiar, Natalia Ginzburg

Tras leer Las pequeñas virtudes, tenía una idea bastante clara de lo que me esperaba al volver a leer a Natalia Ginzburg, y debía ser este título, que coincide siendo el más mencionado por los lectores.

Lexico-familiarSin embargo esa idea que tenía en mente distaba bastante de lo que finalmente me acabé encontrando. (Por supuesto, culpa mía por no leer la sinopsis). Mientras que Las pequeñas virtudes es un libro de reflexión y opinión cercano al ensayo, en Léxico familiar nos encontramos con un libro autobiográfico que incluye un recorrido por las historias que le ocurrieron a su familia, así que como podréis imaginar, el tono, la temática y el estilo del libro los hace muy diferentes.

La historia de una familia italiana bien conectada con artistas, políticos, intelectuales y personajes de todo tiempo en la mitad del siglo XX. Como podéis imaginar la llegada del fascismo supondrá un cambio en sus rutinas, pero además abrirá paso a una guerra que les tocará emigrar, sufrir y por la que muchos de ellos pasarán por la cárcel como parte de la resistencia intelectual italiana. Sus cambios, sus relaciones y los omnipresentes padres que se mantienen testigos de la vida de sus hijos son

Lo cierto es que lo que narra y cómo lo narra me ha recordado a la tetralogía de Elena Ferrante, Dos amigas. No sé si esto es más bien por el carácter italiano (dado que la acción de la historia de Ferrante ocurre en un momento temporal posterior), o ha sido simplemente que mi cabeza ha asociado dos historias diferentes de las que he sacado un hilo o un tono similar.

Quizá por eso me he llevado una decepción, porque esperaba la mirada analítica de una Ginzburg que disecciona la realidad me parece interesante y atrayente, que une diversos temas pero me he acabo encontrando una biografía familiar muy novelesca.

Creo que lo habría disfrutado más si me hubiera acercado a él sabiendo qué me podía encontrar (lo sé, el fallo es mío por no leer la sinopsis), y así habría escogido mejor el momento de la lectura… me quedo con una sensación agridulce.

FICHA:

Te gustará si te gustó
Pros
  • La interesante vida de la familia Ginzburg.
Contras
  • Esperaba otro tipo de historia, me ha interesado menos que Las pequeñas virtudes.

Namaste.

 

Ginzburg

Las pequeñas virtudes, Natalia Ginzburg

Hoy os traigo un libro de relatos, un libro que hojeé en la biblioteca. Suele ocurrir, nos topamos con un libro, leemos unos fragmentos y decidimos que algún día lo leeremos. Con la diferencia que ese período se ha convertido en más de cinco años.

Aún así, estaba anotado en mi libreta, y durante mucho tiempo cada vez que lo veía me invadía la duda: ¿Qué había leído que me había llamado tanto la atención? ¡No era capaz de recordar la temática del párrafo!

Por ese motivo entró en mi lista de los 50 libros que leer antes de los 30. Y por fin, lo he leído.

 Los relatos son diversos, tanto en tamaño como en temática. Al estar escritos en distintas épocas, que van desde 1944 hasta 1962, el modo de escribir de la autora y la temática varían mucho. Lógico. Veinte años dan para mucho: las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, el paso de la juventud a la madurez o la llegada de los hijos, son algunas de las reflexiones que van surgiendo entre las líneas de Las pequeñas virtudes.

Destaca, por encima de todo, el brutal conocimiento del ser humano, de la amistad y de la vida en general. Y por supuesto, el análisis del paso del tiempo, del cambio de parecer según vamos cumpliendo más años. Ginzburg es analítica, matemática y severa a la hora de analizar diversas situaciones. Algo complejo si tenemos en cuenta que parece que la autora toma su propia vida como hilo conductor; es decir, desde mi punto de vista es más fácil analizar a los demás que a uno mismo. A veces un poco de perspectiva es buena para apartarse de la burbuja que nos ciega.

Por otro lado, la autora reflexiona mucho sobre el acto de escribir, sobre el proceso creativo y el método de trabajo de una persona que al menos inicialmente, no se dedicaba a ello de manera profesional. Las dudas, el método y cómo encarar una página. Este relato, uno de los más largos, además, se me ha hecho más pesado. Será que el tema no me interesa demasiado.

Pero… ¡basta de frases describiendo cómo es Las pequeñas virtudes! Creo que lo mejor es que os deje varios fragmentos para que podáis comprobar por vosotros mismos:

¿Cómo podría amar una cosa que no soy capaz de recordar?

Él y yo

Y somos gente ya sin lágrimas. Lo que conmovía a nuestros padres ya no nos conmueve en absoluto.

El hijo del hombre.

Existen dos especies de silencio: el silencio consigo mismo y el silencio con los demás. Una y otra forma nos hacen sufrir igualmente. El silencio con nosotros mismos está dominado por una violenta antipatía que nos invade hacia nuestro propio ser, por el desprecio hacia nuestra misma alma, tal vil que no merece que le digan nada. (…) Está claro que no tenemos ningún derecho a odiar a nuestra propia persona, ningún derecho a callar nuestros pensamientos a nuestra alma.

Silencio.

 FICHA:

Te gustará si te gustó
Pros
  • El relato “Las relaciones humanas”. No tiene párrafos destacables. Todo él lo es. Para releer.
Contras
  • He descubierto que la temática del arte de escribir no me gusta. Más bien, me aburre.
Reto 50 libros
  • 16/50.

Namaste.