En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.Peces de ciudad, Joaquín Sabina.
Hay pueblos que marcan un antes y un después en la literatura. Comala, al igual que Macondo, es uno de ellos.
A estas alturas ya sabréis a qué libro me refiero. E imagino que a estas alturas os estaréis preguntando cómo voy a ser capaz de describir este libro. Pues no lo voy a hacer, porque entre otras cosas, no sabría qué decir sin contar de más.
Pedro Páramo es una novela corta, pequeñita, llena de flashbacks, cambios de narrador y de personajes distintos. Es distinta a todo lo que había leído hasta entonces, marcando un antes y un después, proclive a releer para comprender lo que se nos ha pasado por alto, es imprescindible para todos aquéllos que quieran conocer la literatura. Es diferente. Es única. Es indispensable.
El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo. Sonreías. Dejabas atrás un pueblo del que muchas veces me dijiste: «Lo quiero por ti, pero lo odio por todo lo demás, hasta por haber nacido en él». Pensé «No regresará jamás; no volverá nunca».
FICHA:
Te gustará si te gustó |
|
Pros |
|
Contras |
|
Namaste.
Hay pueblos que marcan un antes y un después en la literatura. Comala, al igual que Macondo, es uno de ellos.
A estas alturas ya sabréis a qué libro me refiero. E imagino que a estas alturas os estaréis preguntando cómo voy a ser capaz de describir este libro. Pues no lo voy a hacer, porque entre otras cosas, no sabría qué decir sin contar de más.
Pedro Páramo es una novela corta, pequeñita, llena de flashbacks, cambios de narrador y de personajes distintos. Es distinta a todo lo que había leído hasta entonces, marcando un antes y un después, proclive a releer para comprender lo que se nos ha pasado por alto, es imprescindible para todos aquéllos que quieran conocer la literatura. Es diferente. Es única. Es indispensable.
El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo. Sonreías. Dejabas atrás un pueblo del que muchas veces me dijiste: «Lo quiero por ti, pero lo odio por todo lo demás, hasta por haber nacido en él». Pensé «No regresará jamás; no volverá nunca».