Hoy es uno de esos días relacionados con la literatura que me gustan: se ha fallado el Nobel.
En este caso, además, hemos tenido dos premiados, correspondientes a 2018, cuando no se entregó el galardón, y a este 2019: Olga Tokarczuk y Peter Handke.
Veo a reconocer dos cosas: la primera, no he leído a ninguno de los dos. La segunda, tampoco los conocía.
Pero si para algo sirve este premio es para poner el foco en otros autores. Sé que hay muchas personas que ignoran el Nobel, que son escépticos con los premiados o que directamente no le otorgan importancia. La verdad, yo no. ¿Habría conocido a Svetlana Aleksiévich si no le hubieran dado el Nobel en 2015? Probablemente no, precisamente porque entre tantas obras, tantos libros y tantos autores es fácil que desconozcamos a uno que no tenga tanta repercusión vía marketing o ventas pero que tenga una calidad como la que leemos en Voces de Chernóbil, por poner un ejemplo.
Por eso, para mí hoy es un día alegre. No sólo porque los jueves ya huelen a fin de semana sino porque la ilusión de descubrir un nuevo autor, una nueva voz, diferente y novedosa es algo que me pone contenta.
Tendremos que esperar a que Anagrama publique Los errantes de Olga Tokarczuk pero mientras tanto podemos hincarle el diente a Sobre los huesos de los muertos (Siruela) o si nos decantamos por el austríaco Handke, por Los avispones o Contra el suelo profundo Peter Handke (Nórdica).
Mención especial a aquéllos que comparten su experiencia lectora: Yossi, Karo, gracias.
¿Ha quedado claro que me voy a la librería?
Namaste.